Rafael Zornoza: «Las hermandades son un tesoro para la Iglesia»
«Recuerdo con cariño y gratitud la Procesión Magna, fue un estreno singular»
Actualizado:Con la que se viene, sumará tres Semanas Santas como pastor de la Iglesia gaditana. En la víspera de la Pasión según Cádiz, Rafael Zornoza Boy (Madrid, 1949) atiende a LA VOZ para hacer repaso de un año cofrade marcado por el mensaje renovado del Papa Francisco, la labor de caridad y las crisis vividas en el seno de varias cofradías.
–De lo vivido hasta ahora con las hermandades y cofradías de Cádiz, ¿con qué momento o vivencia especial se queda?
–Sin duda alguna con la experiencia de la Magna. Recuerdo con cariño y gratitud la Magna Procesión del Santo Entierro que se vivió en el Sábado Santo de 2012 y que nos permitió seguir de modo cronológico los misterios de nuestra salvación. Fue a mi llegada un estreno singular e inolvidable, un sinfín de novedades: los pasos, los palcos, la afluencia, la devoción, las imágenes… Todo condensado y envuelto de gran emoción… y amenaza de lluvia.
–¿Cómo valora las palabras del Papa en las que les pide a los obispos que «cuiden y acompañen a las cofradías»?
–Muy certeras. Me siento en plena sintonía con ellas, y creo que esa línea hemos de trabajar, pero debe ser un recorrido recíproco del pastor que cuida y acompaña y del cofrade que se deja acompañar y cuidar. Pudimos compartir con el Papa Francisco hora y media de conversación y comprobar su preocupación por la evangelización. Cualquier asunto que tiene que ver con el Evangelio tiene que ver con las personas. Se trata, por tanto, de que las personas que nutren su fe de las devociones populares superen la emoción religiosa para encontrar lo que llena de alegría la vida, el gozo de la fe, que es seguimiento de Cristo vivo.
Transforma su vida quien vive como un bautizado, se alimenta de la eucaristía, confiesa sus pecados y es testigo del Señor por una vida moral íntegra y coherente. Hace falta, sin duda, mucho acompañamiento de las hermandades y de cada cofrade en particular para ayudarle a crecer en el proyecto de Jesucristo, como miembro vivo de la Iglesia. Afortunadamente este cuidado lo realizan ya muchos sacerdotes con la colaboración de muchos cofrades.
–¿Cree que el mensaje fresco del Papa Francisco servirá para atraer a la sociedad actual, aparentemente cada vez más secularizada, al mensaje de la Iglesia?
–Indiscutiblemente el Papa Francisco es un nuevo impulso del Espíritu Santo a la Iglesia y, como tal, ha de ser acogido y atendido con solicitud por todos los bautizados, que somos llamados a la nueva Evangelización y por los alejados como una invitación a dejarse mirar por Cristo. Compruebo continuamente que hay una gran sed de Dios, de respuestas a los interrogantes más profundos que han quedado sofocados por una cultura refractaria a Dios. El interés actual por el Papa tiene para los buenos cristianos la fuerza renovadora de una voz y unos gestos que resultan del nuevo Vicario de Cristo. Para los alejados, sin embargo, este sucesor de San Pedro rompe unos moldes clásicos que eran repelentes para mucha gente. Hoy se asombran y ponen atención a ese mensaje que habían olvidado. Hay también defraudados que se reconcilian y muchos heridos que intuyen que también para ellos hay misericordia. Se unen muchas cosas, pero el resultado es impresionante.
–¿Cuáles son los principales valores que aportan las cofradías a la Iglesia?
– Las hermandades y cofradías reflejan la misma sed de Dios que solo los pobres y sencillos pueden conocer y evidentemente pueden y deben ser instrumentos para proclamar el amor de Dios manifestado en Cristo, muerto y resucitado. Sin duda expresan públicamente su fe con una devoción contagiosa y con pasión. Hacen comprender a todos que se pueden compartir los «sentimientos de Cristo», como dice San Pablo. Tanto su abatimiento y dolor por la entrega obediente a la voluntad del Padre, como el peso del pecado del mundo. También el gozo de la gloria cuando estamos junto al resucitado y a la Madre de Dios. Pero hoy, en una sociedad fragmentada y desestructurada donde muchos sienten la soledad y la dureza de la vida, una hermandad ofrece su propia comunidad, es decir, la vida fraterna que es una experiencia genuinamente cristiana, que responde a la necesidad ineludible de vida social gratificante que tiene el alma humana.
Si no se cierra en si misma, que es una tentación constante, se sentirá Iglesia, es decir, un hogar donde se crece se aprende a vivir, uno es querido por Dios y aprende a servir. Y muchas más cosas: si se profundiza en la fe, en la oración, con una formación en la Verdad Revelada y en la vida de la Iglesia, puede ser cantera de santos. Para la tarea evangelizadora es imprescindible que los miembros de junta de gobierno, sean cristianos practicantes y estén insertados en la vida de la Iglesia.
–Y a su juicio, ¿cree que se sienten los cofrades integrados en ella?
–Usted sabe más que yo de esto, pero creo que depende de cada cofrade y de los rasgos que identifiquen a cada cofradía, sus preocupaciones, sus intereses... Hay de todo. Quienes viven su fe con profundidad y en la comunión de la Iglesia, sí.
–¿Aprecia disfunciones o aspectos a mejorar en las cofradías y hermandades gaditanas?
–Un padre quiere a todos sus hijos y siendo consciente debe potenciar sus virtudes y reconocer sus defectos para corregirlos con paciencia. Oigo comentarios sobre los aspectos a mejorar todos los días. Sin ir mas lejos, en los medios de comunicación y dicho por los mismos hermanos. Y tampoco me extraña porque si hay ideales altos las metas son exigentes y piden superar incoherencias y fallos. Cada uno somos muy mejorables, y sin duda, cada familia y cada grupo. Es angelismo pensar que no existe el pecado y la tentación, y que no debemos convertirnos continuamente. El ideal de fraternidad cristiano que está en las bases de la creación de las cofradías lo pone el Evangelio: el listón está muy alto. Cuando otras preocupaciones se mezclan salen a relucir los defectos. Por otro lado estamos hablando de muchos hermanos, y variedad de criterios. No es para escandalizarse, creo yo, que exista autocorrección y autocrítica.
–Todos los Jueves Santo se produce una contradicción: las cofradías comienzan a salir a la calle mientras que en las iglesias se están celebrando los Oficios. Eso impide seguir procesiones y Oficios al mismo tiempo, ¿cree que es un problema con solución?
–Es en la liturgia donde los cristianos vivimos los misterios de la Redención, en las celebraciones litúrgicas, en los conocidos Oficios. No deberían solaparse; el ideal sería que la procesión prolongase e hiciese calar en el interior de cada uno lo que se ha vivido antes en el templo. Hay lugares de la Diócesis donde las cofradías de este día participan de los Santos Oficios antes de sus estaciones penitenciales.
–En los últimos meses, hemos sido testigos de varias crisis internas en las hermandades que han llevado a la necesidad de nombrar juntas gestoras y comisarios, ¿cree que la religiosidad popular vive su peor momento?
–No es cuestión del mejor o peor momento. Se trata de distintas situaciones humanas, que han de ser atendidas con solicitud pastoral y sentido eclesial. Me gustaría destacar que con el esfuerzo y la colaboración de todos se han resuelto la práctica totalidad de estas situaciones. Confío y deseo que no vuelvan a repetirse. Sé que tenemos ahora una gran oportunidad de renovación si profundizamos en lo esencial de la vida cristiana y en el interés por evangelizar. Aquí están las bases que pone el Papa Francisco. Con la gracia de Dios se pueden superar todo tipo de crisis.
–Este año ha sido el sacerdote salesiano Juan Carlos Pérez Godoy el pregonero de la Semana Santa, ¿cree que es un nombramiento merecido?
–Ha sido un pregón memorable, lleno de contenido evangélico, de mensaje y poesía que ha encantado por su arte, su fuerza y su sentido pastoral. Se nota a la legua el alma sacerdotal del pregonero. Puedo asegurar que ha sido un acierto total y nos ha enviado a todos unos mensajes basados en el gran conocimiento que tiene de nuestras Asociaciones y que debería cumplirse por los cofrades gaditanos.
– Hace unos días se celebró un Vía Crucis por la pobreza en la ciudad, ¿cuál es la realidad de necesidad y pobreza que se está viviendo en las parroquias y en Cáritas?
–En medio de la terrible crisis que padecemos y teniendo Cádiz una de las tasas más notables de paro, la Iglesia gaditana intenta ser buena samaritana, estando al lado de los que sufren, son varios millares de familias las que están siendo atendidas por la Iglesia en estos tiempos difíciles. Es necesario, además, llegar allí donde se gestan hoy las nuevas situaciones sociales, los ‘relatos’ nuevos, las pobrezas que configuran la ciudad, y alcanzar con la Palabra de Jesús los núcleos más profundos del alma de las ciudades, que hoy son multiculturales. Todo el mundo conoce la situación de necesidad y el esfuerzo permanente que hace la Iglesia. Caritas esta haciendo verdaderos milagros, si se me permite la expresión. Con la fuerza de Dios los hacemos los cristianos, y con gran sacrificio y sin ostentación. Pocos conocen, además, los aprietos de los párrocos que se privan que lo necesario incluso para su trabajo pastoral para llegar a atender a los necesitados. Me emociona la solidaridad sencilla pero exigente de quienes comparten tanto con los demás. Hay que pedir a Dios que nos libre de esta situación cuanto antes, y a los empresarios, políticos, responsables de la vida social en cualquier puesto que pongan en juego toda su ciencia y dedicación, porque hay quien ya no puede más. Se están deteriorando gravemente muchas relaciones personales y familiares y hay mucha gente hundida sin autoestima. Hace falta comer pero también trabajar y vivir con dignidad. Esto se puso de manifiesto allí y Caritas diocesana lo repite cada día.
–¿Cómo valora la contribución social de las hermandades a fines de caridad? ¿Cree que es suficiente?
–La valoro positivamente y con gratitud. Hago una invitación a la creatividad, a buscar nuevas vías de atención, cercanía y compromiso con los más necesitados, comenzado por las familias de la propia hermandad y feligresía. En este sentido me gustaría señalar que las aportaciones a estos fines de caridad de las hermandades de esta Diócesis han representado en el pasado año más de 600.000 euros. En general, por lo que conozco, están haciendo un esfuerzo muy generoso, y en algunos casos muy imaginativo, con festivales, tómbolas, rifas, cenas solidarias, para abarcar más.
–¿Cómo pasará el obispo de Cádiz la venidera Semana Santa? ¿Le veremos contemplando algún cortejo?
–Como viene siendo tradicional parte en mi querida Ceuta, donde están sufriendo con tantas cosas, y parte aquí, en Cádiz, y puede que me presente en algún acto programado en las cercanías. Soy obispo de todos y me gustaría llegar a más. Procuraré estar presente en la estación de penitencia en la Catedral del mayor número posible de hermandades.
–¿Algún mensaje que desee transmitir a los cofrades como forma de preparar su estación de penitencia?
–Lo primero mi gratitud y mi oración. A todos desearles una buena estación de penitencia, que vivan una Semana Santa cristiana, participando del Triduo Pascual en sus parroquias, que busquen ofrecer al Señor un corazón nuevo por el sacramento de la reconciliación y que sigan caminando para vivir, siendo hijos de la Iglesia y dando testimonio público de nuestra fe. Y que vivan profundamente su fe en sintonía con el amor excesivo de Cristo que nos salva. Que no olviden nunca que son un precioso tesoro de la Iglesia Católica y, si son fieles, poseen una extraordinaria fuerza misionera. Deseo que con su piedad, con su presencia y vivencia, con la belleza de esta cultura que muestra por las calles el Evangelio, nos ayuden a todos a celebrar los Misterios que dan vida autentica también al hombre de hoy tan necesitado de la esperanza.