El apocalipsis digital, según Vázquez-Figueroa
Con 30 millones de libros vendidos de sus 80 títulos, el aventurero, escritor e inventor ha patentado un dron de salvamento submarino El incombustible fabricante de best-sellers carga en 'Medusa' contra gobiernos «ineptos, cobardes y dependientes»
Actualizado:«Los gobiernos son ineptos y cobardes; están dejando que les ganen la partida los gigantes de la tecnología que tiene las riendas de internet». Palabra de Alberto Vázquez-Figueroa (Santa Cruz de Tenerife, 1936) incombustible fabricante de best-selles que vuelve a la carga con 'Medusa' (Ediciones B). La mente del escritor, aventurero e inventor canario no deja de bullir. Mientras pergeñaba uno de sus ingenios, un submarino no tripulado de bajo coste y alta tecnología, un dron oceánico ya patentado capaz de auxiliar en naufragios y vigilar costas, una pregunta empezó a martillearle: ¿Qué haría el mundo ante un repentino y catastrófico apagón tecnológico que dejara a oscuras la red que a todos nos controla e hipercomunica?.
La respuesta es una novela de trescientas páginas en la que no deja títere con cabeza y denuncia la dependencia tecnológica de gobiernos y ciudadanos; el sometimiento global ante los amos de «una red que nos esclaviza y explota». «¿O es que es normal que gigantes como Google o Amazon paguen en España menos impuestos que yo?», se pregunta.
Sin falsa modestia, se ufana Vázquez-Figueroa de haber puesto el dedo en llaga mucho antes que otros y adelantarse novelando sobre un mortificante supuesto «que seguro que se han planteado cientos de autores». «Tengo el olfato y la suerte de anticiparme, como hice con 'El último tuareg' -continuación su exitoso 'Tuareg' publicado hace 30 años- en la que hablaba de Boko Haram, el grupo terrorista que ha secuestrado cientos de niñas en Nigeria. Ya ocurrió con 'Coltán', dedicada a ese metal estratégico necesario para los teléfonos móviles, los ordenadores y las armas más sofisticadas que nadie conocía cuando yo escribí la novela y que se cobra miles de vida en África».
No abomina Vázquez-Figueroa de la tecnología -lleva móvil de última generación y usa internet- pero sí advierte de los graves peligros que encierra. En especial de la excesiva dependencia que hace estragos entre los más jóvenes «incapaces de pasar siquiera unas horas desconectados».
En 'Medusa' será un anodino y anónimo personaje, cuyo nombre no llegará a conocer el lector, quien adquiera un poder portentoso e indomable. Allá por donde pasa se suceden los estropicios tecnológicos y dejan de funcionar 'smartphones', televisores, ordenadores, radares y cualquier dispositivo controlable a través de la red. Lo que parecía una dañina desgracia se torna en un valioso poder capaz de amenazar a gobiernos, ejércitos y bancos. Demostrará el protagonista que puede sembrar un caos universal e irreversible si no se cambia el injusto y desigual sistema imperante.
«La vida te ofrece argumentos para una novela a cada instante; solo hay que estar atento», dice el curtido escritor, que se mantiene muy saludable y activo en la frontera de los ochenta años. Según él gracias a un vampiro hematófago que le mordió hace décadas y que «a cambio de una terrible y mortal alergia al ajo me mantiene a salvo de infecciones». Asegura que no ha dejado de hacer «lo que hacía cuando era periodista: ver qué pasa, en especial lo que no funciona, preguntarme por qué y contarlo». «Y no hay que ser ni genio ni adivino para comprender que lo que está pasando con la tecnología e internet acabará mal», anticipa.
Ante el apocalipsis que acarrearía la previsible catástrofe tecnológica no es muy optimista. Sabe que el ser humano ha superado toda suerte de contingencias, pero también «que ahora el problema es muy distinto, ya que el 99% de la humanidad carece de armas y conocimientos para enfrentarse a ese desastre». Más cuando se le da un uso perverso y maligno a la tecnología «y en lugar de aplicar su enorme poder y riqueza para luchar contra el hambre, la pobreza, la desigualdad o la injusticia». Clama así contra lo que denomina «fascismo cibernético» que lejos de contribuir al bienestar del ser humano «establece mecanismo para controlarnos a todos». Asegura que «los verdaderos dueños del mundo quieren ser los dueños de internet».
Con más de 80 libros publicados y millones de ejemplares vendidos en seis décadas, no le duelen prendas y admite que «no todos eran igual de buenos; incluso algunos eran malos». Cuando llegó el libro electrónico, no dudó en facilitar descargas gratis «a quienes en Alaska o en la Patagonia no tienen librería». Pero está de vuelta. «La piratería es un cáncer; roba a los autores y viola sus derechos», dice. Le indigna ver como «un desgraciado» aborta el ascenso de 'Ocho apellidos vascos' subiendo una copia pirata a la red. Culpa a los gobernantes «que, en el fondo, siguen sin hacer nada para frenar esta sangría por miedo a perder votos».