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Utopía del hogar

JULIO MALO DE MOLINA
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En otras tiempos no tan remotos los hombres se distinguían de las demás criaturas porque poseían hogar. Ya fuera modesta casilla de adobe o soberbio palacio de altas fábricas de sillería berroqueña, En palabras de Cela, «tierra ordenada donde el hombre se refugia cuando la tierra tiembla para seguir amándola». Entonces no se hablaba de la casa como derecho sino cómo hecho. Ahora que en nuestra Constitución se proclama como derecho, son cientos de miles los ciudadanos de este Estado que carecen de un techo digno. A causa de un ordenamiento jurídico sesgado, y de la ilimitada codicia de los dueños del dinero, ese becerro de oro que ya no es de metal pero sí confiere una fuerza suprema más allá de toda justicia y de toda lógica, muchos son quienes se encuentran, como sostenía Brecht, en la triste tesitura de luchar por lo que resulta evidente. Tras presenciar nuevamente el doloroso espectáculo de unas pobres gentes arrojadas violentamente a la calle porque habían encontrado cobijo en un edificio abandonado, que tal vez la Administración debió ocupar previamente para cumplir esa hueca exigencia constitucional de proporcionar una casa digna a quienes no la tienen, esta vez los políticos y los medios informativos les utilizan como moneda de cambio para dirimir torvas diferencias sobre ese cartón gastado del juego del poder.

España es el Estado europeo donde se cuentan más personas sin casa y más casas sin personas, porque se ha fomentado la estafa hipotecaria y cuando ésta llegó a ser insostenible se entregó a sus autores el dinero que necesitaban para cuadrar las cuentas a costa de nuestros impuestos, sin que como en otros lugares se compensara esto con una quita de la deuda contraída por la gente. Si en este panorama, unas personas son arrojadas del edificio que habitaban precariamente, la conocida Corrala Utopía, seguida por la prensa internacional, yo no dudaría en buscarles un techo. Lejos de sofocar el drama, políticos y prensa sacan a relucir el rigor de unas listas que ni debieran existir, y la presidenta de la Junta aprovecha para ejercer una exhibición de poder frente a sus socios de gobierno. Muy triste sacarle partido al dolor de la gente.