En la mente de Doménikos
El museo del Prado recrea la biblioteca de El Greco en una muestra que traza un minucioso retrato intelectual del pintor
MADRID.Actualizado:«En Toledo está lo mejor de su pintura, un artificio genial que surge de su gloriosa mano, pero aquí podemos conocer su mente, el cerebro que que la hizo posible». Así presenta Miguel Zugaza, director del Prado, la exposición 'La biblioteca del Greco', que acoge la pinacoteca en el marco del IV centenario de la muerte del pintor. Es una recreación parcial de su biblioteca, posible gracias a los detallados inventarios que dejó el hijo del artista. Solo se conservan cuatro libros originales de aquella colección de 130 volúmenes, tres de ellos con anotaciones manuscritas del genio cretense, nacido en Candía 1541 y fallecido en Toledo en 1614.
Pero gracias a la aportación de la Biblioteca Nacional de España (BNE) ha sido posible reunir 39 de los títulos clave de una biblioteca «variada y cosmopolita» que desvela los múltiples intereses del pintor, de la aritmética a la filosofía pasado por la retórica o la arquitectura, y que traza un ajustado retrato intelectual de Doménikos Theotokópoulos, un genio que leía griego e italiano, que se manejaba con dificultad en latín y español y hablaba un esforzado 'itañolo'.
«Reconstruir la biblioteca es como practicar un escáner cerebral que nos permite rastrear sus rasgos intelectuales; los intereses, morales científicos y religiosos del Greco. Llegamos de forma más concreta y directa a su imagen y su espíritu y descargamos de tópicos su figura», asegura Zugaza. Está convencido de que «la nueva reflexión sobre El Greco que propone la exposición quedará como una de las aportaciones del centenario de un genio». Un talento versátil, «un artista, lector y escritor», según los comisarios de la muestra, Javier Docampo y José Riello, responsable del archivos de Prado y profesor de Historia de Teoría del Arte en la Autónoma.
Entre los tres originales anotados por el Greco destaca el 'Tratado de Arquitectura de Vitruvio', que conserva la BNE. También su ejemplar de la 'Vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos' de Giorgio Vasari, en cuyos márgenes el cretense se deshace en elogios hacia la pintura de Tintotetto. Se expone junto a un ejemplar con obras de Jenofonte y otros de Apiano Alejandrino y un tratado de arquitectura de Sebastiano Serlio, con anotaciones atribuidas a El Greco en alguna ocasión.
Entre las 56 piezas que conforman la muestra, además de los 39 libros y tres manuscritos, se exhiben los originales de los inventarios elaborados de 1614 y 1621 por José Manuel Theotokópoulos, nueve estampas que sirvieron de inspiración a su padre, con obras de Cornelis Cort y de Alberto Durero, una carta del pintor al cardenal Alessandro Farnese y cinco de sus pinturas. Telas como 'El soplón' o 'La Anunciación', que junto al retaro de Antoni de Covarrubias revelan la relación entre la pintura y los libros de su biblioteca.
«Con esta exposición devolvemos la palabra a El Greco», apunta José Riello. Desvela nuevos perfiles de un intelectual de amplios intereses que «leía y escribía, sobre todo de arte y pintura». Cosmopolita y con limitaciones idiomáticas, tenía muchos libros en griego, su lengua materna, en italiano, su idioma de formación, y menos en latín y en español, legua que dominó con dificultad. Tanto, que hablaba una suerte de 'itañolo'. «No estamos ante un humanista y sí ante un pintor autodidacta interesado en los clásicos antiguos y modernos, que lee a Petrarca, Ariosto, Homero, Flavio Josefo, Jenofonte y Demóstenes», resume el comisario.
«Descubrimos sus ideas acerca del arte y su concepto de la pintura como ciencia especulativa, como algo que funciona para descubrir su realidad y lo que tiene alrededor», apunta Javier Docampo. «El Greco es un pintor naturalista, algo que extraña porque siempre ha sido considerado el pintor de los cielos y los ángeles. Pero él mismo aclara que es un pintor que descubre el mundo real al tiempo que descubre lo imposible». La muestra desmota así «tópicos reiterados» que lo estereotipan «como intérprete del alma castellana, como un demente y un enfermo con problemas de visión, o un consumidor de hachís». También como un adepto a los libros de religión «que no tenía por su devoción religiosa y sí por su interés para ajustarse a los parámetros de lo que le pedía la iglesia en su momento».
Era la de El Greco una biblioteca «de tamaño medio comparada con la de coetáneos europeos, pero mucho mayor que la de sus contemporáneos españoles», apunta Ana Santos, directora de la BNE para quien «las bibliotecas privadas son siempre un reflejo de su dueños».