Boko Haram desdeña las amenazas mundiales
La guerrilla radical nigeriana responde con extrema brutalidad a la declaración de guerra firmada en París
Actualizado: GuardarNo son buenos tiempos para François Hollande. Tras el último varapalo electoral, el inquilino del Elíseo ha asegurado que Europa se ha vuelto incomprensible. Ahora bien, tampoco África parece fácilmente interpretable para el estadista francés. Las intervenciones militares galas en Malí y República Centroafricana no han resuelto los conflictos. Hace quince días, además, ejerció de anfitrión en la cumbre en torno a Boko Haram celebrada en París. Entonces, manifestó su intención de apoyar a los países implicados en la erradicación de la banda.
El reclamo emotivo que produce el secuestro de 200 adolescentes oculta una situación mucho más grave y compleja, con episodio diarios de violencia extremadamente sádicos, donde la única guía es provocar el terror colectivo. La marea solidaria en torno al lema 'Bring Back Our Girls' puede ser asumido por todos los públicos, incluso Hollywood. Pero la realidad cotidiana del norte de Nigeria es mucho más compleja. Los medios de comunicación siguen primando toda la información relacionada con las menores y olvidan que hay otras víctimas.
La estrategia de los insurrectos en los últimos quince días encarna la demostración de su músculo asesino. Los ataques se han multiplicado, han alcanzado a todos los estamentos y ampliado su radio de acción. Las 'razzias' nocturnas son constantes e, incluso, simultanean varios objetivos, se abaten sobre una población y son capaces de regresar para caer sobre las comitivas fúnebres. Los yihadistas aprovechan las concentraciones de los mercados y las carreteras concurridas para provocar matanzas, pero también envían lecciones sibilinas irrumpiendo en poblaciones y provocando ejecuciones selectivas.
La remota zona aledaña al Lago Chad se ha convertido en su escenario habitual de operaciones, pero no hay límites. Los extremistas golpean Kano, la capital del norte, y originan la mayor matanza de los últimos tiempos en Jos, a más de 500 kilómetros de su bastión en el noreste de Nigeria. El pulso se dirige a todo el orden social, extremadamente conservador, que rige en los territorios septentrionales. Los radicales se abaten sobre un complejo de los cuerpos de seguridad y acaban con la vida de más de 30 soldados y policías. Hace 48 horas secuestran a la comitiva de tres nobles locales y asesinan a uno.
Masacre en el estadio
Al menos 40 personas murieron ayer al explotar una bomba en un estadio de fútbol de Mubi, en el noreste de Nigeria, declaró a la AFP un oficial de la policía. Esta localidad ya fue blanco de ataques de Boko Haram. La explosión ocurrió a las 19,30 hora española, cuando los espectadores salían del estadio, precisó el policía. Al cierre de esta edición se desconocía si había futbolistas entre las víctimas, pero la mayoría de los afectados eran, al parecer, espectadores.
La mayor concentración bélica se produce en los tres estados nigerianos bajo la situación de emergencia, pero la capacidad operativa de Boko Haram se expande por el oeste, donde se ha comprobado la existencia de células que ya controlan la predicación de los viernes en las mezquitas exigiendo fidelidad y el abandono de las escuelas. Extorsionan, captan adeptos prometiendo la gloria y una motocicleta, y eliminan a los líderes locales menos afines.
El presidente nigeriano, Goodluck Jonathan, tan apesadumbrado como su colega galo, ha demostrado similar ceguera al asegurar la pasada semana que el terrorismo internacional ha hincado sus garras en su país, que el problema es ajeno y común al resto del planeta.
La declaración de guerra contra Boko Haram enmascara, según los analistas locales, un diálogo encubierto cuyo primer fruto debía ser la liberación de las alumnas y cierta amnistía limitada que el presidente frustró en el último momento. Recientemente también se informó de que el Pentágono había negado toda posibilidad de victoria de un Ejército lastrado por la corrupción, carente tanto de balas y vehículos como de la moral combatiente en un medio controlado por sus enemigos.
A la manera del Vietcong, los milicianos cuentan con rutas clandestinas que sobrepasan los límites nacionales. Utilizan los países limítrofes para buscar refugio, suministros e, incluso, fondos mediante los secuestros de extranjeros. La provincia nigerina de Diffa y la camerunesa de Far North son sus semilleros, tierra de provisión, reclutamiento y acogida, al hallarse en contextos similares a los de su procedencia.
El día de la declaración de París, los guerrilleros secuestraron a diez trabajadores chinos en esta última república, que acaba de enviar otros 1.000 soldados en un intento de blindar la frontera.