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Una victoria de otros tiempos para El-Sisi
El exjefe del Ejército se convierte en presidente de Egipto con un 93% de los votos, a pesar de la elevada abstención
EL CAIRO. Actualizado: GuardarCon un resultado más propio de la época prerrevolucionaria, el exjefe del ejército Abdelfatah el-Sisi se convertirá en el próximo presidente de un Egipto dividido después de arrasar en unos comicios que irónicamente han ayudado a sembrar más dudas sobre su legitimidad democrática. Los resultados preliminares le otorgan más del 93% de los votos mientras que la participación, a pesar de los desesperados esfuerzos de unas autoridades volcadas con el favorito, que la cifran en el 46%, ha quedado muy por debajo de las expectativas de un hombre al que el 'establishment' había presentado como salvador de la patria.
Si la victoria de El-Sisi era segura, la derrota de su único rival, el izquierdista Hamdin Sabahi, no se esperaba tan amarga. En unos comicios con tan sólo dos candidatos, el nasserista ha quedado, con un 3%, tercero en número de votos por detrás de los sufragios nulos, que han rozado el millón de papeletas. Sabahi reconocía ayer su fracaso, aunque denunciaba graves irregularidades y un partidismo vergonzoso del Gobierno con su oponente.
Pero, sobre todo, el veterano político ponía el dedo en una llaga que hasta hace no mucho se pasaba por alto en Egipto pero que hoy, en un país que despertó a la política hace tres años, se ha convertido en uno de los mayores indicadores de legitimidad: la participación. «Los datos que se han dado son un insulto a la inteligencia», denunció Sabahi, quien considera que no se puede dar «ninguna credibilidad» a las cifras facilitadas por las autoridades.
Tres años y medio después de la revolución que derrocó al que muchos egipcios veían como el «último faraón», Hosni Mubarak, la victoria del exmariscal recuerda a los tiempos en los que los presidentes ganaban con más del 90% de los votos. Mientras los medios privados afines a El-Sisi celebraban el «éxito» de las elecciones, y el presidente interino, Adli Mansur, aseguraba que «el pueblo egipcio ha hecho historia de nuevo y ha dado un ejemplo», los datos oficiales despertaban los recelos de muchos ciudadanos, que no comprendían cómo era posible que casi la mitad de los electores hubieran ido a votar cuando los centros electorales estuvieron aparentemente más vacíos que en convocatorias anteriores. Por su parte, los Hermanos Musulmanes cifraron el boicot en un 90% y llamaron a una «tercera ola revolucionaria» contra El-Sisi.
Sospechoso o no, lo cierto es que los esfuerzos de las autoridades, que prolongaron hasta un tercer día los comicios, amenazaron con multar con más de 50 euros a los abstencionistas y repartieron billetes de tren gratuitos para que los ciudadanos pudieran viajar a las localidades en las que estaban registrados para votar, parecen haber dado sus frutos. Si las cifras provisionales se confirman, más de 23 millones de personas habrían votado a El-Sisi, casi 10 millones más que a Mursi en 2012.
Críticas de los observadores
Su mandato, sin embargo, empieza cuestionado. «Unas elecciones democráticas no son necesariamente justas», aseguraba ayer la misión de observación de la UE, que constató que los comicios se celebraron «conforme a la ley», pero en un entorno de opresión. El grupo de observadores manifestó su preocupación por las restricciones a la libertad de expresión o la exclusión de una parte importante del espectro político del proceso electoral.
Para el entorno de El-Sisi, que el pasado julio lideró el golpe de Estado contra el islamista Mohamed Mursi, era importante proyectar al exterior una imagen de limpieza democrática que le ayudara a deshacerse de las dudas que penden sobre la legitimidad de la intervención militar. Pese a los interrogantes que aún despierta, no parece que las potencias internacionales estén dispuestas a cuestionar el 'status quo' instaurado por el ejército.
El informe preliminar de la UE presentado ayer fue más que benévolo con el proceso y Washington ha reanudado la ayuda militar que otorga anualmente a Egipto. El presidente estadounidense, Barack Obama, reconocía el pasado miércoles que «nuestra relación está anclada en intereses de seguridad».