«Condénenme pero que paren las voces»
La mujer del extesorero del PP declara en el juicio que el acusado quería «los pendrives de su marido para derrocar al Gobierno» de RajoyEl falso cura que allanó la casa de Bárcenas simula un crisis en busca del atenuante por enfermedad
MADRID.Actualizado:Enrique Olivares, el falso cura procesado por allanar la vivienda de Luis Bárcenas y encañonar con un revólver a su mujer, su hijo y a la empleada del hogar, trató de buscar ayer el atenuante de enfermedad mental en el juicio que se celebró en la Audiencia Provincial de Madrid, en el que la Fiscalía pide 18 años de cárcel.
El acusado, natural de Cuenca, simuló una escena de locura cuando el fiscal comenzaba su interrogatorio. «Condénenme a lo que sea, pero que me dejen de una vez estas voces» de mi cabeza, gritó en un momento dado ante la perplejidad de los asistentes a la vista oral. Eran las 11:00 horas y Olivares empezó a declarar muy tranquilo, firme. Pero a los pocos minutos comenzó a temblar y pidió un vaso de agua para tomar una pastilla ansiolítica. Acto seguido se dirigió al fiscal: «Sabe lo que le digo, que me condene a lo que quiera. A veinte años si quiere, pero que paren estas voces que no me dejan en paz. Por favor, no quiero oírlas más, lárguense de mi cabeza. ¡Váyanse ya!», repitió en varias ocasiones.
Ante esta escena, el presidente del tribunal suspendió la vista diez minutos para que su abogado le explicase la manera de comportarse ante un tribunal. Después dio órdenes al forense para que le examinase. Tras concluir, el médico indicó que el acusado tenía pulso, reflejos y tensión normales. «Los síntomas de mareo y deambulación que hace que no ande autónomo, sino ayudado, no se corresponden con ninguna patología de tipo físico y psíquico», señaló.
El doctor también negó al tribunal que se haya tratado de un trastorno de personalidad, ya que dicha dolencia «no altera en absoluto la inteligencia y no produce un cuadro como el que ha manifestado» Olivares.
Tras la declaración del médico, el magistrado preguntó al procesado si quería continuar con su declaración, interpelación a la que hizo caso omiso con la mirada desviada y una actitud pasiva. «Su actitud es inconveniente y si persiste en ella le expulsaré de la sala», advirtió el juez, que no tuvo más remedio que expulsar al acusado de la sala tras mantener su actitud díscola.
Precisamente, su abogado pedía la libre absolución por un trastorno de personalidad diagnosticado, mientras que el fiscal solicita 18 años de prisión por tres delitos de detención ilegal, dos de coacciones, uno de tenencia ilícita de armas y tres faltas de lesiones. La acusación particular de la familia Bárcenas-Iglesias elevó su petición a 19 años y medio.
«Se ha acabado el teatro»
En los minutos en los que pudo hablar, Olivares se declaró «culpable con reparos». Relató que fue a casa de Bárcenas porque en todos los medios de comunicación se había dicho cuál era su domicilio. Iba vestido de negro con un alzacuellos disfrazado de sacerdote. Relató que se hizo pasar por el padre Enrique, que había ido a hablar por la libertad de Bárcenas y la asistenta le dejó pasar. A partir de ahí comenzó a simular la crisis de ansiedad.
Una hora y media después, el juicio se reanudó con la comparecencia de Rosalía Iglesias, la esposa del extesorero del PP, quien detalló lo ocurrido el 23 de octubre de 2013, cuando llamó al telefonillo un hombre vestido de sacerdote que venía de parte del Obispado para hablar de la libertad de su marido.
La esposa del extesorero del PP, que declarará hoy como imputada en el 'caso Gürtel', indicó que el sacerdote le dijo que el juez iba a poner en libertad a su marido y que quería hablar con todas las personas que estuvieran en la casa. De esta forma, los cuatro mantuvieron una conversación en el salón en la que hablaron del Gobierno y de la situación política, y, según Iglesias, le pareció «coherente».
Transcurridos unos veinte minutos, el sacerdote dijo que iba a coger una pastilla para la acidez, sacó una pistola de su maletín y anunció: «¡Se ha acabado el teatro!». Seguidamente, les confesó que no era sacerdote, les encañonó y, tras atarles las manos con bridas, dijo que había ido a buscar «unos pendrives para derrocar al Gobierno».
El falso cura amenazó con matarles a los tres, si hacían caso omiso a su requerimiento, y les explicó que había estado en la guerrilla, que era socialista y había matado a mucha gente y que tres muertos más no le iban a importar. «Creímos que era el final», dijo Rosalía Iglesias. En ese instante, su hijo Guillermo se soltó las bridas -«fue un milagro», dijo la madre- y «saltó como una fiera sobre él, le dio un cabezazo y se tiró encima». Así acabó la rocambolesca escena en la casa de los Bárcenas-Iglesias.