La profecía de la devaluación interna
Actualizado:Cuando estalló la crisis con toda la virulencia, ya se advirtió por algunos cuál era el gran problema de la economía española. Era difícil de encajar el mensaje que venía de los oráculos económicos, con independencia de su adscripción ideológica, dado el proceso de crecimiento en el que nos vimos inmerso hasta bien entrado 2007. Habíamos diseñado un absurdo modelo de crecimiento, donde la construcción era la panacea de todos nuestros éxitos. Y lo peor es que muchos pensaron que eso era para siempre. Directamente habían enterrado para siempre las doctrinas de Simiand y luego de Kondratiev, que explican el carácter cíclico de la economía. Ya se advirtió por aquel entonces de la necesidad de proceder a una drástica devaluación interna, que consiste en el ajuste salarial, hasta el punto de equilibrio, donde se produzca la intersección de la oferta y demanda de un factor de producción, el trabajo, cuyo componente económico es determinante. El mundo del derecho no puede impedir el ajuste necesario para que el mercado funcione y todos tengan el derecho al trabajo y en consecuencia se haga efectivo trabajando.
Roubini predijo que a los problemas generales de naturaleza económico-financiera que afectaban a todos los países, España tenía otros muchos que podían devenir en convertirse en un auténtico polvorín. Volvió a insistir en un problema que afecta a un gran número de países en occidente, pero que en España es especialmente virulento, el problema de la competitividad. Y apostilló, relacionando crisis y competitividad, que no saldremos de aquella, en tanto no se restablezca ésta.
Hizo especial hincapié en las distintas alternativas para restablecer la competitividad; si bien las consideró poco viables por los especiales problemas, de variada índole que acarrearía su puesta en funcionamiento: Debilitamiento de la paridad del euro, asemejándola a la del dólar; Drástica y rápida reducción de los costes laborales unitarios. Reducción generalizada de los precios, de todos, en torno al 30%. No sólo Roubini mantuvo lo dicho como estrategia de solución, sino que también lo hizo Krugman, que sin ser profeta, sí se ha erigido en gurú admirado por la izquierda española. Mayores niveles de competitividad se adquieren, flexibilizando la economía. De igual forma lo advirtió Blanchard, economista jefe del FMI.
En el desarrollo de la política económica que aún puede llevar a cabo el Gobierno, está la de establecer las condiciones que permitan el ajuste de la masa salarial de la economía y la situemos por debajo de la de 1998. La noticia es que la Encuesta Trimestral de Coste Laboral determina que ha vuelto a caer y eso nos guste o no es una gran noticia. Se trata pues de ajustar a la realidad el Título III del Estatuto de los Trabajadores, donde prevalezca para siempre el convenio de empresa. Es lo que ocurre en nuestra admirada o no Alemania.