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Soldados protegen los accesos al Club del Ejército en Bangkok, donde los golpistas se reunieron antes de tomar el poder. :: D. SAGOLJ / REUTERS
MUNDO

«Si el toque de queda continúa, muchos turistas se irán»

Españoles afincados en Tailandia comparten el temor de la población al impacto económico del golpe de Estado

ZIGOR ALDAMA
VIENTIÁN (LAOS).Actualizado:

Mari Luz Rodríguez y Josep Puyol no podían dar crédito ayer a su mala suerte. Era su último día en la capital de Laos, Vientián, y tenían previsto cruzar el puente sobre el río Mekong que enlaza con Tailandia para continuar viaje hasta Udon Thani. Creían que les esperaban dos semanas más de vacaciones por las frondosas junglas del norte del país y por las afamadas islas del sur. Sin embargo, a primera hora de la mañana, su guía se les acercó para darles una mala noticia. «La frontera está cerrada por el golpe de Estado y no saben cuándo volverán a abrirla». Los dos turistas catalanes habían seguido con interés la actualidad política del país y confiaban en que la asonada militar no les fuese a afectar. «Ahora no sabemos si esperar o cambiar de planes y visitar Camboya», comentaron.

Aunque al otro lado del puente la tranquilidad era absoluta y el Ejército tailandés no ha disparado una sola bala para hacerse con el poder, muchos otros comparten las dudas de esta pareja. Y eso augura una abultada factura para Tailandia, donde el turismo genera en torno al 10% del PIB. No en vano, en los primeros cuatro meses de este año el número de visitantes extranjeros ya cayó un 4,9% -medio millón de turistas menos- y ese porcentaje aumentará con la cancelación de viajes en grupo de grandes clientes como los chinos, que prefieren no correr riesgos ante el decimosegundo golpe de Estado exitoso que vive el país desde la introducción de la monarquía parlamentaria en 1932.

Y no son sólo los viajeros quienes recelan de la volátil situación del país. Diferentes multinacionales ya han anunciado su hartazgo ante la crisis política que ha llevado a Tailandia a tener tres primeros ministros en dos semanas, el último el autoproclamado general Prayuth Chan Ocha, y hay quienes piensan en reubicar sus plantas productivas. La inestabilidad se ha trasladado también a la Bolsa del reino asiático. Ayer volvieron a desfilar los números rojos sobre el parqué de la capital, a pesar de que inversores extranjeros ya han vendido acciones tailandesas por valor de casi 600 millones de euros en lo que va de año. No obstante, la Bolsa de Bangkok consiguió moderar la pérdida inicial de un 2% y acabar la sesión con una caída del 0,6%.

En cualquier caso, eso no es lo peor. La economía en su totalidad se va a resentir de forma notable. El propio Gobierno rebajó antes del golpe de Estado del jueves la previsión de crecimiento -de entre el 3% y el 4% a una horquilla que va del 1,5% al 2,5%- y ayer la agencia de calificación Moody's fue más allá y vaticinó que el crecimiento del 0,2% que previó hace unos meses se convertirá finalmente en una recesión. La dureza del batacazo dependerá del camino que tomen a partir de ahora los golpistas, que ayer continuaron con su acoso a los políticos y prohibieron la salida del país a 155 de ellos.

En el sector turístico preocupa el toque de queda, que ayer volvió a imponerse de 10 de la noche a 5 de la mañana de hoy. «Eso, y que han cortado las señales de radio y de televisión, es lo único que rompe con la normalidad», explicaba el vizcaíno Iñigo Zabala desde la afamada ciudad de Phuket, donde regenta el Valero Guest House. «En mi hotel todavía no se ha ido nadie, por esta razón ni hemos tenido cancelaciones de reservas, pero imagino que gente que tenía pensado venir no lo hará. Y si el toque de queda continúa muchos días -uno de los principales atractivos del país está en su vida nocturna- mucha gente se acabará yendo». Teóricamente, los extranjeros que se salten la prohibición nocturna de salir a la calle -con la excepción de quienes tengan que acudir al aeropuerto- pueden ser sancionados con una multa de 40.000 bahts (algo menos de mil euros) y hasta dos años de cárcel.

Por todo ello, la población tiene su esperanza puesta en una rápida reconciliación. La ex primera ministra Yingluck Shinawatra y otros agentes políticos se reunieron ayer con la Junta Militar. El resultado no fue tranquilizador. Aunque no trascendió el contenido de las conversaciones, por la noche Yingluck fue separada de su familia y confinada, en principio durante dos o tres días, en instalaciones militares.

Por su parte, algunos manifestantes organizaron en diferentes ciudades protestas silenciosas con pancartas contra el golpe, pero fueron dispersados por los soldados. Según informó el videoperiodista español Raúl Gallego Abellán, se vivieron momentos de tensión pero no hubo violencia. «Básicamente, lo que más preocupa a los tailandeses es que haya violencia en las calles y que se estalle una guerra civil», apuntó a este periódico Roberto Gamero, un publicista y diseñador gráfico toledano que trabaja en Bangkok.

Los centros educativos también se vieron afectados por la asonada y cerraron sus puertas. «Sólo algunos han abierto unas horas, como el mío, y sólo porque los estudiantes tenían un examen parecido al de Selectividad que no se podía suspender porque se hace el mismo día en todo el mundo», comentaba desde la capital Olaia Antolín, una profesora de español nacida en Baracaldo y empleada en un colegio internacional de la capital tailandesa.

Informados por internet

A seis horas de autobús hacia el sur, en el pueblo de Bang Saphan Yai, el cierre sí que fue completo. Allí reside y trabaja como profesora de inglés Leixuri Zubizarreta, natural de Guernica. Como muchos otros, se muestra a la expectativa, pero no excesivamente preocupada. «Todas las cadenas emiten únicamente comunicados -de los militares- cada cierto tiempo e informan a la gente de la situación. Dicen que a lo mejor cortan internet, y el envío de mensajes por el móvil», avanzaba ayer. Afortunadamente, ese extremo que muchos temen no se ha confirmado.

Y eso supone un alivio, porque las redes sociales se han convertido en la principal vía para recibir información de los tailandeses desde que la Junta Militar que lidera el general Prayuth decretó el apagón informativo. Claro que los militares advirtieron de que no les temblará la mano a la hora de castigar a quienes difundan rumores, y ayer algunos periodistas fueron amonestados porque se considera que servicios como Twitter deben regirse por las mismas normas que censuran los medios de comunicación.

A pesar de todo, la vida continúa con cierta normalidad. Gamero asegura que la nueva coyuntura política se nota sobre todo por la tarde, cuando trabajadores como él se ven obligados a abandonar sus oficinas más temprano de lo habitual y se enfrentan a grandes aglomeraciones de gente que trata de tomar el último metro, que sale a las nueve de la noche. «De todas formas, de momento la situación se vive de forma muy civilizada. De hecho, a partir de las diez las calles están en completa calma, algo muy raro aquí. Sólo pasa algún taxi de vez en cuando, posiblemente hacia el aeropuerto. Y los extranjeros están obligados a beber todo lo que puedan antes de las diez de la noche», ríe. Sin duda, todos esperan que el golpe quede finalmente en un susto y que la tranquilidad sea restablecida, pero pocos confían en que así vaya a ser.