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Sociedad

César Antonio Molina añora la inteligencia

El escritor y exministro lamenta la suplantación de los hombres de letras por las estrellas de la banalidad en su libro 'La caza de los intelectuales'

A. PANIAGUA
MADRID.Actualizado:

El escritor César Antonio Molina ve con tintes sombríos el futuro de la cultura. Cree que los jóvenes se han rendido a internet y apuestan por la información en vez del conocimiento. Los grandes maestros han desaparecido «y el poder de la inteligencia ha sido sustituido por el poder de los medios de comunicación». Molina da tanta importancia a la cultura que suscribe lo que le dijo Manuel Azaña a Negrín: «El Museo del Prado es más importante para España que la Monarquía y la República juntas».

En 'La caza de los intelectuales. La cultura bajo sospecha' (Destino), Molina estudia las relaciones entre los hombres de letras y el poder. El ensayo trasluce un sentimiento melancólico por el menosprecio de las obras literarias, artísticas y filosóficas, y la entronización del cantante y el deportista en el 'star-system' del imaginario colectivo. El exministro de Cultura con uno de los gobiernos de Rodríguez Zapatero se muestra desalentado con las nuevas generaciones. A la luz de su experiencia docente, ve con desazón el arrinconamiento de la lectura reposada y en profundidad. «Nuestros alumnos leen más que antes, escriben más que antes, pero de una manera superficial, fragmentaria, heterogénea, poco profunda, homogénea y compacta». El novelista y poeta está convencido de que las tecnologías no son meros instrumentos, sino que operan «transformaciones interiores de la conciencia».

Ante ese páramo cultural que denuncia, el ensayista invoca a Larra y se duele por un país que margina al que tiene la «nefasta manía de pensar». Como 'el Pobrecito Hablador' se pregunta: ¿quiénes son más patriotas, los que aman la patria porque no les gusta o los que aman la patria porque les gusta? Molina se afilia al primer bando, porque, entre otras cosas, se siente heredero de los ilustrados, los afrancesados y los librepensadores.

Aunque no se aborda en el libro su etapa como miembro del Consejo de Ministros, el autor 'La caza de los intelectuales' no puede evitar lanzar un dardo contra la pobreza oratoria de los parlamentarios españoles. Tanto el Congreso como el Senado son sedes en los que se pronuncian «discursos ralos, deshilachados, deshilvanados y sin la menor gracia por mor de un pragmatismo mal entendido».

César Antonio Molina hace una loa de la tolerancia y propugna que la cultura y la educación se conviertan en «cuestiones de Estado». Envidia de los franceses ese cuidado de la cultura que les mueve a reivindicar a Ionesco y Picasso como creadores galos. Eso ese nota en su política de subvenciones al cine, que no está al albur de la alternancia de gobiernos en el poder.

Durante su etapa como titular del departamento de Cultura echó mano de los grandes pensadores para combatir «la soledad del poder». A su entender, la gestión política es ingrata. «Los errores son tuyos y los aciertos de todos».

En el libro, se demuestra que los intelectuales metidos a políticos se convierten en extraños a sí mismos. La caza de los intelectuales comienza con Cicerón, en el año 43 antes de Cristo, cuando al gran escritor le cortaron la cabeza por enfrentarse con Marco Antonio.