Un David contra el Goliat militar egipcio
La presión del oficialismo y la falta de recursos no hacen desistir a Sabahi en su lucha por la presidencia
EL CAIRO.Actualizado:Hamdin Sabahi apenas duerme estos días. Recibe a un medio tras otro; recorre, en agotadoras jornadas, los pequeños pueblos del Delta del Nilo, los barrios de El Cairo, intentando explicar su programa electoral. La falta de recursos es más que evidente en su campaña, que sale adelante gracias al esfuerzo de cientos de jóvenes voluntarios y de la buena voluntad de amigos personales del veterano político, que ha invertido todo en esta empresa imposible, la de enfrentarse al todopoderoso Abdel Fatah El-Sisi en las elecciones presidenciales de la semana próxima.
Su rival, el antiguo jefe del ejército, que lideró el golpe de Estado contra Mohamed Mursi, apenas ha dado entrevistas, no hace campaña por motivos de seguridad, y su imagen, en pose soñadora, empapela el país con carísimos anuncios en vallas publicitarias o con posters -en estos casi siempre vestido de militar- que sus simpatizantes exhiben en comercios o vehículos. 'Tahia Masr' (Viva Egipto), el lema de su campaña, es un soniquete repetitivo que se escucha incesantemente cada vez que se enciende la televisión o la radio.
Pero Sabahi, que consiguió el tercer puesto en las elecciones de 2012, no se rinde. Habla de la contaminación de los lagos y de las dificultades de los pescadores a los habitantes de El Manzala, una región del delta que sufre las consecuencias de la polución y los desastrosos proyectos gubernamentales, o de acabar con el «expolio» de las empresas estatales a los obreros de las mastodónticas fábricas públicas de algodón de Mahalla el Kubra, hoy diezmadas por la mala gestión. «Hamdin es un campesino como nosotros, nos entiende, viene a hablar de las cosas que nos atañen», asegura Mohamed Anis, un voluntario de su campaña, que ha ayudado a organizar un mitin del candidato en Mansura, una de las principales ciudades del Delta.
Candidatura humilde
Antes de llegar a la Victoriosa, Mansura, el convoy del candidato, en el que muchos de los voluntarios viajan con su propio coche y en el que circula hasta el Skoda de Sabahi, un vehículo muy normalito, pasa por decenas de pueblos en los que Mursi aún sonríe desde los carteles electorales de hace dos años, ya ajados por su exposición a la intemperie. Seguidores de El-Sisi, que no ha pisado estas tierras, reciben a la caravana electoral de su rival.
El mitin acaba siendo un desastre. La sala es demasiado pequeña, los asistentes se abalanzan sobre el candidato para hacerle fotos con el móvil y los voluntarios, que llevan impreso en sus camisetas el lema de la campaña, 'Uno de los nuestros', acaban, impotentes, a tortas o aplastados por la muchedumbre. «La Policía nos impidió ayer celebrar el mitin en el lugar que teníamos previsto, que era mucho más grande», denuncia, abochornado, uno de los organizadores.
Zancadillas como esta por parte de la policía, o las autoridades locales, son el pan de cada día de la campaña de Sabahi, además de una impúdica inclinación de las autoridades -y sus recursos- a favor de su rival. «Yo quiero pensar que las órdenes no vienen de arriba, sino que se nutren de la inercia de todos estos años. Estamos haciendo campaña contra el Estado, y este es el precio que pagamos», reconoce Ahmed Jalil, un colaborador del candidato.
La voz de los excluidos
En un Egipto polarizado, Sabahi se ha convertido en el refugio de aquellos que se sienten huérfanos de la revolución, de los que ni se identifican con la corriente islamista representada por los Hermanos Musulmanes -que boicotearán, al menos oficialmente, los comicios-, ni con aquello que representa El-Sisi, en el que muchos ven una continuidad del antiguo régimen. «Lo importante no es en sí la figura de Hamdin, ni siquiera si gana o pierde, lo fundamental es crear una corriente fuerte de oposición laica en la calle que plante cara a los 'fulul' (como llaman despectivamente los egipcios a los miembros del régimen anterior)», afirma, a las puertas del mitin de Mansura, Walid Abu Samra, un veterano simpatizante del izquierdista.
No está claro si Sabahi logrará los casi cinco millones de votos que consiguió en 2012, lo que le convirtió, con más del 20 por ciento de los sufragios, en la gran sorpresa electoral, pisando los talones a Mursi y al mubarakista Ahmed Shafiq. Las circunstancias y el escenario son diferentes. «Entonces todos los candidatos estábamos en igualdad de condiciones, hubo una auténtica libertad. Hoy nos enfrentamos a un candidato que hace campaña como si fuera presidente», señala Jalil quien, como la mayoría de los coordinadores de la campaña del político naserista, ha solicitado una excedencia en su trabajo para poder ayudar Sabahi.