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Berlusconi abandona el centro donde cumple condena tras su primera jornada como asistente de ancianos. :: OLIVIER MORIN / AFP
MUNDO

Berlusconi empieza su condena como asistente de ancianos con nuevos ataques a los jueces

Pasa cuatro horas en un centro de enfermos de Alzheimer, a los que ha prometido curas portentosas tras estudiar la enfermedad

ÍÑIGO DOMÍNGUEZ
ROMA.Actualizado:

Berlusconi ya se ha metido en su nuevo personaje de asistente de ancianos con Alzheimer, aunque sea obligado por una condena por fraude fiscal, y se ha convertido de la noche a la mañana en un gran experto sobre esta enfermedad. Prácticamente ya sabe más que los propios médicos del hospital de las afueras de Milán donde ayer entró por primera vez para cumplir su pena de servicios sociales: «Tengo para ellos una gran sorpresa porque me han bastado diez días para conocer a fondo los sistemas de cura (...) Estoy haciendo un estudio de los últimos métodos para dar a los enfermos la posibilidad de hacer algo más», ha declarado esta semana. Con este espíritu se presentó ayer a las 9.30 horas en el Instituto Sacra Famiglia de Cesano Boscone.

Había fuertes medidas de seguridad para evitar un espectáculo mediático. Más de un centenar de medios de todo el mundo se agolpaban en las vallas y sólo se pudo ver unos segundos al ex primer ministro. Bajó del coche, caminó unos metros hasta la puerta y desapareció. Sólo se giró con cara de pocos amigos y moviendo la mandíbula. Al cabo de cuatro horas, a las 13.45, salió más relajado, sonriendo, con una carpeta en la mano conversando con el director. Hizo un saludo, subió al coche y se largó. Se oyeron gritos de detractores y admiradores y poco más.

Primó la discreción aunque, obviamente, Berlusconi tardó sólo unas horas en hablar de ello en una entrevista, porque está en plena campaña para las europeas. Bromeó diciendo que había estado buscando «caras nuevas para el partido» y se entretuvo charlando del Milan, su equipo de fútbol. Pero no se paró ahí, no se resistió a volver a las andadas: cargó de nuevo contra la sentencia y los jueces, y eso que se supone que no puede hacerlo porque se arriesga al fin del servicio social y la imposición del arresto domiciliario. El tribunal se lo advirtió el primer día y enseguida desobedeció con ataques a una sentencia «monstruosa» que considera «un golpe de Estado». Tras un par de desahogos de este tipo el pasado 29 de abril los jueces le hicieron un último aviso. Bien, pues ayer lamentó que sufre «una sentencia política infundada» y se quejó de la propia limitación de «no poder criticar a los magistrados». Otro desafío más.

Condena blanda

El suspense por saber si Berlusconi acabará o no en arresto domiciliario, algo bastante más perjudicial para él, es probablemente el mayor interés de su actual situación. Ayer reinaba gran expectación en el hospital por ser el primer día, pero la escena se convertirá en rutina a partir de hoy durante nueve meses, una vez a la semana. En eso se ha quedado la condena por la evasión de más de 500 millones de euros: de una pena de cuatro años de cárcel se perdieron tres por un indulto aprobado en 2006 para vaciar la cárceles, aunque él no estaba dentro, y el año restante se ha convertido en servicios sociales, en detrimento del arresto domiciliario. Luego se beneficiará de otro recorte automático de tres meses. La condena final ha sido objeto de críticas por su blandura y también de chistes, por eso de imaginar que el magnate pasará las tardes de merienda con los ancianos. Esto ha causado serias reacciones de las asociaciones dedicadas a combatir el Alzheimer, que han recordado cómo tratar estos pacientes es una tarea muy dura que pone a prueba la humanidad y enterereza de las personas. En todo caso, según trascendió ayer, en su primera visita Berlusconi pasó muy poco tiempo con los 20 enfermos del departamento.

El líder del centroderecha ha intentado por todos los medios la concesión de una gracia, pero es que encima no quería ni pedirla, porque eso implica la admisión de la culpa. Resignado a los servicios sociales, una medida que le impide además salir de Lombardía y sólo le permite ir a Roma de martes a jueves, ha empezado a decir que le encanta visitar enfermos. Explicó que siempre lo ha hecho con sus empleados cuando se ponían malos. Un amor correspondido que, según él, sería una de las razones por las que nunca le han hecho una huelga.