Piden 40 años para el shaolín de Bilbao que asesinó a dos mujeres
El fiscal reclama además casi 300.000 euros en indemnizaciones para las familias de las víctimas
BILBAO. Actualizado: GuardarCuando está a punto de cumplirse un año, el próximo 2 de junio, del descubrimiento del gimnasio de los horrores en pleno centro de Bilbao y de que se detuviera al monstruo que lo regentaba, Juan Carlos Aguilar, autodesignado primer monje shaolín español, se acerca el momento de que se siente en el banquillo de los acusados. La Fiscalía acaba de presentar sus calificaciones provisionales en las que pide 40 años de cárcel por los asesinatos con el agravante de alevosía de Yenny Sofía Revollo, colombiana de 40 años, y Maureen Ada Otuya, nigeriana de 29. Además, reclama 209.800 euros para la madre e hijos de la primera, y 77.000 para el padre y los hermanos de la segunda.
Pese a lo avanzado del proceso y a la compleja instrucción, aún existen incógnitas por desvelar, entre ellas cómo Aguilar acabó presuntamente con la vida de Yenny. El fiscal recuerda que «no se ha podido determinar la forma concreta de causación del fallecimiento, al haber procedido el acusado (...), tras diseccionar el cadáver, a deshacerse de partes del mismo».
Según la Fiscalía, el serial de crímenes comenzó sobre las tres y veinte de la madrugada del 25 de mayo de 2013. Aquella noche, el experto en artes marciales se encontraba en el interior de su coche, un todoterreno de vistoso color azul, en el centro de la capital vizcaína. En ese momento, apareció Yenny, «que conocía al acusado» y que «estaba siendo incomodada por un varón no identificado». Según el relato del Ministerio Público, la mujer accedió a subirse al vehículo de Aguilar y se dirigieron a su gimnasio, donde acabó con su vida sin que tampoco se sepa la hora exacta.
«De manera súbita, imprevista e inesperada y sin dar posibilidad alguna de defensa o de huida, al haberla maniatado, le agredió hasta ocasionarle la muerte». En días sucesivos, el falso shaolín descuartizó el cadáver y se fue deshaciendo de los restos arrojándolos a la ría, según su propia confesión ante la Policía. Varias bolsas de basura con restos oseos fueron hallados junto al tatami y en el balcón de su domicilio, en la calle Iturriza.
Sin dejar pasar más de una semana, el siguiente fin de semana, volvió a repetir su macabro ritual. Sobre las seis de la mañana del 2 de junio, Juan Carlos Aguilar contactó con Ada Otuya, que ejercía la prostitución en un bar. Apenas diez minutos después, los dos entraban en el centro deportivo. Tras mantener relaciones sexuales, el acusado «le inmovilizó los brazos y el cuello, le golpeó en la cabeza y en el abdomen y finalmente, le estranguló con una soga».