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Militares jordanos rinden honores a Francisco a su llegada a Ammán. :: ANDREW MEDICHINI / EFE
Sociedad

«La paz no se compra ni se vende»

El Papa pide que termine la guerra en Siria, una «solución justa» para Palestina e Israel y que la comunidad internacional «no deje sola a Jordania», destino de millones de refugiados

ÍÑIGO DOMÍNGUEZ ENVIADO ESPECIAL. JERUSALÉN
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El Papa ha insistido en que su viaje a Tierra Santa, que empezó ayer al aterrizar al mediodía en Jordania, es «estrictamente religioso». Por eso dura apenas tres días, sin temor a no cumplir con el protocolo, y también porque quería calcar el programa que hace 50 años siguió Pablo VI en el primer viaje de un pontífice al extranjero. Sobre el papel Francisco conmemora aquella visita, y sobre todo el histórico abrazo en Jerusalén del papa con el patriarca ortodoxo de Constantinopla, Atenágoras, que puso fin a la enemistad de mil años de cisma. Sin embargo, se impone la realidad y en sus tres discursos de ayer en Jordania, de lo que más habló Bergoglio fue de Siria, y del dolor de los refugiados de esa guerra y de otros conflictos. Francisco pidió varias veces la paz en Siria y también, nada más llegar a Ammán, una «justa solución al conflicto de israelíes y palestinos».

«Que nadie se empeñe en que las armas solucionen los problemas y que todos vuelvan a la senda de las negociaciones. La solución, de hecho, sólo puede venir del diálogo y la moderación, de la compasión por quien sufre, de la búsqueda de una solución política y del sentido de responsabilidad hacia los hermanos. Dios convierta a los violentos y a aquellos que tienen proyectos de guerra», dijo el Papa en el último acto del día, el más familiar, un encuentro con jóvenes refugiados y discapacitados a orillas del Jordán. Fue donde se soltó, porque se calentó e improvisó, con gesto duro, palabras de condena contra «la avidez de dinero» y «los criminales que venden armas», algo que no estaba en el texto escrito. En la misa de Ammán, a primera hora de la tarde, también dijo que «la paz no se puede comprar ni vender», sino que es «un don» que se debe buscar en «pequeños y grandes gestos» de la vida cotidiana.

Libertad religiosa

Puede chocar que en Jordania el pontífice hable más que nada de otros países y otros problemas, pero es algo natural. Este país vive inmerso en los problemas de los demás, que son los suyos. Millones de refugiados de Irak, Palestina y, en los últimos tres años, 500.000 de Siria, viven en Jordania. Y siguen llegando. Francisco elogió la «generosidad» del país para acogerlos y pidió a la comunidad internacional que «no deje sola a Jordania ante la emergencia humanitaria».

La libertad religiosa es un asunto clave de este viaje, pues el fanatismo islámico y también judío, además de las guerras, son causas de la drástica reducción del número de cristianos en Oriente Medio. Son un 2%, cuando hace 50 años eran el 10%. De hecho, en sus dos siguientes escalas, a partir de hoy, pisa lugares problemáticos para los fieles. En Cisjordania, donde pasará la mañana, la convivencia es serena, pero no así en Gaza. En la franja controlada por Hamás sectores radicales acosan a la minoría cristiana. Quedan unos 1.500 ortodoxos y un centenar de católicos.

En cuanto a Israel, en los últimos años están creciendo los ataques a cristianos de grupos judíos de extrema derecha bajo el lema 'El precio a pagar'. Con motivo de la visita del Papa, que llega esta tarde a Tel Aviv, han redoblado sus agresiones y la Policía ha efectuado varios arrestos, con órdenes de alejamiento para evitar desórdenes.

Bergoglio también aprovechó en Jordania para declarar su «profundo respeto y consideración a la comunidad musulmana», pues Jordania es el primer país islámico que pisa desde que fue elegido, en marzo de 2013. El rey Abdalá II, precisamente, se ha prodigado en favorecer el diálogo con los cristianos y, por ejemplo, promovió en 2008 los pasos para cerrar las heridas tras la polémica del discurso de Benedicto XVI en Ratisbona.

La estampa más sugerente de la jornada fue ver a Francisco al atardecer, con la luz dorada del desierto, en las orillas del Jordán, donde la tradición sitúa el bautismo de Jesús. Pero también antes, la misa en el estadio de Ammán, reflejó la variedad y riqueza de las iglesias cristianas en Oriente Medio. En el altar, cada patriarca representaba una historia milenaria que nace en los orígenes de la fe cristiana, normalmente eclipsada por el protagonismo de la Iglesia de Roma: estaban Fuad Twal, patriarca latino de Jerusalén; el greco-católico Gregorio Laham, el copto católico Ibrahim Isaac Sidrak, el armenio católico Narciso VIII, el sirio católico Ignacio José III Yunán, el caldeo Luis Rafael I Sako y el maronita Bichara Rai, del Líbano, que ha recibido críticas de Hezbolá por decidir ir a Israel a acompañar al Papa.