La Reina Madre más profesional
La 'princesa griega' ha sabido ejercer su propio papel en sus 52 años de matrimonio y mantener unida a la familia, incluso en los momentos difíciles Doña Sofía queda en un segundo plano tras mantener su fidelidad al Rey como un deber de Estado
Actualizado:El elogio más común hacia Sofía de Grecia, incluso de labios del propio Rey, es que es «una gran profesional». Sus biógrafos han supuesto que como sufrió el exilio de muy niña, cuando su padre, el rey Pablo, fue derrocado por el golpe de Estado de los coroneles helénicos en 1941, sabía bien lo que le esperaba si salía mal la difícil instauración de la monarquía en la España postfranquista. Se empleó a fondo y construyó una imagen sólida de soberana impecable, con lo justo de distancia y amabilidad, pero siempre todo bajo control.
Pese a este oficio, con el paso de los años, la mujer Sofía ha salido a la superficie en momentos clave, para asombro de los 'sofiólogos', a los que había acostumbrado a que nunca se moviera del guión. Hay un punto de inflexión en su visita exprés a don Juan Carlos en el hospital, en abril de 2012: Quince minutos en la habitación y un 'toblerone' de regalo, dos días después de que éste fuera operado tras su escandalosa caída en la cacería de Botswana. La reina estaba fuera de España, celebrando la Pascua ortodoxa, y no quiso anticipar su regreso cuando supo el accidente.
Entonces supimos que el monarca tenía una 'amiga entrañable', Corina, alojada en un pabellón del complejo de La Zarzuela, que se iba a cazar elefantes a pesar de la crisis aplastante que sufrían us súbditos. La convulsión fue más allá del papel couché. El gesto, pese a ser tan inusual e inesperado, humanizó a la soberana. La opinión pública captó el mensaje y se solidarizó con ella. Entonces, alcanzó las mayores cotas de popularidad en medio del descrédito en que caía la institución.
Un gesto de perdón
En septiembre de 2013, sin embargo, 'visualizó' su perdón con un gesto que sorprendió a quienes esperaban la llegada de los nuevos reyes de Holanda a la Zarzuela. Momentos antes de recibir a los Orange, Guillermo y Máxima, doña Sofía dio un rápido beso en la mejilla al rey. Se acababa de enterar de que Juan Carlos tenía que volver a ser operado.
Desde que las aguas empezaron a bajar turbulentas para la Casa Borbón, doña Sofía intensificó sus apariciones y sus viajes al exterior, en busca de un perfil solidario con los más desfavorecidos.
Sus gestos han sido observados con lupa y han dado de ella una imagen más allá de la biografía oficial: Nacida en Atenas, de 75 años, hija mayor del rey Pablo, se casó en 1962 con don Juan Carlos, a quien conoció en 1954 durante un crucero por las islas griegas. Estuvo en el exilio de 1941 a 1946 y la experiencia fue tan dura para ella y su familia que hizo la promesa de no volver a comer carne ni a bailar. De ahí su tradicional alimentación vegetariana y que solamente dance cuando es obligado por el protocolo.
Estudió en Alemania y vivió en Egipto; muestra un especial interés y sensibilidad por la cultura, en especial por la música y la arqueología. Ama también a los animales.
Madre de tres hijos, Elena (1963), Cristina (1965) y Felipe (1968), doña Sofía se ha esforzado por mantener unida a su familia en mitad de la crisis causada por la imputación de su yerno, Iñaki Urdangarin, en el caso Noós, en escándalo de corrupción que amenaza a la infanta.
En el reciente homenaje a sus padres en el cementerio de Atenas, Sofía se hizo acompañar de sus tres hijos, pero no pudo evitar que se viera el distanciamiento entre Felipe y Letizia y Cristina, que evitaron que se les fotografiara, ni siquiera cerca unos de otro. Pero a pesar de este evidente malestar, la reina ha mostrado en público su afecto hacia sus nietos Urdangarin, a los que se esfuerza por reunir con los demás pequeños de la familia en cuantas ocasiones se le presentan.
La unión familiar, su reto
Mantener unidos a los suyos es ahora una tarea fundamental para ella, y así lo ha hecho ver frente a quienes querían que fuera aún más allá de la directriz oficial de eliminar a los duques de Palma de la agenda.
El divorcio de su hija Elena y Jaime de Marichalar, presentado como 'supensión temporal de la convivencia', fue un primer disgusto para la monarca. Sin duda, es una mujer de su época, es decir, anclada en un mundo de convenciones en los que los divorcios no están normalizados. Pese a esto, sus declaraciones en contra del matrimonio homosexual, contenidas en un libro de la periodista Pilar Urbano, causaron un gran revuelo.
Los cronistas coinciden en que la Reina nunca se separará del Rey y que su unión es absolutamente indisoluble. «Hasta que la muerte nos separe», como dice el rito. Pero consiste, sobre todo, en un deber.
Pero si en algo se ha empleado a fondo es en la formación de su heredero, el Príncipe de Asturias. Su relación con él es muy estrecha: entre ellos hablan en inglés y dicen tener un carácter parecido. La debilidad de la reina por su hijo menor quedó clara la primera vez que éste, muy niño, entregó en Oviedo los premios de su nombre y pronunció su primer discurso. Doña Sofía, desde el palco del teatro Campoamor, no podía ocultar su emoción.
Un modelo para Letizia
Como prueba definitiva de esta complicidad, la reina tuteló su controvertido matrimonio con Letizia Ortiz, a la que ha elogiado con entusiasmo. La ahora futura reina de España la considera un modelo para su papel futuro. Su segunda hija, no en vano, se llama Sofía.
La princesa griega ha atravesado la historia de España en estos 52 años de matrimonio y ha dejado un ejemplo de compromiso y responsabilidad. No sólo ha sido compañera, sino que ha forjado su lugar propio en la construcción de la España moderna, con sutileza, inteligencia y formalidad. Ha sabido encarnar, desde el primer día de entronización, con su traje color fresa ante las severas Cortes franquistas, un modelo de Estado moderno, sin cortesanos, que ha dado al país la mejor época de su historia.
Doña Sofía, que desde febrero pasado tiene asignado, por expreso deseo del Rey, un sueldo de 131.739 euros, pasará ahora a un segundo plano. De seguro, ahora podrá descansar y decirse a sí misma: «Misión cumplida».