Un soldado del Estado Islámico ondea la bandera yihadista en la ciudad iraquí de Mosul, la primera tomada por los insurgentes. :: REUTERS
MUNDO

Los jefes religiosos suníes de Irak rechazan el califato

La Oficina de la Fatua, entidad de referencia para esta rama del islam, dice que los yihadistas «sólo se representan a ellos»

BAGDAD. Actualizado: Guardar
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«Se representan sólo a ellos, a nadie más, el Estado Islámico no es la voz de los suníes del mundo», repite de forma tajante el jeque Amer al-Bayati en el despacho de la mezquita Om al-Tubul desde el que dirige la Oficina de la Fatua, organismo de referencia para los musulmanes de esta rama minoritaria en Irak. El Estado Islámico de Irak y Levante (EIIL) aprovechó el primer día de Ramadán para la instauración del califato en las zonas que controla en Siria e Irak y acortó su nombre oficial dejándolo en Estado Islámico (EI). Su líder, Abu Baker al-Bagdadi, es el nuevo califa al que «todos los musulmanes del mundo deben jurar fidelidad», según el comunicado oficial de este grupo escindido de Al-Qaida (AQ) que recupera en pleno siglo XXI el título medieval de 'califa', que identifica al sucesor de Mahoma con autoridad temporal sobre todos los musulmanes.

Un año después de unificar los frentes sirio e iraquí y tan solo tres semanas después de liderar el levantamiento en las provincias de mayoría de población suní en Irak el EI da un paso más en su sueño por consolidar el califato desde el Mediterráneo hasta el Golfo y ha acabado con las fronteras coloniales. «Prefiero no dar mi opinión sobre este 'califato' que ellos proclaman, nosotros trabajamos por la convivencia entre confesiones y por un Irak unido», apunta el jeque Al-Bayati, consciente de que todas las miradas están puestas en la comunidad suní que, como en 2006, ha vuelto a aliarse con el extremismo religioso para combatir a un Gobierno central dominado por la rama rival, mayoritaria en el país, desde la caída de Sadam Husein.

Ante la desbandada del Ejército de las provincias del norte y la falta de liderazgo de Bagdad, la máxima autoridad chií del país, el Gran Ayatolá Sistani, emitió una fatua llamando a la yihad contra el Estado Islámico. Desde entonces miles de voluntarios apoyan al cuestionado Ejército en la ofensiva para intentar recuperar el terreno perdido a manos del EI. Por segunda vez en su historia Nayaf ha emitido una fatua llamando a tomar las armas, la anterior ocasión fue en 1920 durante la ocupación británica. Ni la dictadura de Sadam Husein, ni la invasión de Estados Unidos, ni la guerra sectaria de 2006 provocaron una reacción de esta magnitud por parte de las autoridades religiosas chiíes. La unidad de filas en el chiismo, donde las palabras de Sistani son órdenes, contrasta con las diferentes corrientes dentro de los suníes. «Esta Oficina de Fatua también ha reaccionado durante la crisis emitiendo un edicto religioso que dice que la sangre de los iraquíes es una línea roja y que hay que seguir la auténtica religión de Alá», señala el jeque Al-Bayati, pero esta fatua es papel mojado para el EI, que aplica su propia interpretación del islam a través de una sharia en unos términos parecidos a la de los talibanes antes de 2001 en Afganistán.

La directora de la Oficina de Derechos Humanos de Irak, Salama al-Jafayi, califica de «limpieza religiosa» la forma de gobierno impuesta por el EI en las ciudades y pueblos que controla en Al-Anbar, Nínive, Saladino, Kirkuk y Diyala. «Son aún más duros que Al-Qaeda y mejor organizados. Castigan de una forma muy selectiva y están limpiando de chiíes, cristianos y otras minorías religiosas sus zonas de influencia», denuncia Al-Jafayi.

Amenaza mundial

La «limpieza religiosa» afecta también a los suníes que no juran fidelidad al nuevo califa. En Irak la alianza entre EI y el resto de facciones insurgentes es reciente, pero se puede repetir el escenario sirio donde después de una fase de colaboración inicial estalló una guerra interna por el control de las zonas conquistadas. El Observatorio Sirio de Derechos Humanos denuncia la crucifixión el pasado fin de semana de milicianos rebeldes por parte del EI en Deir Hafer, cerca de Alepo. Este organismo cifra en 7.000 los muertos por la guerra interna entre EI y el resto de grupos armados contrarios a Bashar el-Asad, incluido el Frente Al-Nusra, brazo oficial de AQ en Siria, desde comienzos de año. La amenaza crece día a día en el corazón del mundo árabe y la proclamación del califato ha encendido las alarmas en la comunidad internacional. El portavoz del Ejército, Qasem Atta, aseguró a la agencia Reuters que «esta declaración es un mensaje no sólo a Irak o Siria sino a la región y al mundo. El mensaje es que el Estado Islámico se ha convertido en una amenaza para todos los países».

El Ejército sigue con su ofensiva para retomar el control de Tikrit, ciudad natal de Sadam Husein situada 160 kilómetros al norte de Bagdad, pero de momento no es capaz de expulsar a la insurgencia. Bagdad ha pedido ayuda militar a Estados Unidos y Washington se ha limitado a enviar trescientos asesores militares y a armar los aviones no tripulados que sobrevuelan su Embajada.

El Gobierno del primer ministro interino Nuri al-Maliki ha movido ficha con rapidez y ha comprado cinco cazas de segunda mano a Rusia que en pocos días estarán operativos. El general Atta confía en que «una vez que todos los países lean la declaración cambiarán su actitud porque ordena a todo el mundo ser leales a él».