Rajoy admite que no tiene «conejos en la chistera» para ofrecer a Cataluña
El presidente del Gobierno dice a los inquietos empresarios catalanes que no habrá consulta porque espera que Mas se mueva
SITGES.Actualizado:Amplios sectores del mundo de la política y de la economía de Cataluña esperaban con expectación el discurso de Mariano Rajoy en las jornadas del Círculo de Economía, en Sitges (Barcelona), un foro de debate donde el presidente del Gobierno juega casi en casa, pues lleva once años acudiendo a la cita. Sin embargo, aquellos que confiaban en que tras las elecciones europeas, liberado del corsé de los comicios y al calor del respaldo que los partidos soberanistas han tenido en las urnas, pudiera mover ficha para desencallar la cuestión catalana, se marcharon a sus casas bastante decepcionados. Y con la sensación de que la colisión es inevitable. Porque ambas partes en litigio comparten lo que dijo ayer Rajoy: que si hay «choque de trenes» es debido a que «alguno (el otro) va por la vía equivocada».
Rajoy estuvo más conciliador que en sus anteriores visitas a Cataluña y trató de huir de la etiqueta que le han colgado desde el nacionalismo catalán de inmovilista y de político enrocado, pero en el fondo no se movió ni una coma de sus tesis sobre el proceso soberanista catalán: se mostró abierto al diálogo con Artur Mas, aunque dentro de la ley y con absoluta transparencia, lo que excluye hablar sobre la consulta, precisamente casi lo único que quiere tratar Mas, y consideró «impensable» que se acabe celebrando el referéndum del 9 de noviembre.
Los empresarios le apretaron más que nunca en estas jornadas que tienen un cariz económico, aunque el debate político siempre se acaba imponiendo. «Aborde ahora el asunto catalán», le reclamó el presidente del Círculo de Economía, Antón Costas. «La tentación de no hacer nada, nos aboca a una solución de extremos. Haga pequeños gestos que abran la esperanza», le trasladó Costas. Fue casi la misma petición que le lanzó dos días antes a Artur Mas en el arranque de la reunión. Los dos mandatarios expresaron ante el mundo de la empresa su disposición al diálogo, si bien ninguno de los dos dejó entrever la más mínima intención a renunciar a sus postulados y ninguno de los dos dio a entender que vaya a tomar la iniciativa para descolgar el teléfono.
Sin propuesta
Si acaso, la única parte que dejó una pequeña puerta abierta al entendimiento entre el Gobierno central y el catalán fue su afirmación de que «nunca» se ha negado a reformar la Constitución. Pero el caso es que Rajoy no parece tener ni la más mínima intención de dar un paso al frente en esa dirección. O sea, que lo que espera, en todo caso, es que las demás fuerzas políticas lleguen a una propuesta que a él le parezca viable. De hecho, insistió en que hace falta saber para qué y con qué objetivo se quiere hacer una reforma, si es para adoptar un sistema federal simétrico, uno asimétrico o una revisión de las competencias. No parece tener tesis propia.
El jefe del Ejecutivo lanzó incluso un aviso: «No me sacaré ningún conejo de la chistera». Quizá espera que lo haga Mas, al que hace unos meses reclamó, no en vano, «imaginación» para salir de la encrucijada, pero dentro de los márgenes de la ley. Así, situó una vez más el límite de la hipotética negociación con el Palau de la Generalitat en la Carta Magna y recordó que no amparará nada que no sea legal, en este caso un referéndum contra el que ya se han pronunciado en contra el Tribunal Constitucional y el Congreso de los Diputados. «A partir de ahí estoy dispuesto a escuchar con mucha atención, no estoy enrocado», insistió.
Rajoy trató además de hacer pedagogía sobre su postura, criticó al jefe del Gobierno catalán haber llegado a un acuerdo sobre la fecha y las preguntas de la consulta sin habérselo comunicado e insinuó que, en los últimos meses no ha mostrado demasiado interés en arreglar las cosas por la vía del diálogo. «Desde entones no me ha llamado», le recriminó. Es la misma crítica que hizo en el debate parlamentario en el que se negó la tranferencia a Cataluña de la competencia para celebrar refrendos.