A lomos de la integración
Surge una asociación dedicada a la terapia con caballos para discapacitados
CHICLANA.Actualizado:Nada es lo que parece. En esta historia no hay padres afligidos, hijos estigmatizados, ni caridad mal entendida. Ni siquiera está claro quién ayuda a quién. En este relato de los hechos ni sólo es Guillermo el que recibe beneficios cada martes y jueves por la tarde, ni la ayuda es unidireccional. Tampoco es claramente cuantificable y medible los resultados de la terapia. Pero los tiene y su aura positiva irradia a todo el que se acerca. Como punto de partida, baste con saber que Guillermo a lomos de su caballo es tan feliz como su hermana. Él tiene una discapacidad mental y va a recibir terapia con caballos. Ella no y acude el mismo día y hora a recibir clases de equitación. Porque lo importante de estos hechos es que la solidaridad y la integración se unen para crear una combinación tan limpia y pura, como única. Los dos hijos de Susana Fernández coinciden en la Asociación Hípica y Terapéutica Santa Ana, pionera en la Bahía de Cádiz en el tratamiento de niños con discapacidad en lo que se conoce como equinoterapia o tratamiento con caballos.
Ni siquiera Soraya y Manuel Román, María Mora, Esteban García o Juan José Carballet saben muy bien cómo se han embarcado en tal proyecto. Pero desde hace dos meses ya es una realidad y van a una para conseguir afianzarlo. Todos ellos y más colaboradores son socios fundados de una asociación que se materializó en mayo para ofrecer terapia a niños con discapacidad. «Se puede decir que fue Gonzalo el que hizo que estemos aquí», reconoce Esteban García, entre las risas del resto. Y no le falta razón, Esteban convenció a Manuel Román -técnico deportivo y jinete- de que le ayudara a montar a su hijo a sus caballos. «Pronto descubrí que le encantaba», reconoce el padre. Ya luego fue todo rodado en el devenir de los meses. Se fueron sumando familiares y amigos a la causa, recibieron un taller de monitores de equinoterapia en Sevilla, luego llegó la colaboración de las fisioterapeutas del centro de educación especial Upace San Fernando, la adquisición de los caballos, la cesión de unas instalaciones y, por fin, los primeros padres e hijos.
Y ahí están ahora con dos meses de realidad consumada y 12 niños que reciben terapia o clases de hípica. «Lo fundamental para nosotros es que los hermanos se integren, que no se quede uno mirando y otro sin hacer nada», reconoce Soraya Román. Por ello, primero su hermano se afana en enseñar a unos niños a montar y luego los pequeños con discapacidad reciben su terapia. «Los niños llegan y las fisioterapeutas se encargan de realizarles una valoración previa, en función de ella comenzamos el tratamiento que siempre se organiza igual: en primer lugar reciben estimulación previa en una sala de fisioterapia y luego pasan a los caballos», como sintetiza María Mora, presidenta de la entidad.
Una vez con ellos, los pequeños reciben un complemento a la estimulación que reciben en sus centros educativos y que les sirve especialmente «para controlar el tronco, posicionar la pelvis, además de trabajar la columna», como reconoce María del Carmen Rubio, una de las fisioterapeutas voluntarias de la entidad. Eso por no hablar de los evidentes estímulos cognitivos y sensitivos que reciben los niños. Suficiente es ver sus caras de felicidad y relax a lomos del caballo, con el que entran en contacto directo gracias a los ejercicios de gimnasia sobre los caballos.
Y aquí todos ganan. «Es impresionante ver cómo los caballos y yeguas se adaptan a quienes tienen encima. Se muestran tranquilos y relajados al contacto con los niños», reconoce Mora. El bálsamo también llega para los padres. Sentados como si una reunión de familia se tratase ven a sus hijos recibir clases. «El elemento socializador para los padres es muy importante, aquí pueden relajarse, hablar entre ellos y compartir inquietudes», reconoce Esteban García en su doble condición de miembro de la entidad y padre.
Financiación necesaria
De momento, la entidad resiste con las aportaciones de los propios socios y de los padres que llevan a terapia a sus hijos. Pero la ayuda necesaria es mucho mayor. La entidad posee instalaciones y una sala de fisioterapia provisional, pero necesitan mejoras para poder seguir creciendo en atención. «Cuando llegue el invierno necesitamos tener una zona cubierta para realizar la hipoterapia», reconoce Esteban. Igualmente, necesitarán material especial para la sala de fisioterapia que permita ir sustituyendo el provisional actual. Por eso, en la asociación ya se están movilizando para conseguir mecenazgo, patrocinios y actividades que les permitan aumentar sus fondos.
De momento, tienen lo más importante, sus manos, ilusión y coraje por sacar adelante un proyecto pionero en la Bahía y segundo de toda la provincia. Y ganas no le sobran. Solo la sonrisa de Gonzalo al escuchar hablar de su caballo, bien merece la pena intentarlo hasta el extremo de no desfallecer.