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Editorial

Tomar partido

RAMÓN PÉREZ MONTERO
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Toda generalización es absurda. Desde las que tratan de separar a los hombres por el color de su piel hasta las que pretenden segregarlos con muros y fronteras. Pero la que se arroga el derecho de clasificarlos en buenos y malos resulta la más disparatada de todas. Es en el barro de este feroz maniqueísmo donde Ronald Harwood escarbó al escribir el guion cinematográfico de 'Taking Sides', la película de 2001 estrenada en España bajo el título de 'Réquiem por un imperio'.

A partir del mismo texto de Harwood y dirigida por Pedro Álvarez-Ossorio, la productora teatral sevillana la Fundición ha puesto sobre las tablas este eterno dilema de enjuiciar a los hombres para decidir si merecen ser enviados al Cielo o al crematorio del Infierno. En la escenificación de este conflicto se enfrentan los que podrían parecer los dos principios opuestos de este sistema mítico-religioso, el comandante norteamericano Steve Arnold, representante de la justicia y el bien, y director de orquesta W. Furtwängler, encarnación de los poderes demoniacos de la Alemania nazi.

Lo que de entrada podría parecer un juicio visto para sentencia se transforma en una profunda indagación de los entresijos del alma humana, donde pueden cohabitar los sentimientos más delicados y hermosos junto con los egoísmos y los miedos, la valentía y el deseo de comunicar con los demás junto con los más bajos instintos. Al final de la obra, el firme inquisidor, junto con los espectadores, acaban por convencerse de la imposibilidad de condenar a quien es víctima y héroe al mismo tiempo. Contundente lección para quienes acostumbran a usar con toda ligereza nuestras manidas varas de medir con respecto a los comportamientos de nuestros semejantes.

El sábado pasado, los asidonenses fuimos también afortunados espectadores de esta misma obra en nuestro teatro municipal. La amistosa colaboración entre el Ayuntamiento y Pedro Álvarez-Ossorio, afincado desde hace varios años en el pueblo, hizo posible que una producción de semejante calidad pudiera representarse en Medina. La experiencia del director que sabe armonizar los diferentes instrumentos que resultan ser los personajes se hizo evidente en sus contundentes enfrentamientos. El interés por la cultura y la buena voluntad de las personas, principalmente la de los comediantes que no dudan en dejarse la piel aún actuando en plazas de segunda, se unieron para hacernos, dándole un milagroso capotazo a la crisis, este regalo que nunca podremos agradecer lo suficiente.