¿PODEMOS LLAMARLO AMOR?
Actualizado:Nunca los índices de popularidad de Putin estuvieron más altos, hasta un 82% según la última encuesta independiente, y las expectativas de Occidente, más bajas. Nos levantamos cada día preguntándonos qué ha decidido: si invadir Ucrania, animar una III Guerra Mundial, cerrar el grifo del petróleo... Si nos quiere o no nos quiere, cuando está claro que nos quiere para lo que nos quiere. Todo forma parte del mismo trabalenguas y una sofisticada estrategia. Subvierte a Kiev, pero se muestra partidario de un federalismo bajo sus condiciones. Hasta ha logrado que pensemos que las sanciones son contraproducentes: somos demasiado débiles para infringirle daño y tememos ser fuertes para provocarlo.
Nadie duda que una crisis de combustible en medio de otra general tan severa sería ruinosa para todos. Nuestras manos están en su cuello y las suyas en el nuestro y apretar representa el suicidio colectivo. ¿Qué diferencia hay entre la prohibición rusa de exportar gas y aceptar imponer unas sanciones que nos impidan adquirirlo? Ambas economías atraviesan dificultades y se verían gravemente dañadas. Con la diferencia de que la UE sería un barco hundido y Rusia dispone de reservas para hacer frente a la crisis.
Seamos juiciosos, tampoco vamos a admitir que se deteriore nuestro negocio. Gran Bretaña, que tanto mima a su City y tantas dificultades pone a un impuesto sobre las operaciones financieras, rechazaría cualquier traba a que los oligarcas rusos depositen el dinero (sucio) en sus bancos, compren mansiones en el centro de Londres, clubs de fútbol o periódicos y envíen a sus hijos a sus colegios elitistas (The Guardian). El presidente ejecutivo de British Petroleum anunció el pasado mes, que de Rusia no lo mueve ni EE UU, ni Dios.
Pero lo mismo ocurre con Francia y España, acreedores compulsivos que tampoco tienen el coño para ruidos. Los rusos son los principales compradores de inmuebles excedentes en nuestro país y si en 2008 llegaron medio millón de visitantes, seis años después de iniciada la crisis esa cifra se ha triplicado hasta el millón y medio. Son el primer depredador de nuestros artículos de lujo vinos, hoteles, ropa, joyas, artesanía, y se calcula que ya 75.000 de ellos, la mayoría riquísimos, viven entre nosotros. Tanto interesan que a cambio de invertir medio millón de euros en la propiedad de un inmueble se le regala la nacionalidad española. Definitivamente, no es sólo la avidez de Merkel por el combustible ruso. Nadie va a dar una patada a Putin en nuestro culo. Si a nosotros no nos gusta, a sus rusos les embelesa, puede que esté como una cabra pero lo consideran el tipo que mejor defiende sus intereses. Y a quien ayudarían a muerte a resistir contra Occidente.
Una bolsa pesada y una buena propaganda hacen ligero al corazón.