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Editorial

Claro que podemos

JULIO MALO DE MOLINA
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Los resultados electorales del domingo 25M se saltan por vez primera en 36 años el guión establecido por nuestra 'Modélica Transición'. Durante ese tiempo, el sistema diseñado por los sucesores del General Franco, con la colaboración de una oposición que resultó dócil, garantizaba un sistema bipartidista a nivel estatal que permitía la continuidad del aparato heredado, y del statu quo de los agentes económicos, en especial del Poder Financiero. Sobre todo en la etapa de calma que discurre desde el comienzo del gobierno de Felipe González (1982) hasta el primer mandato de Zapatero (2008). Una social democracia limitada mantuvo compatibles los intereses económicos de la Banca con políticas progresistas. Las limitaciones de una democracia manifiestamente mejorable se toleraban mediante un sistema de protección y de prosperidad aparentes. El cambio de la política económica que simboliza el acuerdo PP-PSOE para reformar sin referéndum el artículo 135 de la Constitución, y así priorizar el pago de la deuda a la inversión en servicios públicos (agosto de 2011), representa un notable empeoramiento en la calidad de vida de los ciudadanos.

Por más que se minimice el significado de estas elecciones a un Parlamento lejano y tal vez poco útil, han ocurrido cosas que preludian un comportamiento electoral diferente como consecuencia de la transformación del modelo económico. Por eso, los dos partidos que se vinieron repartiendo mayorías absolutas y gobiernos no han obtenido juntos la mitad de los sufragios, mientras que la suma de los votos a grupos de izquierda superan a los conseguidos por el bloque liberal. Más aún, los excelentes resultados de un grupo radical que cuestiona las bases del sistema, demuestra que el personal no se traga tan fácilmente la supuesta necesidad de recortes, competitividad y pagar las deudas antes que nada. Podemos emerge como una alternativa razonable para quienes aspiran a un mundo diferente, e Izquierda Unida avanza pese a no haber sabido renovarse suficientemente. En los Consejos de Administración de los grandes Bancos el lunes había caras largas. Puede que esto sea algo más que un aviso, de hecho creo sinceramente que la mayoría de la población no acepta que los intereses de los dueños del dinero prevalezcan sobre los derechos de los ciudadanos.