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Felipe VI sonríe a sus hijas, mientras la Reina acaricia a la princesa Leonor durante el acto de proclamación en el Congreso. :: ALBERTO FERRERAS
ESPAÑA

Dos hermanas con destinos diferentes

La princesa Leonor y su hermana Sofía demuestran que pese a su corta edad conocen sus obligacionesAmbas pasaron con nota alta el examen, un buen principio para dos niñas que a partir de ahora tendrán más protagonismo público

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Subir a una tribuna y ser el objeto de las miradas de medio millar de desconocidos es un ejercicio que, por sí solo, intimidaría a cualquier persona. Mucho más a dos niñas de ocho y siete años. Este es el reto que tuvieron que superar ayer la princesa Leonor y la infanta Sofía durante los tres cuartos de hora largos que duró la ceremonia que proclamó a su padre como nuevo Rey. Ambas pasaron el examen con nota muy alta; un buen principio, sobre todo para Leonor, que tiene la responsabilidad añadida de ser la heredera de la Corona.

La última vez que España tuvo como Princesa de Asturias a una niña fue hace 180 años, con Isabel II. Poco a poco, Leonor comienza a darse cuenta de lo que supone su nuevo rango. Antes de que la comitiva real partiera del palacio de la Zarzuela, sobre las diez de la mañana, Felipe VI hizo una carantoña a su hija mayor y le señaló el camino hacia el coche que lucía el estandarte de Príncipe de Asturias, una insignia que marcará su vida a partir de ahora. El Monarca recordó a su primogénita que, a partir de ahora, no siempre viajarían juntos por la condición de sucesora de la niña. No lo harán nunca en los viajes nacionales e internacionales, otra cosa serán los desplazamientos domésticos mientras sea menor de edad.

Leonor, con paso decidido, se introdujo en el vehículo acompañada de su hermana y custodiada por un miembro de la seguridad de la Casa Real. Media hora más tarde, ya en la carrera de San Jerónimo, volvieron a encontrarse con sus padres.

En las últimas apariciones públicas, ha quedado patente que la Reina está muy pendiente del comportamiento de sus dos hijas, aunque pone especial hincapié en corregir los pequeños e inevitables errores de unas niñas, por muy princesa e infanta que sean; como, por ejemplo, mantener las piernas juntas, no tener las manos cruzadas mientras permanece en su asiento o mirar con gesto de sorpresa o interés a las personas que tiene delante.

A doña Letizia le disgusta vestir a sus hijas igual. Y en un día tan especial, mantuvo la pauta y los trajes tenían un diseño similar, con la evidente diferencia del color. La Reina optó por dos modistas de su confianza, las asturianas Nieves García Torres y Teresa Fernández Castro.

Los vestidos son brocados, de seda natural y manga francesa. El de Leonor, de color rosa muy pálido, y el de Sofía, azul verdoso. Sus zapatos, tipo bailarinas, una en oro y otra en plata, también son de una firma española, Eli 1957.

Felipe de Borbón tenía siete años y dos meses cuando vio a su padre convertirse en Rey. Leonor comparte con su progenitor esa precocidad. Su infancia, a partir de ahora, será diferente a la de su hermana Sofía. Un cruce de destinos que comienza a notarse. La pequeña se mostró más risueña que su hermana durante la ceremonia. De hecho, Sofía intentó llamar la atención de Leonor sobre algo en un par de ocasiones, pero su hermana ni se inmutó. La heredera compartió confidencias con su madre. «Luego», le respondió la Reina a su hija a la que acarició la cara en varias ocasiones. El Rey, dada las circunstancias, sólo pudo dedicarle sonrisas de complicidad.

Parada militar

Otro prueba importante para las pequeñas, sobre todo por su solemnidad, se produjo en la parada militar que tuvo lugar en la misma carrera de San Jerónimo. La Familia Real presenció el desfile bajo el gran dosel instalado en la puerta de los Leones del Congreso. Al pasar la bandera de España, Leonor y Sofía bajaron la cabeza como dos resortes en señal de respeto. Menos claro tuvieron en qué momento les estaba permitido volver a levantarla y tuvieron que preguntar.

A concluir el desfile, la princesa Leonor y la infanta Sofía volvieron al segundo coche del cortejo, sus padres iban en un Rolls Royce descapotable, rumbo al Palacio Real. Ambas salieron, muy sonrientes, al balcón desde donde sus padres y también ellas saludaron a los ciudadanos. La Princesa de Asturias, entre dos reyes, su abuelo y su padre.