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El británico Nigel Farage sigue los pasos de Le Pen
El ascenso electoral del UKIP británico se debe a la notoriedad de un listo de bar que no producirá nada
Actualizado: GuardarLa gracia de Nigel Farage es su oportunismo para presentarse como quinta esencia británica. El mejor ejemplo reciente fue su aparición ante las cámaras durante las inundaciones de febrero. Un ministro viajó a los lugares afectados calzando mocasines. Otros políticos, y no digamos ya los periodistas, se mostraban con clásicas botas Wellington hasta la rodilla, a menudo recién compradas.
Farage interrumpió aquella feria campestre de cámaras, pastos, cultivos y mansiones anegadas con 'waders', o vadeadores, las botas y el traje impermeable hasta la cintura que utilizan quienes practican la pesca con mosca. Para cualquier espectador de aquellos reportajes era sencillo concluir que el líder del euroescepticismo iconoclasta entendía mejor el país que su 'establishment'.
Luego llega el oportunismo repugnante. Pidió al Gobierno que reclamase la devolución del dinero que aporta a un fondo europeo de solidaridad dedicado a compensar regiones que sufren desastres naturales y que destinase a los granjeros de Somerset parte del presupuesto del departamento de ayuda internacional, porque «la caridad comienza en casa».
Como remate, Farage se fue al pub más cercano y se fotografió riendo con la gente local. El pub es un lugar predilecto. Allí contrata empleados para su Partido de la Independencia de Reino Unido (UKIP) e imparte su sabiduría de barra. El fundador del UKIP, Alan Sked, profesor de historia, ha dicho recientemente de él que es un racista, un homófobo y un alcohólico.
Sked, como otros antes que él, ha abandonado el UKIP, que nació en 1994 como una escisión de miembros del Partido Conservador, que en la guerra civil interna que siguió al derrocamiento de Margaret Thatcher consideraron que la firma del Tratado de Maastricht y el ingreso de la libra en el sistema europeo de cambios eran pasos intolerables, porque ellos querían abandonar la Unión Europea.
Unos cuantos acaudalados 'tories' de toda la vida dieron al partido los fondos para expandirse. Se puede especular que su intención era simplemente la de crear un grupo que atrayendo el euroescepticismo creciente en ese momento influyera en la trayectoria del partido madre, el Conservador, ante la amenaza de quitarle votos en circunscripciones electorales disputadas.
Fascista y racista
Pero el UKIP es ahora otra cosa. Es, en primer lugar, el partido de Farage. Educado en un buen colegio privado, donde ya expresó puntos de vista neofacistas y racistas, según algunos profesores, tenía el apellido de inmigrantes hugonotes, exiliados de la Francia católica. Su padre, alcohólico, abandonó a su familia, pero había hecho dinero como 'broker' bursátil en la City financiera.
Nigel siguió sus pasos sin ir a la universidad. Había antes de los ordenadores y de la gran internacionalización de la City una tradición de 'brokers' crecidos en familias del este de Londres, como los Farage, que habrían heredado la rapidez para el cálculo mental de ancestros que se ganaban la vida en los mercados callejeros de la capital británica. El líder del UKIP no es intelectual. Lo suyo es acuñar frases e ideas. Consiguió uno de los tres escaños que el partido ganó en las elecciones europeas de 1999 y a partir de ahí se convirtió paulatinamente en su líder todopoderoso. A Farage le importa un bledo prologar un programa electoral que no ha leído, como en las elecciones británicas de 2010, donde se proponía pintar los trenes con colores tradicionales o exigir un código en el vestir a todos los taxistas.
Lo suyo es la administración del dinero y del poder. Ha modificado las reglas internas para ser él quien designa el orden en las listas de candidatos y, cuando ya tiene un grupo de eurodiputados que le deben todo y dependen en el futuro de él, les exige que le den los 2.500 euros mensuales de gastos generales que recibe cada diputado en Bruselas.
Son en teoría para el partido, pero el UKIP es el único grupo británico en el Parlamento europeo cuyos diputados no publican cuentas auditadas de gastos. Un eurodiputado del UKIP en la hornada de 2004 fue encarcelado por fraude con los gastos, otro por fraude a la Seguridad Social británica tras reclamar sin éxito inmunidad parlamentaria. Tales casos justificarían que Farage administre esos fondos. El sistema europeo es un marco perfecto para sus actividades. Su retórica dice que el objetivo es la retirada británica de la UE, pero no es real. Para acercarse al objetivo, el UKIP tendría que ganar fuerza en el Parlamento de Westminster, donde se decidiría tal cosa. Pero no tiene más que una red de concejales y Farage renunció hace unos días a presentarse a una elección local a la Cámara de los Comunes.
Influencia limitada
No es tonto. El sistema mayoritario le cierra el paso a Westminster y el trabajo de un diputado británico es duro, sacrificado, a menudo oscuro. Ha rechazado unirse al Frente National francés y al Partido de la Libertad holandés explicando que no acepta su antisemitismo. Es el presidente de otra alianza, la Europa de la Libertad y la Democracia.
Al no prosperar la iniciativa de que hubiese en estas elecciones listas europeas de partidos 'paneuropeos', Farage no ha podido tomar ese tren que le daría acceso a más fondos y ha de conformarse con su campaña británica, en la que la UE se convierte en mera excusa para airear el principal problema, los inmigrantes. Ya abarcando a descontentos de derecha y de izquierda, será reelegido.
Su partido puede ser incluso el más votado, y no ocurrirá nada más. Su victoria no reflejará más que la apatía general y la militancia de los enrabietados. En el Partido Conservador no habrá crisis. Y, en las elecciones británicas de 2015, David Cameron hará su campaña como el líder que trae un referéndum europeo.
Nigel Farage tendrá otra oportunidad entonces para pescar de nuevo en la confusa marea de sentimientos sin programa y disfrutará con lo que tiene: la tele, el pub, un espléndido salario, los gastos. Los que le dan en Bruselas para secretaría se los paga, dice, a su mujer alemana.