La guerra arrasa Malula, la cuna del arameo en Siria
Dos meses después de finalizar los combates entre la oposición armada y el Ejército, la población es una aldea fantasmal
MALULA.Actualizado:En la bodega del monasterio de San Sergio y San Baco de Malula queda una sola botella de vino que Wael Mikhail Bjid guarda como un tesoro. Dos meses después del final de los combates, los vecinos de la aldea regresan de visita para ver cómo va la reconstrucción, pero llevará mucho tiempo volver a hacer habitable este lugar considerado la cuna del arameo, la lengua que hablaba Jesús. Wael ofrece vino en un pequeño dedal para que lo pueda probar el mayor número de gente, «es un milagro que olvidaran una botella, un milagro porque vaciaron la bodega y derramaron el vino colina abajo». La cúpula de la iglesia está destrozada y del monasterio «se llevaron hasta las reliquias de los los santos», señala Wael, mientras muestra la estatua de la virgen que encontraron decapitada y han logrado rehabilitar.
Los que olvidaron el vino fueron los grupos armados de la oposición siria que, liderados por el Frente Al-Nusra, brazo de Al-Qaida en Siria, empezaron su asalto a Malula el 4 de septiembre cuando un terrorista suicida de nacionalidad jordana se inmoló en el puesto de control de acceso. Treinta soldados murieron tras la operación del kamikaze. A partir de ese día comenzó el pulso entre rebeldes y Ejército que obligó a los civiles a huir y no se resolvió hasta el 14 de abril cuando las fuerzas del régimen anunciaron «la liberación» de uno de los lugares más simbólicos del cristianismo en Oriente Medio.
«En total hemos perdido 150 hombres en estos meses, ha sido muy complicado debido a la orografía del lugar, pero en cuanto logramos cortar su línea de suministro con Líbano fue todo más sencillo, pero también hay que reconocer la importancia del apoyo de Hizbolá», revela un capitán de la III División del Ejército que ha participado en los siete meses de combates desde el mirador del hotel Safir, situado junto al monasterio de San Sergio y San Baco. Esta es la posición más alta de la aldea y fue donde los insurgentes instalaron su cuartel general y resistieron hasta el final. El resultado de los combates es la destrucción total del hotel y parcial del templo greco-católico.
«Nadie, sea cuál sea el grado de su terrorismo, puede borrar nuestra historia humana y civilizadora. Malula resistirá frente al salvajismo y la oscuridad de aquellos que atacan la patria», destacó Bashar al-Asad, que a los pocos días de concluir la operación militar se plantó en Malula para celebrar la Pascua, un gesto a la minoría cristiana que desde el estallido de la revuelta ha cerrado filas en torno al mandatario, lo mismo que el resto de minorías religiosas.
Fin de la convivencia
Malula es junto a Jabadin y Bakah una de las tres aldeas en las que aún se habla el arameo en Siria, pero es la única que seguía siendo mayoritariamente cristiana. Era un pueblecito de postal con casas marrones y malvas que colgaban de un acantilado y al que se llega tras abandonar la autopista que une la capital con Homs y afrontar una carretera estrecha y muy escarpada de montaña. Hoy todas las casas están reventadas, la mayor parte de las cruces de las iglesias, como las campanas e iconos, han desaparecido y las paredes rezan los eslóganes de los islamistas radicales que juran vengarse de «los esclavos de la cruz».
Nami Ashaer fuma en el balcón de su casa. Forma parte del Comité de Defensa Popular, la milicia cristiana que comparte la tarea de seguridad con el Ejército, y perdió a su hijo durante los combates. «En la aldea estamos unas cincuenta personas -la población aproximada antes de la guerra era de 5.000- de apoyo a los militares y esperamos que pronto todo vuelva a ser como antes». Algo nada sencillo porque entre los cristianos no perdonan a sus vecinos musulmanes lo que califican de «traición» por abrir las puertas de la aldea a los islamistas, una traición personificada en la familia Diab, de la que forma parte un importante diputado suní del Consejo del Pueblo al que consideran responsable de la formación de la primera milicia de Malula en la que solo había musulmanes y habría facilitado la toma de la aldea. Como en Homs, cientos de años de convivencia y confianza se han esfumado en unos meses.
Junto al monasterio de San Sergio y San Baco, militares romanos que fueron martirizados en el siglo IV al descubrirse que eran cristianos, el convento de Santa Tecla es el más importante de la aldea, ya que aquí reposan los restos de la que es considerada una de las primeras mártires del cristianismo. Hoy está abandonado después de que las trece monjas que dirigían el orfanato fueran secuestradas. Las religiosas estuvieron cuatro meses en manos de los rebeldes hasta su liberación el 10 de marzo a cambio de 150 presas. «El Frente Al-Nusra nos ha tratado bien, pero nos tuvimos que quitar las cruces porque no era el lugar adecuado para portarlas. Dios no nos ha abandonado en ningún momento», fueron las primeras declaraciones de Pelagia Sayaf, madre superiora del convento de Santa Tecla, tras su liberación.