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El Rey y el Príncipe, juntos en El Escorial

Don Juan Carlos, acompañado de su hijo, preside una ceremonia militar en el monasterio madrileño un día después del anuncio de la abdicación

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Un día después de que el Rey anunciara su abdicación, Don Juan Carlos y el Príncipe de Asturias se encontraron hoy por vez primera en un acto público castrense en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, lugar simbólico por estar ubicado el panteón real.

La Casa Real ha querido dar un carácter solemne a la celebración excepcional de la reunión del capítulo de la Orden de San Hermenegildo, creada hace dos siglos para premiar conductas militares ejemplares.

Pasadas las 12.30 de la mañana, el Príncipe, vestido de teniente coronel del Ejército de Tierra, ha llegado en un vehículo oficial a la explanada del monasterio de la sierra madrileña y apenas un minuto después lo hizo su padre, con el uniforme de capitán general del Ejército. Se trata del máximo rango castrense que adquerirá Don Felipe cuando sea coronado.

Con rictus serio, el Príncipe saludó a Don Juan Carlos nada más llegar a la explanada y después se dirigieron a la tribunal real. Se escucharon 'vivas' al Rey y al Heredero, y muchos aplausos entre el nutrido grupo de asistentes que ha asistido al acto.

Apoyado de una muleta, el Rey saludó a las autoridades civiles y militares, entre los que se encontraban los jefes de la cúpula militar; el presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González; el director general de la Guardia Civil, Arsenio Fernández de Mesa; y el gran canciller de la Orden de San Hermenegildo, el teniente general Francisco José García.

Ya sentados en la tribuna real, han asistido al desfile de la Guardia Real, se ha cantado el himno de España con las 21 salvas de honor y han rendido homenaje a los caídos por España. Fue entonces cuando se pudo ver a Don Juan Carlos y al futuro Rey, emocionados, cantando 'La muerte no es el final'.

Media hora después concluyó el acto y el Príncipe le pidió a su padre que saludase al público antes de entrar en el monasterio, donde se celebró un oficio religioso presidido por el arzobispo castrense, Juan del Río. Después se reunieron a puerta cerrada con los miembros de la Orden de San Hermenegildo.