opinión

Susana Utopíaz

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Algunos la criticaban. Que si su cara, que si su pecho, que si el partido, que si no ha cotizado. Pero yo tenía otras impresiones; sensaciones diferentes. Como Ignacio Camacho pensó hace un par de meses en ‘Cádiz Punto de Encuentro’, la sevillana Susana Díaz (o trianera, que uno nunca sabe a quién hiere) es una peligrosa rival para el Partido Popular en las futuras elecciones autonómicas. No recuerdo que Ignacio lo dijera expresamente, pero apuesto que lo calló: gana seguro. Juan Manuel Moreno Bonilla, alias ‘Bonilla’ (sufre la maldición de los segundos apellidos que fagocitan a un primero; vid. Zapatero, Cañete, Rubalcaba), es un buen candidato. Se le ve fresco, lozano, sonriente. Pero se le ve poco y desde hace poco. O sea.

Dicen de la Díaz que es una master of marketing (bella y enigmática expresión que recibí de Daniel Pérez, uno de esos periodistas a los que debieran asignar de por vida una columna de opinión). La socialista es oportuna, hábil con la sica y la capa, una gigantesca movedora de piezas de ajedrez. Personalmente, lo reconozco, no me gusta su manera de mitinear –parece una pregonera mala de hermandad penitencial– pero vi en ella una candidata de peso, más lista que el hambre. Hasta esta Semana Santa, en que Elena Cortés utilizó ese medio neo-democrático que es el ‘dedazo’ para adjudicar el uso de viviendas a los desahuciados de la Corrala Utopía. Susana Díaz se opuso, utilizando el viejo axioma jurídico del ‘ni mijita’. La presidenta andaluza dejó entrever que rompería el pacto PSOE-IU y retiró las competencias a la Consejera-okupa. La firmeza de su actuación me gustó al demostrar auctoritas y potestas. No le tembló el pulso al condenar una decisión inconsciente, injusta y quizás prevaricadora (y por tanto delictiva) de Cortés, aunque ello supusiera la pérdida de su sillón a corto/medio plazo. El que se fue a Sevilla, ya saben.

Todo parecía tan milimetradamente perfecto que incluso llegué a plantearme si estaría preparado de antemano. Elena echa cojones y Susana le corta la cabeza demostrando lo gran lideresa que es. Una baja asumible en la batalla de las izquierdas. Y entonces dio marcha atrás. El decreto del jueves fue derogado por el decreto del sábado. Vimos en la foto sonreír a Valderas mientras Díaz, con cara de pocos okupas y el mentón desencajado, aparentaba tenérsela guardadita. Ni auctoritas, ni potestas, ni perrillo que le ladre. Todo quedó en una confesión de intenciones: «Llegué a plantearme adelantar las elecciones», dijo Susana Utopíaz. Pero, cruzado Despeñaperros, ya no pude creerla.