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El populismo ultra-Marine acaudilla el voto obrero y eurófobo en las europeas

El renovado Frente Nacional lidera los sondeos electorales con un programa proteccionista calcado a la izquierda radical

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Los sondeos coinciden en dar al Frente Nacional (FN) vencedor de las elecciones europeas en Francia. La formación presidida por Marine Le Pen aparece como el principal estandarte del auge del populismo eurófobo en el Viejo Continente. Primer partido obrero en la cuna de la revolución burguesa, su programa económico parece calcado al de la izquierda radical por las tesis proteccionistas contra el euro, la globalización, las élites mundialistas y la eurocracia liberal de Bruselas. Expurgados los estigmas neonazis y antisemitas del patriarca Jean-Marie Le Pen, el lavado de fachada emprendido por la hija del retirado caudillo neofascista tiñe de islamofobia y laicismo oportunista la tradicional cruzada contra la inmigración y conserva el patriotismo excluyente de los extranjeros como señas de identidad de la extrema derecha ultra-Marine.

Un 33% de los obreros, un 32% de los franceses con apuros para llegar a fin de mes y un 28% de los empleados votaron por Marine Le Pen en las elecciones presidenciales de 2012. La Juana de Arco de los más pobres es la adaptación ideológica de uno de los mitos fundacionales del FN. Quedan lejos los tiempos en que su padre se presentaba como un 'Reagan francés' que decía ser socialmente de izquierdas y económicamente de derechas, defensor del ultraliberalismo, las privatizaciones y la desregulación.

La heredera ha desplazado hacia la izquierda los cimientos económicos de la casa familiar en una estrategia proteccionista para conquistar las capas obreras y populares desamparadas por la globalización liberal. «La aportación de Marine Le Pen ha sido transformar el partido de extrema derecha de su padre en una formación populista interclasista capaz de atraer clientelas electorales diferentes al precio de un cambio de doctrina radical», analiza el politólogo Dominique Reynié, autor de la obra 'Los nuevos populismos'. A juicio de este ensayista liberal, el FN se beneficia de una dinámica europea marcada por el envejecimiento demográfico, el agotamiento del Estado de bienestar y los conflictos interculturales ligados a los flujos migratorios que favorece el conservadurismo, los miedos a las amenazas exteriores y la crispación identitaria.

El historiador Nicolas Lebourg cree que el 'marinismo' es más bien un 'etnoliberalismo' promotor de un soberanismo integral: político, económico y cultural. «El FN no tiene nada que ver con el fascismo y todo con una vena nacional-populista que es una corriente de extrema derecha existente en nuestra vida política desde los años 1880», apunta. Desde su óptica izquierdista, la irresistible ascensión de Marine Le Pen ilustra la radicalización neopopulista en marcha en Europa consistente «en poner por delante un Estado culturalmente protector de las libertades individuales y populares contra el multiculturalismo y la tecnocracia euroliberal».

Abandono del euro

Existen numerosas coincidencias en el programa económico del FN con las propuestas del izquierdista Front de Gauche, formado por comunistas y socialistas radicales: jubilación a los 60 años, progresividad reforzada de los impuestos, defensa de los servicios públicos, nacionalización de los bancos y, sobre todo, denuncia de la globalización capitalista y de la Europa ultraliberal. Pero los extremos no se tocan en la voluntad lepenista de romper el monopolio de representatividad de los sindicatos, cerrar las fronteras a la inmigración y dar preferencia de empleo a los franceses.

«Su socialismo es ante todo un conservadurismo moral en las antípodas del socialismo igualitario de la izquierda», observa el universitario Gilles Ivaldi, autor de un estudio sobre la evolución del programa económico del FN desde 1984. «No tiene nada que ver con los valores fundamentales del internacionalismo obrero», sentencia.

La apuesta por el abandono del euro ha trazado pasarelas ideológicas insospechadas con intelectuales de izquierdas rebeldes a los dictados económicos de Alemania. «Marine Le Pen es la única que tiene un proyecto económico creíble», escandaliza a los suyos el historiador y demógrafo Emmanuel Todd, teorizador de la idea de fractura social con la que Jacques Chirac se aupó al Elíseo en 1995. «El discurso de Marine Le Pen mezcla respuestas fantasmales (prioridad nacional, inmigración) y respuestas reales (proteccionismo, sistema de crédito público apoyado en el Banco de Francia en el marco de un regreso al franco, defensa de los servicios públicos)», dictamina el economista Jacques Sapir, inventor del concepto de demundialización asumido por el socialista Arnaud Montebourg.

La cartografía electoral del voto lepenista se solapa a menudo con la del 'non' francés a la Constitución europea en el referéndum de 2005. El geógrafo Christophe Guilluy establece una correlación con la coexistencia de dos Francias: la de las metrópolis urbanas donde habitan las castas dirigentes, símbolos de la globalización triunfante, y la periférica, refugio de campesinos, obreros, artesanos y empleados relegados a los territorios periurbanos pese a representar el 65% de la población.

«La paradoja es que Francia funciona sin estas categorías modestas pues dos tercios del PIB se realizan en las grandes metrópolis de las que están excluidas. No se entiende nada de la escalada del FN y la abstención si no se comprende esta evolución», advierte el autor del ensayo 'Fracturas francesas' en el que Nicolas Sarkozy se inspiró para el giro a la frustrada pesca en los caladeros de la costa azul Marine.