La llovizna y las escenas de pánico deslucieron la ceremonia
Los peregrinos se hacinaron en un espacio en el que era difícil vivir con recogimiento la misa
ROMA.Actualizado:La lluvia intermitente, en un día gris, fue lo de menos. Parecía mentira que alguien haya preparado esto durante un año. Había 26.000 voluntarios y 10.000 agentes, pero falló el diseño general.
En Via della Conciliazione, la gran avenida que lleva al Vaticano, hubo escenas de pánico, aplastamientos y sálvese quien pueda. Gente de todas las edades, con ancianos y discapacitados, tuvo que aguantar horas y horas hacinada, sin acceso a urinarios públicos, que de todas maneras estaban colocados de forma anárquica. La gran paradoja para muchos presentes fue vivir escenas de barbarie y nula solidaridad en una ceremonia religiosa histórica. El recogimiento era casi imposible, y también la comunión. Según datos de la Santa Sede, en el Vaticano y alrededores se congregaron medio millón de personas y otras 300.000 en torno a las 17 pantallas gigantes repartidas por la ciudad. A quien le fue bien narraba una mañana sin percances, pero hubo múltiples protestas.
Había un predominio de polacos y daba la sensación de que la mayoría de los fieles estaban allí por Juan Pablo II, algo normal por razones cronológicas.
«Me siento muy feliz, muy conmovida y muy cansada después de esta ceremonia», dijo Anna Wiswinska, una profesora polaca, que conoció a Juan Pablo II en Cracovia.
«Hemos venido por los cuatro papas, los dos vivos y los dos canonizados», aseguró la joven italiana y estudiante de ingeniería, Letizia Montironi. «Pero creo que el papa más importante para la juventud italiana es Francisco», subrayó Montironi, quien reconoció que su generación conoce poco o nada del papa italiano Juan XXIII, quien inició el Concilio Vaticano II en la década de los para modernizar la Iglesia católica.
Venidos de México, Argentina, Perú, Ecuador, Chile y Costa Rica, entre otros países, los latinoamericanos dijeron sentirse más cercanos a Juan Pablo II, al que conocieron en sus viajes a América Latina, ya que Juan XXIII, poco viajero, falleció en 1963. «Juan Pablo II visitó varias veces México y cada vez nos decía que se sentía mexicano. Para nosotros eso es muy importante. Yo vine también porque cuando mi mamá estaba embarazada de mí, vino al Vaticano y él le dio la bendición», contó Juan Pablo Almeyda, de 23 años, originario de Guadalajara.