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A la izquierda, el candidato del PPE, Juncker, posa ante los medios junto al socialista Schulz, el pasado mayo en Hamburgo. :: F. B. / REUTERS
MUNDO

La UE busca un plan B a Juncker

Las dudas de Merkel sobre el candidato del PPE a presidir la Comisión desatan los rumores sobre otros candidatos

ADOLFO LORENTE CORRESPONSAL
BRUSELAS.Actualizado:

Cinco aspirantes y sólo dos candidatos con opciones reales de ganar, de convertirse en el primer presidente de la Comisión Europea elegido directamente por los ciudadanos a través de las urnas. Un 'leitmotiv' repetido hasta la saciedad por las instituciones comunitarias blandiendo el Tratado de Lisboa. Todo se haría con luz y taquígrafos, lejos de las habituales penumbras de los despachos bruselenses, berlineses o parisinos. El 25-M, el candidato del Partido Popular Europeo (PPE), Jean-Claude Juncker, superó al socialista Martin Schulz (S&D) por 23 escaños: 214 frente a 191, del total de 751 que había en juego. ¿Juncker, presidente? Ni mucho menos.

Molesto y algo nervioso por no haber recibido una cerrada defensa de la canciller alemana -fue su gran valedora al auparlo a la candidatura de los populares-, Juncker mantiene que él ha ganado las elecciones y que él debe presidir el Ejecutivo de Bruselas hasta 2019. Los socialistas, por su parte, reconocen su victoria, pero le invitan a lograr una mayoría suficiente para ser nombrado: 376 de los 751 votos de la Eurocámara. Una cifra que desde la lógica política sólo es posible sumar si fructifica una gran coalición entre las dos principales familias políticas de la UE.

El problema para el ex primer ministro luxemburgués es que la todopoderosa Angela Merkel se ha sumado al discurso de la S&D: «El PPE es el partido más fuerte y Jean-Claude Juncker es mi candidato, pero ningún partido tiene mayoría por sí solo en el Parlamento, así que tenemos que mirar a un grupo más amplio de personas adecuadas», declaró el miércoles, al término de la cena de jefes de Estado y de gobierno en Bruselas para analizar los resultados electorales y sobre todo, para trazar una hoja de ruta que logre frenar la ola euroescéptica liderada por la extrema derecha en bastiones clave como Francia.

En la cumbre se habló mucho más de la música -crecimiento, empleo...- que la Comisión debe tocar en lugar de quién será el director de orquesta. Algo paradójico, porque aquel mismo martes, horas antes, los presidentes de los grupos parlamentarios de la Eurocámara acordaron dar la iniciativa a los populares de Juncker para que intente aunar los 376 escaños necesarios para su investidura. En el Consejo, por contra, los líderes europeos dieron un mandato a su presidente, Herman Van Rompuy, para que hable con todas las partes y sondee qué alternativas existen para alcanzar una mayoría. De Juncker, pese a ganar, ni palabra.

Esta incertidumbre sobre los candidatos ha motivado la indignación del Parlamento Europeo, que exige que se respeten las reglas del juego y uno de los cinco aspirantes que compitieron en las urnas sea finalmente el escogido. Un ataque al que también se han sumado los cinco candidatos en liza -Juncker, Schulz, el liberal Guy Verhofstadt, Alexis Tsipras (izquierda radical) y Ska Keller (Los Verdes)- que han llegado a decir que no respetar los resultados sería un «golpe definitivo para la democracia europea». ¿Pero qué es lo que estipula el Tratado respecto a esta cuestión?

El polémico artículo 17.7 dice que «teniendo en cuenta el resultado de las elecciones al Parlamento Europeo y tras mantener las consultas apropiadas, el Consejo Europeo propondrá al Parlamento Europeo, por mayoría cualificada, un candidato al cargo de presidente de la Comisión. El Parlamento Europeo elegirá al candidato por mayoría de los miembros que lo componen (...)».

La polémica está servida. ¿Qué es «tener en cuenta»? El Consejo nunca vio con buenos ojos un artículo que finalmente se redactó con la suficiente ambigüedad como para justificar cualquier decisión final que se tome. Tan es así que Merkel aseguró que como jefa de filas de la CDU alemana apuesta por Juncker, pero que como canciller de todos los alemanes debe respetar los tratados, rechazando que exista un automatismo entre ganar las elecciones y presidir el Ejecutivo que ahora lidera Durao Barroso.

El veterano ex primer ministro luxemburgués se ha topado, además, con el rechazo de Reino Unido y Hungría, que buscan aliados para intentar vetarle en el propio Consejo, antes de ser propuesto formalmente al Europarlamento. Suecia y Holanda también han mostrado muchas reservas. En total, deben sumar 93 votos para lograr su bloqueo, una tarea compleja pero no imposible.

Demasiados impedimentos para una Europa noqueada por el tsunami euroescéptico que lo que menos necesita ahora es ofrecer una imagen de división para elegir a uno u otro candidato. Merkel no quiere ruido ni más polémicas. Sin embargo, su equidistancia ha sido duramente criticada dentro de Alemania, algo que parece haberle hecho recular, al menos en el discurso: «Las conversaciones que estoy manteniendo son con el espíritu de que Jean-Claude Juncker sea el próximo presidente de la Comisión». Incluso sus socios en el Gobierno germano, los socialistas, le piden que respete el resultado de las elecciones.

Cameron vota por la danesa

En definitiva, demasiadas dudas que han motivado que en los últimos días gane peso la llamada tercera vía, esa de la que se hablaba antes de las elecciones pero a la que nadie quería dar pábulo por «respeto» a los electores. Ni Juncker ni Schulz. Fuentes diplomáticas juran y perjuran que no existía un 'tapado' pero reconocen que existen diferentes nombres que suenan desde hace semanas. Eso sí, estas mismas fuentes vaticinan que como el candidato final no sea ni Juncker ni Schulz, «el lío puede ser gordo por la pérdida de credibilidad en un momento tan delicado». Una realidad en la que la credibilidad, precisamente, es la mejor arma para combatir el euroescepticismo.

En ese ramillete de potenciales aspirantes, la primera ministra de Dinamarca, la socialista Helle Thorning-Schmidt, tiene varios puntos a su favor. Primero, es la preferida del primer ministro británico, David Cameron, que ha planteado un serio pulso a la UE de indeterminadas consecuencias; y segundo, su país no está en el euro, un factor que potencias como Francia no verían del todo mal para darle mucho más peso al Eurogrupo frente a la Comisión.

La baza Christine Lagarde, la actual directora-gerente del FMI, siempre ha sonado con fuerza en Bruselas como una alternativa tecnócrata, como también lo ha hecho la recién reelegida primera ministra de Lituania, Dalia Grybauskaite, ojito derecho de Merkel. En el capítulo de hombres, tres son los líderes que parten con ventaja y todos de la familia del PPE. Enda Kenny ganó muchos enteros en la gestión de la salida de Irlanda del rescate, el polaco Donald Tusk es siempre un fijo en las quinielas comunitarias, un rol que también tiene el finlandés Jyrki Katainen, cuya juventud (apenas 42 años) le llevará a ser uno de los grandes líderes de la UE a medio plazo.