La vuelta de Marruecos a la mano dura contiene la presión sobre la verja
La Policía realiza redadas y deportaciones masivas en el monte Gurugú próximo a Melilla para frenar los saltos diarios de febrero y marzo
MELILLA.Actualizado:La vuelta de Marruecos a la mano dura en política de inmigración ha permitido minimizar y poner freno, al menos por el momento, a la enorme presión que en inicios de 2014 ha soportado la frontera de Melilla, que en los meses de febrero y marzo padeció intentos masivos casi diarios de entrada ilegal de subsaharianos en suelo español y el salto con éxito de la verja de centenares de extranjeros.
La razón de que en abril solo se registrase una escalada frustrada de la valla el día 3 y un salto en el que, el jueves pasado, lograron penetrar en la ciudad autónoma una veintena de subsaharianos es fundamentalmente policial. Los agentes marroquíes, medio año después, han reactivado las redadas en los campamentos de inmigrantes del monte Gurugú y las deportaciones masivas hacia el centro del país de centenares de los extranjeros que preparaban los saltos, al tiempo que incrementaban las patrullas conjuntas con la Guardia Civil para prevenir y dificultar la llegada de columnas de subsaharianos a los alrededores del vallado. El trabajo conjunto a ambos lados de la frontera parece estar dando sus frutos. Ambos países tienen estilos muy distintos para afrontar el fenómeno migratorio pero se complementan. España opta por reforzar la vigilancia en el perímetro y dedicar más esfuerzos a la prevención, con patrullas conjuntas en suelo magrebí, que estudian los flujos migratorios in situ y evalúan el terreno. Marruecos se concentra en cambio en la acción directa.
Las fuerzas auxiliares marroquíes peinan el Gurugú desde el 3 de abril casi a diario y semanalmente hacen un gran despliegue durante el que arrasan los asentamientos de subsaharianos. Que se sepa, hubo grandes redadas los días 6, 12 y 18 de abril, que acabaron con decenas de heridos y centenares de inmigrantes arrestados y trasladados a Rabat. La principal fue la de hace diez días, que arrasó los principales refugios. La ONG Prodein asegura que hubo centenares de deportados y su presidente, José Palazón, mantiene que el uso de la fuerza en estas operaciones es «desmesurado» y que han dejado «muchos heridos con cortes y contusiones».
Marruecos, según organizaciones como Médicos Sin Fronteras, lleva años aplicando un uso desproporcionado de la fuerza en los asentamientos de subsaharianos. Sin embargo, desde septiembre de 2013, estas prácticas se frenaron cuando el Gobierno alauí decidió poner en marcha un proceso de regularización de extranjeros, tras una fuerte denuncia del Consejo Nacional de Derecho Humanos, un órgano consultivo nombrado por el rey Mohamed VI. La política de dureza ha retornado tras los saltos masivos y las detenciones y la quema de tiendas de campaña y efectos personales son más intensas.
Los agentes españoles también contribuyen a frenar la presión sobre la valla, pero con técnicas de prevención, análisis e inteligencia sobre el terreno. Hace un mes que retomaron las patrullas mixtas hispano-marroquíes, conformadas por agentes de la Gendarmería Real marroquí y la Guardia Civil. Realizan inspecciones en el monte Gurugú para cuantificar y ubicar a inmigrantes que están acampados en las inmediaciones de Melilla.
Patrullas conjuntas
Después de que el pasado 18 de marzo 492 extranjeros lograran acceder a la fuerza en la ciudad, en el mayor salto en la historia de la valla, la Comandancia de la Guardia Civil de Almería dio orden de recuperar estos trabajos. Primero forman a los agentes marroquíes en España y luego se trasladan de manera conjunta al terreno, para estudiar desde la provincia de Nador a las redes de tráfico de personas.
España realiza desde hace una década este tipo de patrullas conjuntas en la lucha contra la inmigración clandestina con los países de tránsito. Comenzaron con acuerdos bilaterales con países como Mauritania, Malí y Senegal, para frenar el flujo de cayucos hasta el archipiélago canario.
La presencia de asentamientos de subsaharianos en el norte del reino alauí es permanente desde hace quince años, pero, hasta ahora, la política era sobre todo de control. «La policía sabe dónde están los campamentos, pero ha permitido su existencia. Únicamente controla que no crezcan demasiado y no deja que las organizaciones sociales los atiendan. Los asfixia, pero no los ahoga», asegura Adil Akid, portavoz de la Asociación de Derechos Humanos de la provincia de Nador.
Tras los sustos de principio de año, España y Marruecos han dado un paso más para contener la inmigración clandestina. De momento, han logrado frenar la oleada de saltos, aunque la Asociación Unificada de Guardias Civiles avisa de que la inmigración en Melilla es cíclica, que todavía son muchos los inmigrantes que esperan al otro lado para llegar a Europa.