El UKIP convulsiona la política británica
Actualizado:El Partido de la Independencia de Reino Unido (UKIP) logró disparar su presencia en los municipios británicos arrebatando escaños no sólo a conservadores y liberal demócratas, que gobiernan en coalición al frente del país, sino también a la oposición laborista. El avance de la formación euroescéptica y antiinmigración en las elecciones locales del jueves en un tercio de los ayuntamientos de la isla frustra el anticipado despegue en las urnas de Ed Miliband, que lidera el Partido Laborista desde la derrota en las generales de 2010. «Hay un gran descontento y deseo de cambio», justificó Miliband.
Sólo en Londres pinchó la burbuja UKIP. En la capital, el partido del eurodiputado Nigel Farage apenas obtuvo el 7% de los votos, según proyecciones de los medios británicos. Una portavoz de la formación, Suzanne Evans, admitió con inusitada franqueza que al partido le cuesta seducir a la gente «educada, culta y joven». Pero en el resto de municipios en liza podría alcanzar hasta el 20% de apoyos cuando se conozcan los resultados definitivos de una cita que sólo atrajo al 36% de los electores.
El UKIP partía casi de cero en las municipales. Sólo tenía dos concejales y, con el escrutinio aún incompleto, suma ya cerca de 150 ediles, aunque no controlará ayuntamiento alguno. Su populista líder anticipó un primer puesto para su formación en los comicios europeos, que se celebraron también el jueves aunque los resultados sólo podrán conocerse mañana por la noche. El «terremoto político» prometido por Farage se traduce en incursiones en feudos urbanos del norte inglés tradicionalmente laboristas. El UKIP también se hizo con escaños en el sur de Inglaterra que controlaban los liberal demócratas de Nick Clegg, los grandes derrotados de la jornada. Y entre los avances de los euroescépticos en terreno 'tory', ninguno resultó tan significativo y doloroso como el de Essex, la región del este de Inglaterra, colindante con Londres, que simbolizó el ideario y el poder político de Margaret Thatcher en los 90. Farage reunió a su corte de voluntarios en un pub del condado para festejar lo que entiende como conquista de ambas orillas del estuario del Támesis. Y pasó la jornada sirviendo y bebiendo pintas de cerveza ante las cámaras de televisión.
«Vamos a meter un zorro UKIP en el gallinero de Westminster», vaticinó con la característica ironía del que añora una Inglaterra rural que pertenece al pasado. Farage alertó así de sus perspectivas de colocar un primer diputado en el Parlamento británico en una elección parcial prevista el mes próximo o en las generales de mayo de 2015. Hasta la fecha, la formación sólo se abrió camino en el Parlamento europeo, cuyos representantes se eligen por el sistema proporcional. Pero en la Cámara de los Comunes y en los consistorios siempre gana el que más votos recibe, lo que perjudica a los pequeños partidos.
Según la proyección nacional de la BBC, los laboristas habrían acumulado el jueves el 31% de los votos, dos puntos por encima de conservadores. El UKIP, con el 17%, aventajaría en 4 puntos a liberal demócratas, lo que daría paso a un escenario de cuatro partidos en liza electoral en Gran Bretaña, según interpretan los análisis políticos. Las generales del año próximo indicarán si estas proyecciones tienen una base firme o si el avance del UKIP sólo era una burbuja.
Londres, fuera del alcance
De acuerdo con los análisis preliminares, el partido de Nick Clegg perdería hasta 20 diputados si los resultados locales se trasladan a los próximos comicios nacionales. Los liberal demócratas se quedarían con unos 37 escaños en Westminster, suficientes sin embargo para equilibrar la balanza en caso de que ni conservadores ni laboristas logren mayoría absoluta.
El primer ministro, David Cameron, asumió el revés y prometió más «respuestas» a los votantes en capítulos como Europa e inmigración; precisamente el camino de radicalización al que quiere llevarle el UKIP.
Londres queda fuera del alcance de Farage. La capital negó el voto a un partido que convierte a los inmigrantes europeos, en especial búlgaros y rumanos, en el supuesto obstáculo para conseguir trabajo o salir de la crisis. La urbe multicultural y multiétnica aupó a los laboristas en escaños controlados por conservadores y liberal demócratas.