Complejo turístico de Marina d'Or en Oropesa del Mar (Castellón)

Marina d'Or: el símbolo del 'boom' inmobiliario que no tenía límites

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Poco queda ya de aquel pequeño enclave costero que, a comienzos de los noventa, apenas contaba dos mil habitantes, en su mayoría dedicados al sector agrario. La trepidante transformación de Oropesa del Mar constituye uno de los hitos de la fiebre inmobiliaria que ha impregnado la geografía española en las dos últimas décadas. La entrada de la división residencial del complejo Marina d’Or en concurso de acreedores puede marcar un punto de inflexión para uno de los emblemas del ‘boom’ urbanístico.

El artífice de este ambicioso proyecto encarna al prototipo de empresario hecho a sí mismo. Catalán de nacimiento, Jesús Ger se afincó en Castellón a comienzos de los ochenta. No tardó allí en hallar su auténtica vocación. Tras varios años trabajando en el negocio familiar -la venta de colchones-, comenzó a adquirir pequeños terrenos en el litoral mediterráneo. Fijó la mirada sobre Oropesa, un municipio costero en el que aún quedaban decenas de kilómetros de litoral virgen. Hacia 1983 registró el nombre que condensaría un concepto revelado como uno de los fenómenos del turismo nacional: Marina d’Or.

Pero hasta bien entrada la década de los noventa, Marina d’Or no difería mucho de otras urbanizaciones de la costa española. Mientras entretejía una sólida maraña de amistades y contactos, con preferencia entre la clase política valenciana, Ger concibió la idea que terminaría por cambiar la fisionomía de la comarca. Erigir una gran ‘ciudad de vacaciones’ que, en el curso del tiempo, ampliaría el censo local hasta las 200.000 personas. Los pequeños propietarios locales acogieron el proyecto con euforia.

De la noche a la mañana, clanes humildes que subsistían del cultivo agrícola pudieron gozar de lujos que nunca imaginaron gracias al generoso justiprecio del emprendedor catalán. Así fue como, con el patrocinio de los dirigentes populares de la provincia y costosas campañas de publicidad, comenzó a cimentarse el megacomplejo Marina d’Or, con unos activos valorados en más de 2.000 millones de euros, repartidos entre más de 5.000 viviendas, cuatro parques temáticos y decenas de comercios. Una ingente inyección económica que propició la creación de cientos de puestos de trabajo y multiplicó por cinco la población oropesina en poco más de un lustro.

Referencia internacional

Casi en tiempo récord, el ideólogo del ‘paraíso’ de la Costa de Azahar pasó a engrosar el selecto grupo de nuevos constructores vinculados al ‘boom’ del ladrillo. Figuras semidesconocidas como Enrique Bañuelos, Fernando Martín o el propio Ger amenazaban la hegemonía de gigantes consagrados como Ferrovial o ACS. El catalán no cejó en su ambición de convertir el litoral levantino en una referencia del turismo mundial y empezó a mover los hilos pertinentes para gestar la segunda etapa del proyecto: Marina d’Or Golf. Y es ésta última ofensiva la que parece haber roto el saco del otrora vendedor de colchones.

No le inquietaban demasiado las persistentes denuncias de los grupos ecologistas, para quienes el proyecto hipotecaba el entorno natural de las playas de la zona, o de la oposición política, que siempre cuestionó su círculo de amistades. Más difícil fue sortear la embestida de la crisis que enterró la cultura del pelotazo, de la que Ger no ha salido inmune, y de la justicia que, en sendas resoluciones, la última en enero, ha tumbado la ampliación de Marina d’Or por falta de financiación y por incumplimiento de los requisitos medioambientales.

Los obstáculos levantados sobre el camino de Marina d’Or Golf han resultado insalvables. Cuando Ger dibujó la ampliación a la friolera de 18 millones de metros cuadrados entre Oropesa y Cabanes que acogerían a cerca de 200.000 personas, no vio venir el vendaval de la recesión. Antes de recibir el varapalo de la justicia valenciana y, tras la negativa de la Generalitat a Mundo Ilusión, el parque temático que proyectó para esos vastos terrenos, el empresario tuvo que admitir que la sección residencial del grupo llevaba meses acumulando pérdidas. La caída en un 60% de la venta de apartamentos en 2007 motivó la paralización de nuevas construcciones.

Las dificultades del holding no tardaron en afectar al plan urbanístico Marina d’Or Golf. Paralizado por la justicia, Ger se empecinó en sacarlo adelante. Para hacerlo posible renunció a las 35.000 viviendas planificadas y reducir la ampliación a su vertiente hotelera ante la falta de financiación y de inversores interesados. Aunque la entidad ha negado que el concurso de acreedores de su división residencial afecte al conjunto del grupo o que implique su liquidación, no se dibuja en el horizonte un escenario halagüeño para uno de los indiscutibles protagonistas del furor urbanístico de los últimos años.