Minerales de sangre
Una organización española se suma a una campaña contra las mafias que controlan las minas africanas donde se extraen materiales para móviles
Actualizado:Las nuevas tecnologías poseen un insospechado origen tropical. El subsuelo del este de Congo, el país que ostenta el peor índice de desarrollo humano del planeta, proporciona los recursos necesarios para alimentar las entrañas de los dispositivos de última generación que Occidente consume con avidez. La explotación del tungsteno, tantalio, estaño e, incluso, del oro, que nutren el corazón de teléfonos móviles, tabletas y cámaras digitales, origina un negocio de grandes proporciones y nulo control. La organización española Alboan se ha sumado a una iniciativa europea contra los que se conocen ya como 'minerales de sangre', los mismos que arman a las bandas que controlan las minas, enriquecen a compañías sin escrúpulos y políticos venales y perpetúan las violaciones de derechos humanos que se dan en la región de los Grandes Lagos.
Desvelar la conexión entre la violencia de un remoto territorio africano y nuestros aparentemente inocentes 'smartphones' constituye el primer objetivo de la campaña 'Tecnología libre de conflicto'. La iniciativa busca concienciar a los usuarios del drama que amenaza a esta zona e impulsar una normativa europea que combata los abusos. La propuesta, presentada ayer en Bilbao, está apoyada por las organizaciones promovidas por la Compañía de Jesús, la Red EurAC (European Network for Central Africa) y Global Witness, entidad que lucha contra el vínculo entre explotación de recursos naturales, corrupción y miseria.
5 millones de muertos
«Se trata de un problema que viene de lejos, complejo, que llega a aburrir a los medios de comunicación», confiesan los portavoces de Alboan. El hecho de que este comercio haya impulsado una guerra, de raíces étnicas y posteriores ramificaciones económicas, tan feroz como para provocar más de 5 millones de muertos no ha resultado, al parecer, un incentivo suficiente». La realidad, sin embargo, es abrumadora. Quince años después de su desencadenamiento, las provincias congoleñas de Kivu Norte y Sur se hallan sometidas por una miríada de guerrillas que se reparten siglas pomposas, las minas de explotación artesanal y mano de obra semiesclava. Las canteras del coltán, origen del tantalio; del wolframio que aportará el tungsteno; del necesario estaño y el apreciado oro.
Los milicianos se quedan con un porcentaje del material y supervisan las rutas de exportación, completamente ajenas a toda fiscalización gubernamental, siquiera legal. Sus intereses y pugnas contra otros grupos no son ajenos al desplazamiento de población, las masacres y violaciones, que suponen todo un récord planetario. A todo ello se añade la paulatina destrucción de ecosistemas privilegiados. Save the Children calculó que el M23, una de las milicias implicadas y ya teóricamente desmantelada, ganó el año pasado unos 367 millones de euros gracias a esta lucrativa intermediación.
El cielo de Goma, la ciudad más importante de la región, está surcado continuamente por aviones de transporte. Los beneficios vuelan hacia los países vecinos, aliados impunes de esta esquilma y escala hacia los proveedores de oro de Líbano, Emiratos Árabes Unidos e India, o a las factorías de Extremo Oriente, donde los minerales se convierten en los componentes que dan lugar a los productos de comunicación audiovisual y son distribuidos, en su última fase, por todo el mundo.
Después, los móviles, refrigeradores y demás artículos de consumo de bienes electrónicos, regresarán a África al final de su breve vida útil. Llegarán convertidos en 50 millones de kilos anuales de basura, repleta de metales pesados y tóxicos como el plomo y el cadmio, que acaban en vertederos de Ghana o Costa de Marfil. La destrucción del medio ambiente que comporta la primera etapa del ciclo se completa con la contaminación generada por los residuos, capaces de destruir entornos y medios de vida de las comunidades afectadas. A pesar de su prohibición por la convención de Basilea, la ONU calcula que el volumen de desechos aumentará un 33% en tan sólo cuatro años.
400 empresas afectadas
El proyecto de Alboan pretende impulsar, mediante una precisa normativa, la demanda de productos libres de conflicto, una propuesta muy similar a la que condenaba los 'diamantes de sangre' obtenidos en Sierra Leona. La iniciativa afectaría, en principio, a 400 empresas europeas que importan minerales y metales de Congo. Además, recaban la cooperación ciudadana para un uso responsable de las nuevas tecnologías y reclaman la responsabilidad de la Administración y las empresas implicadas. Entre otros modos de colaboración, solicitan firmas, apoyo económico y la participación en programas de reciclaje de móviles.
La 'Tecnología sin conflictos' auspiciada desde el Viejo Continente también pretende mejorar las condiciones de vida en Congo. Sus medidas incluyen planes de acompañamiento para las cooperativas de productores en el esfuerzo por conseguir de condiciones dignas de trabajo. Asimismo, la campaña quiere fortalecer la Administración nativa, sumamente frágil en la zona oriental, dotar de medios a la Policía de Minas y empoderar a las organizaciones de mujeres que luchan contra los abusos sexuales y en pro de fortalecer el tejido social en los atormentados Kivus.