Mingote secreto, original, íntimo y libre de censuras
Isabel Vigiola y Antonio Astorga recopilan los dibujos censurados y desconocidos del genio del humor gráfico fallecido hace dos años
MADRID.Actualizado:«Creía saberlo todo de Antonio, y no». Lo reconoce Isabel Vigiola, viuda de Antonio Mingote, genio de humor gráfico y la viñeta, académico de la Lengua fallecido hace dos años y cuya ingente obra es aún un iceberg con un alto porcentaje de materia sumergida. Vigiola la saca a la luz con el auxilio de Antonio Astorga, periodista que en sus muchos años en la redacción de ABC fue cómplice y amigo del maestro. Vigiola y Astorga son responsables al alimón de 'Mingote reservado. El taller desconocido en un genio' que publica Edaf. Rescata en 300 páginas dibujos y caricaturas desconocidas junto a documentos, fotografías, notas, apuntes y cartas inéditas. «Es un recorrido por la vida desconocida de un ser de luz maravilloso, en el que Cervantes hubiera encontrado a su alter ego», asegura Astorga.
Vigiola, fiel albacea del legado de su marido, buceó con Astorga en el proceloso océano de cajas y carpetas que encierran parte del legado del maestro. Hallaron apuntes, bocetos inéditos y dibujos censurados o que, por muy diversa circunstancias, no llegaron a la rotativa del diario al que Mingote se mantuvo fiel durante más de seis décadas.
Revelan al Mingote más íntimo, original y desconocido. Rescatan sus tempranos apuntes del frente de Castellón durante la Guerra Civil y que según su viuda, «acaso él no hubiera querido publicar», e incluyen parte de su correspondencia, a su madre y las enamoradas misivas que remitió a su esposa.
Lo más revelador del libro está en el más de medio centenar de dibujos realizados entre 1964 y 1974 que no superaron el celo del censor. Viñetas de temas muy variados -política, religión, justicia o la guerra de Vietnam- que se quedaron en el limbo. Su viuda asegura que el propio dibujante «se autocensuraba» y que agradecía la plena libertad que siempre tuvo en el rotativo en el qué debuto en 1953. Un ejercicio de libertad que le granjeó tantos admiradores como enemigos. «Prefería las críticas a los halagos, ya que segué él, se podía aprender más de las primeras», recuerda Vigiola.