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Las otras heridas de la Pasión

Expertos en conservación del IAPH recalcan la importancia de cuidar adecuadamente la imaginería procesional

JESÚS CAÑAS
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Listos los de atrás», apuntan desde la trasera del paso. «Listos y al cielo con ella», clama el capataz. Tercer golpe de martillo y el paso se eleva por encima de los hombros de los cargadores. La fuerza que imprime ese medio centenar de hombres, impulsando al unísono unas andas procesionales, es exactamente la misma que tiene un cohete al despegar. La comparación, lejos de ser una hipérbole o licencia del que escribe, es la mejor forma de comprender el sufrimiento que experimenta una imagen en cada salida procesional. El ejemplo es el resultado de uno de los diversos experimentos realizados para conocer el impacto de una levantá en una imagen. Pruebas que arrojan distintos resultados en función de la talla, las andas o la fuerza del movimiento pero siempre con la premisa de que las ‘levantás’ implican un claro sufrimiento para un imagen procesional. Lo sabe bien uno de los mayores expertos en conservación preventiva de Andalucía, Raniero Baglioni, conservador-restaurador del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico (IAPH). A lo largo de su dilatada experiencia profesional, Baglioni está habituado a detectar las patologías habituales de la escultura religiosa, especialmente aquella que recibe culto por parte de las hermandades y cofradías.

La ‘levantá’ es solo uno de los agentes que ponen en riesgo la correcta conservación de la escultura con fin cultual. Todo ello, partiendo de una evidente paradoja que sintetiza Baglioni: «Se trata de unas esculturas realizadas para esa función, por lo cual deben mantenerla y no tiene sentido prescindir de las salidas procesionales». ¿Qué hacer, entonces, para casar conservación y culto? La respuesta no es sencilla, pero posible. De hecho, los expertos recomiendan una serie de medidas que hacen posible la coexistencia de respeto por el patrimonio y ‘uso’ religioso. Siempre partiendo de la base de que hay que ser conscientes que cualquier salida procesional, traslado, besamano o culto que implique traslados y montajes siempre «implica un riesgo que hay que tener en cuenta, si no se realizan adecuadamente», advierte el experto.

Una consideración que en los cofrades más jóvenes «ya está mucho más presente». De hecho, el conservador apuesta por la formación y la divulgación en el seno de las cofradías, como forma de alcanzar el equilibrio necesario. Por ello, nada mejor que aportar unas nociones básicas, ordenadas en el sentido lógico de la Cuaresma y la Semana Santa y con una idea clara: «La conservación tiene mucho de sentido común».

Los besamanos y cultos

El medio ambiente habitual de una imagen es un templo o capilla. Y es aquí donde radica uno de los principales condicionantes de ella en cuanto se trata de edificios antiguos con unas condiciones muy concretas de temperatura y humedad. Este exceso de humedad en el ambiente tiene difícil control desde el punto de vista de la conservación preventiva, pero es importante tenerla en cuenta de cara a las salidas procesionales. Sí se debe controlar la cercanía de la talla a una fuente de humedad o filtración y evitar humedecer en exceso el suelo durante la limpieza. En la misma linea, es importante vigilar la entrada de insectos por medio de la instalación de mosquiteras en las ventanas, para evitar ataques de agentes xilófagos.

En estos entornos, luz eléctrica y velas son importantes riesgos a controlar. La primera porque puede provocar cortocircuitos con instalaciones normalmente antiguas y que recorren retablos sin control. A eso se suma la obligación de no acercar en exceso focos a una talla por el riesgo de provocar alteraciones o ampollas en la policromía. Lo mismo ocurre con acercar en exceso las velas, con el componente añadido de que el humo de las velas produce ennegrecimiento. Por ello, es recomendable colocar las velas en los cultos a una distancia prudencial.

Precisamente para cultos, besamanos o cualquier montaje que implique traslados es importante ser cuidadoso. En este sentido, Baglioni recomienda que sea siempre el mismo equipo de personas el que se ocupe de mover las imágenes. Es preferible incluso emplear carros o plataformas elevadoras para colocar la imagen en montajes o andas procesionales. Más difícil solución tienen los besamanos o besapies. Establecer medidas a los fieles como no besar la imagen con piercings o con carmín son las pocas medidas controlables en un acto que supone un importante ataque a la policromía de la talla. De hecho, el conservador pone otro ejemplo: «El efecto repetido de pasar el pañuelo después de cada beso es similar al que produce una lija fina». En cualquier caso, es difícil de calcular el daño de un besamano porque depende de parámetros como el estado de la imagen o «la fuerza que imprima el encargado de limpiar la mano», como reconoce el técnico del IAPH. De experiencias previas a este tipo de actos, se sabe que después de él, «se había perdido por completo la reintegración realizada».

La salida procesional

Llega el destacado día de la Semana Mayor en la que la imagen o imágenes realizan su salida procesional. Y es aquí donde es importante tener en cuenta el importante contraste que produce en una talla pasar de unas condiciones de humedad y temperatura, donde se conserva con mayor o menor fortuna el resto de 364 días del año, a otras radicalmente distintas. Son solo unas horas en las que la talla está en la calle, pero suficientes para originar alteraciones. «Es un cambio muy importante y eso implica cierto trauma para la imagen», matiza Baglioni. Todo ello se debe a que la imagen está realizada con materiales orgánicos «que reaccionan rápido a los cambios».

Las velas de los pasos también contribuyen a estas alteraciones, especialmente en los palios donde el calor y el humo origina verdaderos microclimas. «Aquí las vestimentas también resultan especialmente útiles ya que sirven de barrera», reconoce Baglioni. Lo singular del caso es que estas barreras, también suelen ser patrimonio de interés, en cuanto son ropajes bordados que se ven afectados por el humo de las velas y la cera que les cae. Lo mismo ocurre en bambalinas y techos de palio. La única solución a este hecho es parcial y sirve para mitigar en parte el trauma, alejar lo posible la candelería de las imágenes y colocar en las tulipas de los candelabros sistemas que impidan el derrame de cera sobre los mantos.

Precisamente en lo que se refiera a vestimentas entra también la conservación preventiva en imágenes de candelero. Baglioni recomienda no forzar nunca las articulaciones de los brazos a la hora de vestirlas, para ello es importante aflojar las palometas de las articulaciones. Además, el IAPH en sus restauraciones suele colocar corpiños y casquetes de cuero para evitar otro temido mal: los alfileres. Éstos provocan arañazos y abrasiones en la policromía, de ahí la importancia de colocar algún tipo de protección a la imagen en la zona del cuello y la cabeza, especialmente en el caso de las dolorosas.

En lo que se refiere a los mantos y coronas, la tendencia actual es no fijar ni uno ni otro directamente sobre la cabeza de la imagen mariana. «Hay casos de imágenes con el cuello partido por la tensión que produce el peso de un manto sobre la cabeza», reconoce el conservador. Un mal que se evita con polleros que lleguen hasta la cabeza de la imagen a modo de hornacinas en las que se encaje la talla.

La tensión del peso de los mantos se deja sentir en las ‘levantás’, uno de los daños más importantes de la imaginería. Las tensiones de estos movimientos se dejan sentir especialmente en las tallas completas, más que en las de candelero, donde la sujeción se realiza de una forma más firme. Es especialmente en los crucificados donde las tensiones del caminar y de las ‘levantás’ acaban provocando «fisuras en los brazos y anclajes traseros sueltos».

Los peligros descritos no son los únicos existentes. Hay un parámetro no deseado y que no solo da al traste con el orden y la sobriedad de una procesión: la lluvia. Una vez que sorprende en mitad de un recorrido, lo lógico aligerar el paso, proteger la imagen y recogerse antes. El problema está en las maderas estucadas y doradas donde, aunque depende de la cantidad de agua, una grieta puede llegar al estuco y provocar graves daños. En el caso de las imágenes, el riesgo se encuentra precisamente en grietas o fisuras por los que el agua supere la barrera del barniz y llegue a la policromía o la madera provocando alteraciones.

En estos casos, la única medida posible, una vez recogida la imagen es no hacer nada. Aunque pueda resultar contradictorio no es nada recomendable tocar o intentar secar las tallas. «No hay que tocar nada, ni siquiera desvestir los ropajes mojados», explica Baglioni con rotundidad. Así las cosas, sólo cuando se haya secado todo se podrá proceder a desvestir o desmontar la imagen del paso. Esta medida tiene su explicación en que si el agua ha llegado a entrar en contacto con la madera o la policromía tocar o desvestir puede traer consigo importantes pérdidas en la capa pictórica.

El desmontaje y evaluación

Una vez ha concluido la salida procesional, el trabajo en favor de la conservación preventiva no ha terminado. De hecho, cualquier proceso que implique desmontajes, traslados o cambios de ubicación de una imagen siempre entraña riesgos si no son ejecutados correctamente. Precisamente para controlar tanto estas variables, como el buen estado de conservación de la imagen, Raniero Baglioni realiza una recomendación especialmente importante: efectuar una evaluación del estado de la imagen de forma previa y posterior a la salida. «Se trata de evaluar el estado de la policromía, de los anclajes y sujeciones para realizar pequeñas actuaciones de urgencia en el caso de que sea necesario», matiza el conservador. Es en este punto donde sí se hace especialmente necesaria la presencia de un especialista restaurador, tanto para la evaluación como para la actuación si fuera necesaria. Y es que dejar las intervenciones necesarias en una imagen en manos de especialistas en restauración es el punto esencial de los consejos de cara a la conservación correcta del patrimonio.

A fin de cuentas, «el patrimonio de las hermandades es de los más importantes de España». Por ello, aunque la conservación preventiva sea de sentido común también es cierto que es necesario «inculcarla». Todo ello, sin perder la perspectiva de que, aunque sean obras de arte, «están pensadas para un fin concreto que no deben perder». La justa medida se encuentra en reivindicar una actitud respetuosa ante piezas con un fin tan patrimonial y artístico como cultual. Para que tanto las generaciones de hoy como las del mañana puedan disfrutar de este espectáculo barroco en pleno siglo XXI.

El decálogo de la conservación

1-No ubicar velas ni focos próximos a la superficie de la imagen para evitar el deterioro.

2-Proceder una vez cada dos semanas a la eliminación del polvo con un plumero suave.

3-Designar a un equipo de personas encargadas de mover la imagen que siempre sean los mismos.

4-Usar guantes en el traslado de la imagen para evitar que la grasa entre en contacto con la policromía.

5-No colocar directamente metales sobre la policromía para evitar arañazos y deterioros.

6-Evitar movimientos bruscos en las salidas procesionales para no ocasionar daños en los soportes.

7-Controlar la temperatura y humedad para evitar los cambios bruscos.

8-No usar nunca productos de limpieza de droguería que produzcan abrasiones en la policromía.

9-Evitar que los sistemas de sujeciónde complemtos estén en contacto directo con la imagen.

10-Someter a la imagen a una revisión antes y después de la salida procesional.