¿Con tarjeta? No, mejor en metálico
España está en el furgón de cola de la Unión Europea en lo referido al uso del llamado dinero de plástico
BRUSELAS.Actualizado:Si los gobernantes quieren acabar con el grueso del fraude fiscal de cientos de miles de millones que tanto predican combatir lo tienen tan sencillo como eliminar el dinero en circulación y establecer de forma obligatoria los pagos con tarjeta; eso sí, imponiendo lógicamente una nueva política de cobro de comisiones. Un mundo casi perfecto pero a todas luces irreal.
El potencial de crecimiento del dinero de plástico es «enorme», como sostiene el Banco Central Europeo (BCE) en un reciente informe. Y lo es, sobre todo, en países como España que, pese a lo que pudiera parecer, está en el furgón de cola comunitario a la hora de pagar con tarjeta, ya sea de crédito o de débito.
Según los datos del estudio, 'Card payments in Europe. A renewed focus on SEPA for cards', cada español realizó 52 operaciones de pago a través de esta modalidad en 2012 (el doble que en 2000), frente a las casi 71 de la media de la Eurozona y las 79 de promedio en la UE de los Veintiocho. Los últimos puestos de la clasificación los ocupan Bulgaria (4), Grecia y Rumanía (7), Hungría (27) y una sorprendente Italia, donde las 28 operaciones anuales registradas evidencian que sus habitantes prefieren pagar en metálico.
Destacan también los guarismos alemanes (39), bastante por debajo de los de España. Por contra, Suecia (230), Dinamarca (224) y Finlandia (213) apuestan con fe ciega por el dinero de plástico. Lo hacen, además, a enorme distancia de su inmediato perseguidor, Reino Unido, que registró 167 transacciones de este tipo. Sorprenden también las cifras de Portugal (115), que se quedan muy cerca de las de Francia (130) y superan incluso las de Bélgica (111), donde no es de extrañar ver a una persona comprar el pan pagando con tarjeta, algo casi impensable en España.
Respecto al dinero anual gastado a través de esta forma de pago, la media de la 'zona euro' es de 3.613 euros por persona y la de la UE, de 4.055. Los españoles, por su parte, gastaron 2.312 euros (el doble que en 2000), algo menos que los 2.421 de los alemanes y ligeramente por encima de los italianos (2.136).
Lidera la clasificación con enorme suficiencia Luxemburgo, donde el gasto fue de 12.000 euros, muy por encima de los 10.000 de Suecia y Reino Unido y de los 9.500 de Dinamarca. Los franceses se gastaron 6.400 y los portugueses, uno de los países rescatados por la 'troika', 5.187. En el polo opuesto se encuentran Bulgaria y Rumanía, con 189 y 257 euros. El tercero es Grecia, con 525; es de los pocos países donde la cantidad bajó respecto a los registros de 2006.
Un «potencial enorme»
«Las estadísticas del Eurosistema subrayan el gran potencial de crecimiento de los pagos con tarjeta en todos los países de la UE, especialmente en los del centro y sureste de Europa», concluye el informe, que califica el dinero de plástico como el «mayor instrumento de pago electrónico minorista». «El objetivo es crear una verdadera zona europea de pagos (SEPA) con tarjeta armonizada, competitiva e innovadora», destaca.
El estudio analiza también la evolución de las diferentes modalidades de pago desde el año 2000. El dinero electrónico y los cheques -que están en caída libre- son minoritarios, mientras que los pagos con tarjeta mantienen la hegemonía e incluso la acrecientan respecto a las transferencias y los adeudos directos. Si en 2000 estos tres últimos instrumentos representaban un número de operaciones casi idéntico, de en torno a 13.000 millones de movimientos anuales cada uno, en 2012 se realizaron 40.000 con tarjeta, 26.000 millones de transferencias y 23.000 de adeudos directos. Además, el número de pagos con tarjeta por persona continúa aumentando en los países de la UE, salvo en Grecia, donde muchos ciudadanos han prescindido de ellas por no poder mantenerlos.
Pero «los consumidores, comerciantes, bancos y otros proveedores de servicios de pago siguen encontrando hoy demasiados obstáculos o enfrentándose a diferencias geográficas», lamenta Yves Mersch, miembro del Consejo de Gobierno del BCE.