Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
Rubalcaba sube una escalera del Congreso tras anunciar ayer su despedida. :: JUAN CARLOS HIDALGO / EFE
ESPAÑA

Rubalcaba se retira de la política

El líder socialista deja a su partido en la situación más delicada desde la restauración de la democracia El secretario general del PSOE abandona su escaño en el Congreso y vuelve a la Universidad en septiembre

PAULA DE LAS HERAS
MADRID.Actualizado:

Que Alfredo Pérez Rubalcaba fuera a dejar algún día la política era algo que incluso para sus más íntimos amigos sonaba a quimera. Como para los monárquicos recalcitrantes la abdicación del Rey. Y, sin embargo, así es. En España están pasando cosas sorprendentes. El último secretario general del PSOE se va y se va por completo. No es sólo que deje sus cargos orgánicos. En septiembre abandonará su escaño y volverá a dar clase a la Facultad de Químicas de la Universidad Complutense de Madrid. Lo anunció él mismo, tratando de contener la emoción, en uno de los salones del Congreso, durante el último pleno de este periodo de sesiones.

«El mayor honor que puede tener un político es ser diputado -dijo con brevedad, a modo de despedida-; no hay otro puesto más gratificante». Él lo ha sido durante 21 años y no lo ha sido en balde. Rubalcaba tiene admiradores y detractores, pero hasta sus rivales políticos le reconocen enormes virtudes como orador, como forjador de acuerdos e incluso como hombre de Estado. Ninguna de esas cualidades ha resultado suficiente para reflotar un partido que empezó a irse a pique con él como brillante ministro del Interior del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Era mucha tormenta para un sólo hombre, aunque fuera «el mejor» de los posibles. «El mejor, en el peor momento», han seguido diciendo hasta el final, incluso los que se opusieron a su nombramiento como líder en 2012.

Rubalcaba, el que había demostrado sus habilidades retóricas como portavoz del Gobierno en el último gabinete de Felipe González, dando la cara frente a temas espinosos y siniestros en los que no había participado, el terrorismo de Estado de los GAL o los escándalos de corrupción de Filesa, Roldán o Torres Kio; aquel que tranquilizó a la vieja guardia con su presencia al lado del líder que había desbaratado en el 2000 los planes del aparato, y también los suyos, para designar a José Bono secretario general; el que con un golpe certero tras el 11-M -«los españoles no merecen un Gobierno que les mienta»- colocó al ejecutivo de Aznar en una situación imposible; y el responsable de las fuerzas de seguridad del Estado que vivieron el «cese definitivo» de la violencia de ETA, ha fracasado en la última de sus misiones. Porque esta misión exigía caras nuevas.

Él asegura que dudó cuando le pidieron que fuera el candidato en las elecciones de 2011 y que si dijo sí fue por su sentido del deber hacia un partido en el que ha militado 40 años, desde su época de avezadísimo universitario. Su designación, preparada entre bambalinas por el vicesecretario general del PSOE, José Blanco, suscitó polémica porque convirtió las primarias en papel mojado por el aparato y los barones, temerosos de una debacle electoral que a la postre resultó inevitable.

Sin ilusión

El PSOE perdió en las trece comunidades que celebraron elecciones el 22 de mayo de 2011 y en noviembre sufrió su mayor derrota en unas generales, de 169 diputados y un 44% de voto pasó a 110 y un 28%. «Visto con perspectiva -argumenta ahora uno de los cerebros de la operación- debimos insistir a José Luis (Rodríguez Zapatero) para que se presentara porque al no hacerlo reconocimos que lo habíamos hecho mal y ningún partido puede ir a las elecciones con ese mensaje». Desde entonces los socialistas no han levantado cabeza ni recuperado la ilusión.

El 38 Congreso en el que Rubalcaba ganó por los pelos a Carme Chacón es descrito ahora por todos como un «congreso fallido». Y el temor es que el próximo lo vuelva a ser. Rubalcaba decidió tirar la toalla el 26 de mayo tras comprobar que sus esfuerzos, un programa para una década y una propuesta de reforma constitucional que ha evitado la fractura con los socialistas de Cataluña, han sido recibidos con la mayor de las indiferencias, cuando no el desprecio de su electorado. El suelo se volvió a hundir bajo sus pies y ahora la referencia es un exiguo 23% de voto de las europeas.

Acabado el último debate del día, sin embargo, el aún líder de la oposición pudo comprobar que no ha perdido todo su prestigio. Buena parte del hemiciclo se puso en pie y apenas quedó un diputado que no le dedicara un largo aplauso en reconocimiento a una trayectoria glosada por el siempre conciliador presidente de la cámara, el popular Jesús Posada. «Desde su escaño -elogió- ha dado categoría y altura a la función de diputado y siempre será recordado como una gran figura del parlamentarismo del siglo XXI».

Con su marcha correrá la lista de Madrid y su puesto será ocupado por Carlos Mulas, el expresidente de la fundación Ideas al que Rubalcaba hizo dimitir tras un escándalo de corrupción protagonizado por su esposa, que con el seudónimo de Amy Martin cobraba un dineral por escribir en la revista de la entidad. Hasta en el adiós le vendrán mal dadas, salvo que Mulas ceda el paso a otro.