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Jean-Claude Juncker se seca el sudor en la sede popular de Bruselas durante la noche electoral. :: REUTERS
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Europa busca líder para la gran coalición

Los socialistas harán sudar tinta al vencedor, el aspirante popular, si quiere presidir la ComisiónLos líderes comunitarios cenan hoy en Bruselas para iniciar un baile de cargos en el que todo es posible, hasta que Juncker y Schulz sean descartados

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Escépticos, radicales, eurófobos, xenófobos, neonazis... Sí, como venían pregonando los grandes líderes comunitarios en las últimas fechas, las elecciones del domingo eran tan importantes porque iban a ser diferentes. Y tanto que lo fueron. Pero no por lo que ellos pretendían -por la elección en las urnas del presidente de la Comisión-, sino por el seísmo euroescéptico que hizo temblar los cimientos de la Unión Europea y cuyo epicentro se detectó en Francia, sobre todo, y en Reino Unido. Todo una aviso a navegantes para unas instituciones castigadas por su gestión de la crisis y que deberán ahora dar un giro de 180 grados a sus políticas para evitar que esta desafección -apenas votaron el 43% de los europeos- sea convierta en una metástasis imposible de cortar.

Una lectura algo más pausada tras el 'shock' del 25-M arroja elementos de cierta tranquilidad para el futuro de un Parlamento Europeo que mantendrá una más que holgada mayoría europeísta que suma un 70% de sus 751 escaños. Populares y socialistas están abocados a sentarse a negociar y cerrar una gran coalición para elegir primero al presidente de la Comisión y luego para acordar las grandes líneas de actuación de una Europa que necesita nuevas dosis de vitalidad para fomentar el crecimiento y sobre todo, el empleo. PPE (213), S&D (190), Liberales (64) y Los Verdes (53), los cuatro defensores de Europa, sumarían 520 escaños frente a un batiburrillo de siglas radicales que en el mejor de los casos podrían rondar el centenar de asientos, a la espera de que se cierre el recuento.

«Habrá más guirigay, más algarabía, más ruido en la gestión del día a día de la Eurocámara, pero al final, la capacidad de influir de este bloque va a ser nula incluso en el caso de que todos se lleguen a poner de acuerdo, algo muy complicado al haber siglas que no comparten absolutamente nada más que su odio a Europa. Y en algún caso, ni eso», recalcaron ayer fuentes diplomáticas.

Superado el mal trago del domingo, llega el momento de afrontar un diálogo político que requiere de una elevada altura de miras para intentar tejer acuerdos que se antojan complicados. Llega el momento el de la gran coalición, del pacto entre populares y socialdemócratas, que no querían verla ni en pintura. Sin embargo, las matemáticas mandan y la única suma políticamente lógica para que el candidato a presidir la Comisión tenga los 376 votos necesarios del Parlamento requiere, sí o sí, del acuerdo de las dos grandes familias.

El PPE, el luxemburgués Jean-Claude Juncker, es el gran favorito al hacerse con la victoria con 23 escaños de diferencia sobre el aspirante socialista, Martin Schulz, que sin embargo se resiste a echarse a un lado a la espera de buscar apoyos puntuales de otros grupos que sin embargo jamás le darían para sumar esos 376 asientos. «Será un buen presidente de la Comisión», zanjó ayer el secretario general del S&D, que aseguró que el PPE es el «mayor grupo político pero también el perdedor más grande» al dejarse por el camino 60 escaños, subrayó Post.

«No vale la pena hacer demasiadas conjeturas. La única opción posible es la gran coalición», recalcó por su parte un Juncker que volvió a postularse como único candidato a presidir el Ejecutivo de Bruselas por haber ganado las elecciones. Respecto a las muchas dudas suscitadas en el Consejo Europeo, recalcó que el Tratado de Lisboa es «claro» y que se debe tener en cuenta el resultado a la hora de proponer al aspirante. «A la cena de mañana (por hoy), llegaré como ganador de unas elecciones, no de rodillas», advirtió.

Todo es posible. Tanto, que ni siquiera es descartable que ninguno de los dos candidatos electorales sean finalmente la opción que sea presentada por el Consejo ante la Eurocámara a mediados de julio. Una hipótesis que todos los aspirantes, sin excepción, han criticado con extrema dureza al asegurar que sería un «golpe mortal a la democracia europea».

Pero lo cierto es que nadie tiene los suficientes apoyos y sin ellos, sin la capacidad de alcanzar los 376 escaños de la Cámara de Estrasburgo, no hay nada que hacer. Sorprende la postura de la canciller, Angela Merkel, que pese a haber postulado al ex primer ministro luxemburgués, ahora se desmarca de forma sutil asegurando que es el candidato del PPE pero recordando al mismo tiempo que no tiene mayoría.