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Los servicios de rescate retiran un cadáver del mercado Terminus de la ciudad nigeriana de Jos, atacada con dos coches bomba. :: AFP
MUNDO

Boko Haram atiza la violencia sectaria

La masacre de la milicia islamista en la pujante ciudad de Jos, en la región central de Nigeria, persigue enfrentar a cristianos y musulmanes

GERARDO ELORRIAGA
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Boko Haram intenta impulsar la violencia sectaria que sufre la ciudad de Jos y que ha provocado numerosos conflictos en los últimos años. La banda islamista parece hallarse detrás de las dos explosiones que la tarde del martes provocaron 150 muertos y al menos 45 heridos en el mercado Terminus de esta población, capital del Estado nigeriano de Plateau. La detonación del segundo coche bomba, situado a cien metros del primero, tuvo lugar media hora más tarde y estaba destinada a asesinar a los que acudieron al rescate de las primeras víctimas. La tensión habitual entre las comunidades cristiana y musulmana se ha acrecentado por las críticas dirigidas a los cuerpos de seguridad locales, incapaces de advertir la existencia del artefacto.

La potente deflagración causó la muerte de decenas de viandantes, atrapó a cientos de conductores y provocó el colapso de varios edificios. La ubicación de los vehículos en pleno centro urbano responde a la estrategia habitual de la banda, dirigida a provocar una masacre indiscriminada, pero la elección de este territorio del Middle Belt, la región central del país, busca exacerbar los conflictos interreligiosos que han protagonizado varias crisis en la última década.

La condición cosmopolita de Jos, un núcleo de economía pujante, también ha influido en la agudización de los enfrentamientos entre la mayoría indígena berom, de fe cristiana, y los inmigrantes llegados del norte, principalmente de origen fulani y musulmanes. Los mutuos ataques han destruido iglesias, mezquitas y viviendas, impulsando la segregación en los barrios. El martes, la acción de los radicales provocó de inmediato el colapso de la capital por jóvenes que bloquearon los principales accesos, aunque las fuerzas policiales consiguieron despejar las vías sin provocar nuevos altercados.

La milicia islamista mantiene una violencia creciente también en sus áreas tradicionales, con nuevas razias nocturnas en el extremo nororiental. El último balance habla de 29 muertos en la ocupación, destrucción y saqueo de las aldeas de Shawa, el lunes, y Alagarno y Kopchi durante la madrugada de ayer. La primera de las localidades se halla situada cerca de Chibok, el lugar donde fueron secuestradas en abril más de 200 jóvenes alumnas que siguen desaparecidas.

El incremento de efectivos en la zona afectada es una de las primeras medidas ordenadas por el presidente Goodluck Jonathan, quien también ha solicitado al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas la inclusión de Boko Haram en su lista negra, haciendo hincapié en la relación con Al-Qaida del Magreb Islámico. El régimen relaciona la experiencia obtenida por sus adeptos en la guerra de Malí con el inusitado incremento de su lucha armada dentro de Nigeria.

Inoperancia del Gobierno

Más allá de estos gestos, la opinión pública se muestra sorprendida por la inoperancia de la Administración. El Gobierno federal acusa a las autoridades de los Estados septentrionales de no empeñarse en una lucha efectiva contra una insurrección que se extiende sin remisión, mientras que las revelaciones sobre la situación en el Ejército añaden nuevas incertidumbres sobre su capacidad de combate.

El responsable del presupuesto militar, el general Abdullahi Muraina, se queja de fondos insuficientes para encarar el reto de seguridad que supone el fenómeno yihadista. Pero los medios locales han denunciado que el Gobierno de Abuja posee un número indeterminado de drones adquiridos en Israel que nunca han volado por falta de mantenimiento. El precio de cada uno de estos aviones teledirigidos varía entre diez y doce millones de euros.