Sociedad

Tras un centenar de huellas de Chillida

La muestra, con obras de todos los tamaños y materiales, huye de ser un antología para ofrecer una perpetiva del trabajo de este creador vasco El Kursaal de San Sebastián exhibe la exposición más completa del artista de los últimos 20 años

SAN SEBASTIÁN. Actualizado: Guardar
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«La huella de Eduardo Chillida va mucho más lejos que su obra». Con esta frase termina el artista Andrés Nagel el texto que ha escrito para el catálogo de la exposición 'Bideak', que la Sala Kubo-Kutxa de San Sebastián inauguró ayer, y también es un resumen del propósito de la muestra, reflejar el trabajo del artista y, sobre todo, redescubrir al hombre comprometido con su tiempo, con la sociedad en la que vivía y que se posicionaba ante los acontecimientos que de una manera u otra le afectaban.

Ignacio Chillida reflexionaba ayer, en la presentación de la exposición que ha comisariado, sobre las razones que hacen a 'Bideak' especial respecto a otros muestras. En primer lugar porque se realiza en San Sebastián, ciudad donde nació, vivió tuvo su estudio y murió el artista y en donde no se había realizado una monográfica dedicada a él desde hace 22 años. Pero sobre todo es indispensable porque, en palabras de su hijo, «muestra a una persona normal que recorrió muchos caminos para llegar a sus obras, aunque al mismo tiempo no quería marcar a los demás esos caminos porque consideraba que cada uno, para llegar a sus piezas, debía transitar sus propias rutas. No le gustaba explicar sus obras, porque decía que eso podría intoxicar lo que cada persona siente al verlas».

Son 130 obras de todos los tamaños y materiales los que se exhiben en la Sala Kubo en una muestra que huye de la premisa de antológica porque no se trata de un recorrido cronológico por su obra, sino de un camino vital. Tiene un especial protagonismo su obra pública con un panel en el que se recogen imágenes de 44 de las obras que se encuentran en espacios comunes en todo el mundo, además de momentos significativos de su biografía.

Hay bocetos y pequeñas esculturas que le ayudaron a desarrollar su trabajo. Entre estos preparatorios se encuentran 'Elogio del agua' (Barcelona), 'Elogio del Horizonte' (Gijón), 'Lugar de encuentro III' (Madrid), 'Monumento a los Fueros' (Vitoria), 'Gure aitaren etxea' (Guernica), 'Elogio a la tolerancia' (Sevilla) o 'Berlín'. Todos ellos seguían una premisa que repetía Chillida: «Hay que hacer una sola obra que pertenezca a toda la comunidad o a todo el mundo, no muchas obras para unos pocos».

También hay dibujos y diseños relacionados con cuestiones fundamentales como la protección de las libertades civiles. Particularmente a finales de los años 70, Chillida fue muy activo en ese campo, sus diseños en contra de la central nuclear de Deba, en apoyo a las primeras gestoras pro-amnistía -destacan dos cartas: una al Rey pidiendo la libertad de los presos y otra a ETA solicitando que liberaran al concejal Miguel Ángel Blanco-.

El espacio expositivo central acoge las grandes obras, lo que ha condicionado un poco su disposición. Se abre con un autorretrato de 1971 dedicado a su esposa. Las obras seleccionadas para esta exposición, la mayoría de ellas procedentes de Chillida-Leku, oscilan en un amplio periodo de tiempo, desde 1954, fecha en la que realizó 'Ilarik II' hasta el año 2000, cuando esculpió el monumental alabastro 'Homenaje a Pili'.

Collages, dibujos, grabados, gravitaciones y esculturas de acero, granito, alabastro o tierra introducen al espectador en el universo creativo del escultor donostiarra. Se ha incluido 'Ikaurandi', una de sus primeras obras y una de las pocas que realizó en bronce, material que no le gustaba nada. Enfrente se encuentra 'Monumento a la tolerancia'. También se puede ver 'Locmariaquer IX' realizada tras unas vacaciones en una autocaravana. En la ciudad francesa encontró en un mercadillo un hacha que desmontó y de la que surgieron varias ideas. 'Escuchando a la piedra IV' es un fiel reflejo del amor que Chillida sentía por los materiales. «En este caso solo realiza unas pequeñas hendiduras en la piedra, que es un granito indio, y deja que hable por sí sola, que respire».

En 'Elogio de la arquitectura XV' perfora el acero abriendo huecos interrelacionados hacia el interior y en 'Cada del poeta IV' enfrenta dos elementos de tierra para generar una tensión espacial. Estas dos piezas son un reflejo de la búsqueda permanente del artista de un código propio en el que sus obras dialoguen entre ellas y también con su entorno. Como se señala en el catálogo: «Chillida ha ido dejando un rastro de huellas depuradas, despojadas de todo excedente retórico. Su lenguaje marcado por la simplicidad y la economía de medios trata de expresar lo inexpresable».

El 'Peine del viento XVII', o como la familia lo llama el 'Peine de Pili' porque fue su esposa la que le empujó a realizarlo, da paso a un espacio dedicado íntegramente a su obra más emblemática.