Con sus castas
Actualizado: GuardarMe quedo mucho más tranquila sabiendo que nuestro futuro Rey sabe hacer tortilla de patatas y preparar gin-tonics. También duermo mejor desde que me he enterado que cuando va a alguna casa en la que no hay servicio, mete mano a retirar los platos de la mesa y a pasar la escoba -por si acaso viene a la mía, a partir de ahora tendré siempre preparado algo que recoger- y que sabe coser botones. Sé que a usted le pasa lo mismo, que anduvo un tanto inquieto con la abdicación del Rey, preocupado incluso con los murmullos antimonárquicos, pero que enseguida le ha entrado el cuerpo en caja al saber todos estos datos sobre la formación de nuestro aún Príncipe. Me tranquiliza, lo mismo que me tranquiliza saber que Susana Díaz es de una casta de fontaneros -nieta y sobrina- porque eso garantiza que, por lo menos, sabrá cómo reparar goteras, aunque sinceramente, lo que más me sosiega de la presidenta de la Junta es que vaya a devolver el año que viene la paga extraordinaria que nos quitaron, ya que en su opinión, es hora de que los funcionarios públicos de Andalucía «empiecen a recuperar lo que les corresponde y lo que la crisis les ha quitado».
Pasa por alto la señora Díaz -así la llaman siempre en la radio autonómica- que de lo que es hora es de ir diseñando la campaña electoral del próximo año y que es sólo por eso, por lo que se ha acordado de nuestros bolsillos y de nuestras espaldas, pero bueno, no se pueden pedir peras al olmo, ni vamos a ponernos exquisitos por un simple detalle de fechas. Al fin y al cabo, nuestros dirigentes piensan que somos tontos y que no nos damos cuenta de estas cosas. No hay otra explicación.
El Ayuntamiento ha estado recogiendo esta semana currículos de parados con la intención de entregarlos a la UTE Obenasa-Cimentaciones Abando, que es la empresa que hará las viviendas del solar de la antigua comandancia. Más de mil en dos días. Daba la impresión, por las colas, que allí mismo se contrataba al personal, y más de uno así lo creyó. Pero no. Allí se recogían los datos y luego se pasarán a la entidad correspondiente. Pues mire usted que bien. Como si cualquiera de nosotros se pone mañana a recoger currículos para entregarlos luego en una empresa. Populismo, diría usted. Estrategias de distracción, diría Chomsky. Una medida de control social como otra cualquiera, con un mecanismo muy sencillo. Se desvía la atención del público mediante la técnica del diluvio o inundación con datos insignificantes y anecdóticos que impiden a los ciudadanos centrarse en lo esencial.
Porque lo que está claro es que la crisis no ha desaparecido así, de golpe, como nos intentan hacer creer. Nada por aquí, nada por allá. Ni que la economía, de pronto, haya empezado a crecer. Ni que el paro, de un día para otro, haya dejado de ser una pesadilla para millones de españoles. No. Eso no se lo cree ni Bob Esponja que vive en una piña debajo del mar, como bien sabe usted.
Que sea noticia la Selectividad ya es preocupante, -a menos, claro está, que se tratara de la Selectividad china, la temible 'gaokao' a la que se han presentado este año diez millones de estudiantes- pero es aún más preocupante que se dediquen espacios radiofónicos completos y páginas enteras de periódicos a analizar las opciones del examen.
'La Selectividad rinde homenaje a García Márquez', decía algún titular, como si en vez de una prueba de acceso a la Universidad fuese un cumplido para el Nobel colombiano. Decía Chomsky que mantener al público ocupado en tonterías es esencial para garantizar el dominio absoluto de la opinión pública. No se trata de que la sociedad ignore los problemas reales, sino de que estos problemas salgan de su radio de visibilidad psicológica, que su atención esté en otra parte. Los emperadores romanos -que sabían más que Chomsky de estas cosas- entretenían al pueblo con juegos y combates, y haciendo arcos triunfales por cada coronación, por cada triunfo, por cada paso que daban. Los emperadores de ahora -que no son precisamente los que llevan coronas- nos entretienen de una forma más maquiavélica. Que nuestro Felipe VI se corone al día siguiente de que España juegue contra Chile confirma una resaca patriótica de banderas y colores nacionales difícil de conseguir en otras circunstancias, y si a esto le añadimos la condición de festivo que tiene el día del Corpus en Madrid garantiza que gran parte de la población esté más pendiente de salir pitando que de pitar a la salida de los nuevos monarcas.
Ya ven. Todo está inventando. Todo tiene un sentido. Incluso las declaraciones de Mar Flores -lo siento, yo también me impongo mis propias estrategias de distracción- sobre las funciones que debe ejercer la compañera del futuro monarca: «El papel de la princesa es tener muchos hijos, cuidar de su marido y representar a la mujer española». Diga usted que sí, que tiemblen los observatorios de género, de igualdad y de visibilidad, y acuérdese de todas las castas. Porque mientras nos detenemos en estas tonterías nos olvidamos de que el mundo se sigue liando como una gigante madeja de lana.
Mañana, por cierto, hay nueva cita del Urban Knitting, ya sabe, eso de tejer en público para luego forrar los árboles. Esta vez, en San Juan de Dios. Si querían distracción, ahí la tienen. Era lo único que le faltaba a la plaza.