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Valparaíso o el Chile precario

El incendio en la ciudad portuaria, que tardará 20 días en extinguirse, coloca al país ante su vulnerabilidad natural, urbanística y social

BUENOS AIRES. Actualizado: Guardar
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Limitados por las casi inexistentes tomas de agua en lo alto de los cerros, los bomberos chilenos seguían batallando ayer contra los rebrotes del fuego en la ciudad costera de Valparaíso. El jefe de la Corporación Nacional Forestal, Alfredo Mascareño, aseguró que el voraz incendio que se inició la tarde del sábado «está controlado», aunque persisten focos. El funcionario admitió que la extinción completa del siniestro podría exigir 20 días.

Por causas que aún se investigan, el fuego se desató en la zona conocida como Camino La Pólvora, según confirmó el fiscal regional, Eduardo Fernández. Las llamas se propagaron por unas 850 hectáreas de barrios residenciales y destruyeron al menos 2.100 viviendas. Hasta ayer, cuando habían pasado 48 horas desde el inicio del siniestro, había unos 10.000 realojados en una treintena de albergues. Doce de las trece víctimas mortales perecieron calcinadas en apenas dos calles del barrio Cerro Las Cañas, una de las zonas más afectadas, donde la voracidad del fuego no dio tiempo a evacuar. En el cerro Rocuant, unos 2.000 vecinos se impusieron al personal militar para hacerse con un coche de bomberos, desesperados por intentar defender ellos mismos sus viviendas.

Valparaíso, sede del Congreso Nacional, es una ciudad portuaria que mira al Pacífico, 120 kilómetros al noroeste de Santiago. Sus barrios, a los que se accede mediante típicos elevadores públicos, 'cuelgan' de las laderas entre la bahía y los bosques que coronan lo alto de los cerros. Del total de 45 colinas que tiene esta ciudad de 250.000 habitantes, ocho están ya afectadas por el fuego y unos 8.000 vecinos perdieron la vivienda.

La presidenta, Michelle Bachelet, convocó temprano en La Moneda una reunión de emergencia de los ministros vinculados con la grave situación en Valparaíso. La mandataria, que asumió el cargo hace poco más de un mes, había viajado el fin de semana a Valparaíso y visitó a los afectados del barrio Las Cañas, donde se produjo la mayoría de los decesos. Bachelet remarcó que se está realizando «un esfuerzo enorme para controlar el incendio», «el peor en la historia de esta ciudad».

Ayuda de Argentina

«Vamos a buscar y a encontrar en otras regiones y también fuera de Chile el apoyo de aviones que nos permitan controlar esta emergencia. Estamos frente a la mayor operación aérea para enfrentar un incendio de esta envergadura», explicó después de decidir la suspensión de la gira por Argentina y Uruguay que iba a comenzar hoy. Más tarde, sus ministros informaron de que se solicitaría la ayuda argentina para cubrir áreas que quedaron desprotegidas ante eventuales incendios. En Chile, los siniestros forestales son frecuentes y en la región sur ya hubo 750 focos en lo que va de año. Ahora los esfuerzos están concentrados en Valparaíso, donde según admitió la Oficina de Emergencias el fuego «no está controlado aún». El incendio, que se desató sólo doce días después del terremoto de magnitud 8,2 en la zona norte alrededor de Iquique, está dejando expuestas las vulnerabilidades, naturales y de otro tipo, que afectan a este país miembro de la OCDE, una nación muchas veces destacada por la comunidad internacional como una de las más adelantadas de Sudamérica. Así como el seísmo de 2010 había desvelado debilidades en las alertas de 'tsunami' al final de la primera presidencia de Bachelet, este incendio puso de manifiesto la precariedad en la que viven los habitantes de la ciudad-puerto más emblemática del país.

Arquitectos, urbanistas y dirigentes políticos y sociales advierten demasiado tarde sobre la falta de planificación con la que crece esta urbe, las dificultades de acceso a servicios de agua y lo intrincado que resulta llegar a las zonas críticas, donde arden los bosques. La ausencia de una zona de amortiguación que distancie el monte de las viviendas es otra de las carencias señaladas ahora, cuando ya hay miles de vecinos sin casa. El alcalde de la ciudad, Jorge Castro, admitió que los peligros eran conocidos por todos. Ahora sólo resta «esperar que termine esta pesadilla», declaró ayer todavía consternado por una tragedia que no da tregua. «Los costes son cuantiosos. Hay barrios que han desaparecido por completo», dijo.