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Hollande, durante una visita ayer al Instituto de Artes y Oficios, en un barrio de París. :: REUTERS
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Hollande parte hacia la reconquista de Francia «sin nada que perder»

El presidente francés hace autocrítica al cumplir dos años de mandato hundido en un récord histórico de impopularidad

FERNANDO ITURRIBARRÍA CORRESPONSAL
PARÍS.Actualizado:

Hundido en un récord histórico de impopularidad, François Hollande se ha lanzado a la reconquista de la opinión pública «sin nada que perder» cuando se cumple el segundo aniversario de su victoria electoral en las presidenciales de 2012. El presidente francés rompió ayer su silencio con una entrevista radiotelevisada para realizar un ejercicio de autocrítica sobre sus dos primeros años de mandato y condicionar su reelección en 2017 a la obtención de resultados en materia de empleo, el gran fracaso en su decepcionante etapa inicial de ejercicio del poder.

«Estoy en un combate. No es mi porvenir o mi reelección lo que cuenta. Yo no tengo nada que perder. Lo que cuenta es Francia, que tiene todo que ganar», expuso a modo de conclusión Hollande consciente de que sólo un círculo virtuoso de circunstancias favorables, impulsado desde el exterior por un vuelco de tendencia económica, puede salvar su poltrona en el Elíseo. De perdidos al río de los recortes del gasto público y el tijeretazo a la protección social pareció decirse el presidente más impopular de la Quinta República que, a los dos años de mandato, sólo cosecha un 18% de opiniones favorables. En idéntica fase de ejercicio presidencial el también socialista François Mitterrand registraba un 49% mientras que los conservadores Jacques Chirac y Nicolás Sarkozy reunían un 38% y un 32%, respectivamente.

La erosión de la confianza de Hollande ha sancionado dos años de renuncias, promesas incumplidas e impotencia para superar una crisis minusvalorada en el discurso electoral como candidato contra Sarkozy. «¿Disimulé la gravedad de la crisis? No, la evoqué durante la campaña. ¿No mencioné de forma suficiente después de las elecciones que la situación que encontré era grave? Sí, no lo dije demasiado. Hay un punto que no subrayé bastante, era la degradación de la competitividad de la industria francesa», reconoció en un 'mea culpa' relativo. Incluso llegó a admitir que su victoria fue más el triunfo del 'antisarkozysmo'. «Si gané en 2012 no fue porque tuviera un programa deslumbrante sino porque mi predecesor, sin duda, había fracasado y los franceses sabían bien cuál era la amplitud de la crisis», confesó.

El penitente Hollande eligió para su acto de contrición al confesor más implacable de la curia audiovisual, el periodista Jean-Jacques Bourdin, muy influyente en la Francia popular, provinciana y tradicional. «Ausencia de resultados y de autoridad, amateurismo... ¿Está usted a la altura de la función?», le soltó a las primeras de cambio ante los micrófonos de la cadena BFM-TV y la radio RMC. El presidente se salió por la tangente internacional, la faceta más airosa de su gestión. «¿Amateurismo cuando se trata de sacar de la crisis a la zona euro? ¿Amateurismo cuando se trató de intervenir en Malí cuando nadie lo hacía y el terrorismo estaba ganando la partida? ¿Amateurismo cuando se trata de ir a Centroáfrica para evitar un genocidio? ¿Amateurismo sobre la crisis siria cuando yo fui el único jefe de Estado occidental que dijo que estábamos permitiendo una matanza?», enumeró.

En la misma línea autocrítica, el líder del desencanto, el descontento y la impaciencia admitió que «si hay fracaso es en la promesa que hice y repetí de invertir la curva del paro». «Me bato para que esta promesa, que es la única que cuenta a ojos de los franceses, sea cumplida. La bajada del paro es mi obsesión», afirmó antes de vincular a los resultados de su política la decisión de presentarse a las presidenciales de 2017. «¿Cómo se pretende que al final de mi mandato, si he fracasado sobre el crecimiento, el paro y la recuperación del país, pueda decir que tengo la solución para seguir?», se preguntó.

La estrella de Valls

Al trasluz de las previsiones de los organismos internacionales, suyas propias pecan de optimismo. La OCDE advirtió ayer mismo de que la tasa de desempleo sólo bajará levemente hacia finales de 2015 para alejarse del listón psicológico del 10%. Por su parte la Comisión Europea no cree que se logre ese año el objetivo del 3% del déficit y apuesta por una nueva desviación del 3,4%.

Hollande confía en los efectos benéficos de su proverbial buena suerte con un vuelco en la tendencia alcista del paro. El 60% de buenas opiniones de que goza el primer ministro, Manuel Valls, es su baza para sacar adelante el tijeretazo de 50.000 millones de euros en tres años contestado por comunistas, ecologistas y una franja del propio socialismo. La ardua empresa requiere recomponer los platos rotos con las capas populares y las clases medias en una operación de reconquista emprendida desde el voluntarismo de quien no tiene «nada que perder».

es el porcentaje de popularidad de François Hollande a los dos años de mandato. En la misma fase de ejercicio presidencial, el también socialista François Mitterrand registraba un 49%, y los conservadores Jacques Chirac y Nicolas Sarkozy, un 38% y un 32% respectivamente.