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El exfinanciero Miguel Blesa, ayer, durante su declaración como testigo en el juicio contra Silva. :: EFE
Economia

Blesa acusa al juez Silva de «dañar» a su familia y su prestigio, «que lo tenía»«Esto es lo que yo quería»

El exinstructor de su caso, ahora en el banquillo, convierte el juicio en un esperpento y reclama observadores internacionales

J. A. BRAVO
MADRID.Actualizado:

«El juez ha dañado mi imagen y mi prestigio, que lo tenía». De esta forma argumentó ayer Miguel Blesa, expresidente de Caja Madrid, el perjuicio que le causó el controvertido Elpidio José Silva durante la instrucción de la dos causas que llegó a abrir contra él por varias operaciones irregulares realizadas bajo su mandato: los créditos concedidos al también exconsejero Gerardo Díaz Ferrán por valor de más de 26 millones de euros y la polémica compra del City National Bank of Florida. Las palabras del exfinanciero, que declaró como testigo en el juicio contra Silva por varios delitos supuestamente cometidos en esas diligencias (dos de prevaricación, otros tantos contra la libertad individual de Blesa y uno de retardo malicioso), motivaron el enfado del medio centenar de personas que asistían como público. «Corrupto», «criminal» o «ladrón» fueron algunos de los improperios que se escucharon, junto a lamentos como «más hemos sufrido nosotros».

Su comparecencia apenas duró media hora, pero sí sirvió para un cruce directo de acusaciones veladas que tuvieron como intermediario al presidente del tribunal, el veterano magistrado Arturo Beltrán. Blesa, a preguntas del fiscal, dijo que no sentía nada por Silva, ni a favor ni en contra, a lo que el acusado replicó airado que estaba incurriendo en un delito de falso testimonio al contradecir sus manifestaciones pasadas.

El exfinanciero aclaró que era cierto que a su salida de la cárcel, en junio de 2013, declaró que quería un instructor imparcial porque «no lo había tenido». Es más, parafraseando al propio Silva -quien entonces le contestó en los medios diciendo que la justicia «no es un restaurante con un menú para elegir juez»-, apuntó que su única pretensión era que «no me dieran comida averiada». «Si la mentira se aclara, deja de ser mentira», zanjó Beltrán.

«La justicia» de Silva

«He sufrido mucho en el plano personal, profesional y familiar», insistió Blesa en su comparecencia. Incluso lamentó que Silva, de quien dijo que «parece que sólo hay una justicia, la suya», hubiera «llegado al paroxismo» de acusarle de traficar con armas «junto a otros ilustres personajes» (como el expresidente del Gobierno, José María Aznar), lo que negó el juez acusado, si bien espetó que «sabrá él que se dedica».

Por último, y respecto a su polémico ingreso en prisión, el exresponsable de la caja de ahorros madrileña dijo que «ya nos temíamos lo que iba a ocurrir... y que ocurrió». Según su testimonio, así lo adelantó el abogado de la asociación Manos Limpias -que ejercía como acción popular en ese caso-, quien precisamente se reunió con el instructor justo un día después de que la Audiencia Provincial de Madrid anulara el caso, según declaró después como testigo el sargento de la Guardia Civil que investigó a Blesa y sus polémicos correos.

Fue el final de una sesión que confirmó el esperpento en que Silva ha logrado convertir el juicio -«ya somos 'trending topic' en Twitter», confesó satisfecho-, denunciando que no tiene abogado porque «ya ni me habla» -pese a hacerse confesiones mutuas durante la vista- y reclamando, esta vez por vía de su letrado, la presencia de «observadores internacionales del Parlamento Europeo». También intentó recusar, aunque de nuevo sin suerte, a una de las magistradas, María Tardón, por haber sido miembro de la asamblea general de Caja Madrid antes de los hechos investigados e incluso volvió a pedir la sustitución de su abogado.

Los micrófonos pueden resultar traicioneros y ayer lo comprobó el juez Elpidio José Silva. Tras expulsar el presidente del tribunal a una persona del público en uno de los momentos de más tensión -cuando una lluvia de insultos se cernía sobre Miguel Blesa-, e incluso amonestarla con una multa de 100 euros, el acusado le confesó en voz baja a su abogado que «esto es lo que yo quería». A continuación, tachó de «insólito» lo ocurrido y pidió poder salir «para llorar». «Llore aquí», le espetó el fiscal, mientras los magistrados le instaban a no provocar más retrasos.