Cataluña mira de reojo el relevo en la Corona
La Generaltitat reconoce que la llegada al trono de Felipe VI puede afectar a la hoja de ruta soberanista
Actualizado: Guardar«Habrá nuevo Rey, pero el proceso continúa». El presidente de la Generalitat fue de los primeros mandatarios que salió a valorar la abdicación de Juan Carlos I. El Gobierno catalán quiso lanzar un mensaje claro, marcó distancias y cerró filas con el mundo soberanista. La idea era trasladar que esté quien esté al frente de la Jefatura de Estado, Cataluña tiene un plan, que sigue inalterable: el objetivo es celebrar una consulta sobre la independencia el 9 de noviembre y nada ni nadie distraerá al Ejecutivo autonómico de ese empeño.
El discurso de Mas fue complementado días después con gestos de calado de CiU. La federación nacionalista, que participó en la elaboración de la Constitución y que votó a favor de la Carta Magna, anunció que se desmarcará por primera vez del pacto, con su abstención en la votación de la ley de abdicación. Mas ha escenificado toda la semana la desconexión con el resto de España que las fuerzas soberanistas han emprendido en Cataluña. «Lo que sucede en Cataluña es de fondo y por tanto va a continuar», afirma un conseller.
En cualquier caso y pese a los gestos de distanciamiento, desde el Ejecutivo autonómico admiten que el cambio de Rey puede influir en el proceso catalán. «Todo afecta», reconocen. «Depende de lo que quieran poner sobre la mesa», apostillan. «Ellos ya saben por dónde debe ir la propuesta», añaden. «Todo el mundo conoce bien cuál es el fondo de la inquietud de la sociedad catalana, qué es lo que sucede en términos de falta de lealtad respecto a lo que necesitamos», concluyen.
Desde CiU y desde el Palau de la Generalitat insisten hasta la saciedad en los últimos meses que toda oferta debe pasar por las urnas. Por esa razón, esta semana, sectores soberanistas han vuelto a recordar y a destacar en webs y redes sociales una frase que pronunció el príncipe Felipe en el Parlamento catalán en el año 1990: «Cataluña será lo que los catalanes quieran que sea». El derecho a decidir es el nudo gordiano en las relaciones entre Cataluña y el resto de España y la propia Casa Real ha admitido que una de las causas de la abdicación fue que se espera un otoño «complicado», una referencia indirecta a la convocatoria del referéndum, previsto para el 9 de noviembre, que llevará al límite el choque entre las instituciones autonómicas y el Estado.
Tercera vía
¿Espera, por tanto, el Ejecutivo catalán que algo se mueva con el nuevo Monarca? «No queremos especular», admiten. «Cada uno que haga su trabajo y si luego hay cosas distintas de las que conocemos, bienvenidas serán y serán bien escuchadas, como hemos hecho siempre», afirma un conseller de Mas. El caso es que don Felipe, que es príncipe de Gerona, duque de Montblanc, conde de Cervera y señor de Balaguer, todas ellas localidades catalanas, ha intensificado en los últimos tiempos su presencia en Cataluña -docena y media de visitas en año y medio-, habla con fluidez el idioma de Pompeu Fabra y se ha encargado de tomar el pulso a la sociedad catalana. En Cataluña se le atribuye un talante más abierto que el de su padre. De hecho, poco antes de la elecciones autonómicas de noviembre de 2012, el entonces secretario general de Convergència, Oriol Pujol, deslizó que Cataluña está en «disposición de negociar», pero que si no lo hace es porque el «problema es que enfrente no tenemos al príncipe Felipe, sino que tenemos a Juan Carlos I».
El independentismo, de hecho, teme que el nuevo Rey pueda alentar una solución intermedia entre la actual situación y la secesión, la llamada tercera vía que proponen, con diferencias, Alfredo Pérez Rubalcaba (PSOE) y Josep Antoni Duran Lleida (CiU). De ahí que desde Convergència afirmaran que «se equivoca quien crea que con la abdicación se abre una tercera vía», pues existe la inquietud, de ahí el cierre de filas tan tempranero de Mas, de que en caso de activarse alguna alternativa negociada puedan abrirse grietas en el bloque soberanista, formado por cinco partidos, CDC, UDC, ERC, ICV y CUP. Existe también el recelo a que el debate entre Monarquía y República pueda distraer a sectores del soberanismo, que se alinean con el republicanismo.
Aun así, el 9 de noviembre está muy cerca y no es de esperar fisuras a corto plazo, al menos no antes de las hipotéticas elecciones plebiscitarias alternativas a la ausencia de una consulta. «El cambio en la Jefatura del Estado es muy importante, pero aún es más importante el sentimiento de fondo de los ciudadanos catalanes», concluyen desde la Generalitat.