«Aprendí a reírme de las convenciones, si no hubiera sido muy desgraciada»
La autora catalana rememora sus años de infancia y los liga a la historia de un país y un tiempo en el que la vida no fue nada fácil para ella Rosa Regàs Escritora
MADRID.Actualizado:Editora, traductora en la ONU, exdirectora de la Biblioteca Nacional, ganadora del Nadal en el 94 y del Planeta en 2001. es difícil enumerar todo lo que Rosa Regàs ha hecho en su vida. «He tenido muchas vocaciones y todas más impacientes que la escritura, que debió esperar su turno», comenta una autora tardía que debutó en la novela con 57 años. Luego no paró y cree que el tiempo se estira si se ejercita. «Todo depende de cómo se viva y se aproveche. A partir de ahí, no diré que la felicidad, pero sí se da más la plenitud, al menos si trabajas en lo que te gusta». Con 80 años, Regàs vuelve a echar la vista atrás para narrar con ironía sus memorias infantiles en 'Entre el sentido común y el desvarío'.
-¿Cómo ha sido escribir este libro de recuerdos?
-Como cuando te vas de vacaciones y has de meter todo en la maleta. Aunque algunos recuerdos se quedaron en los cajones.
-¿Cuánto de sentido común y cuánto de desvarío hay en usted?
-Tengo bastante desvarío, pero no como el de mi padre, que era un desvarío cultural. El mío es coyuntural, por haber tenido una vida difícil y dura. Por eso he aprendido a reírme de las convenciones, porque de otro modo hubiera sido muy desgraciada.
-La guerra y el exilio desmontaron su familia, tanto, que a su madre solo podían verla en el Tribunal Tutelar de Menores.
-Sí, nos decían que era por ser una mujer separada, republicana y que había estado en el exilio. No podíamos tocarla, la veíamos en una sala custodiada por dos grises enormes, con unos siniestros abogados de por medio y una señorita llamada Rosalía. Ella nos dejaba besarla de vez en cuando. Mi abuelo, que pidió la patria potestad, presentó un certificado de que estaba tuberculosa. Pero cuando de verdad enfermó fue durante su exilio en París. Mi madre se hospedaba en la misma pensión que Pío Baroja. Como lloraba todo el día pensando sus hijos, don Pío le dijo: «Mariona, no llore. Usted llora porque lo ve todo negro, porque está en un túnel, pero piense que después de un túnel, siempre viene otro».
-¿No guarda rencor por todo aquello?
-Se lo guardo a la parte de la iglesia más facha, la que te impone las cosas pero no te entiende. No a la iglesia que conocí en los años del colegio.
-¿El colegio de monjas dirigido por el sacerdote Manuel Trens?
-Así es. Tuve la gran suerte de ir allí al regresar de Francia, con 6 años. El doctor Trens nos hizo vivir la religión con sus mitos y sus ritos, pero no con sus prohibiciones. Él fue durante mucho tiempo nuestro enlace entre la vida mítica y la real.
-Y cuando acabaron los felices días de colegio.
-El mundo que encontré me pareció horroroso. Una sociedad mojigata, moralista, acrítica, sometida en la que te inculcaban el remordimiento. Todo estaba mal y como esposa debías someterte y dominar lo que querías ser o hacer. La renuncia era la virtud por excelencia. Cuando te dabas cuenta de que no valía para nada habías perdido 5 años de tu vida. Al menos cuando empecé a ir la universidad conocí a otras gentes como Gabriel Ferrater, Carlos Barral, Salvador Clotas. Aquello me cambió la vida.
-¿Los de las 'sobrasadas parties'?
-En parte. Esas las montaba Miquel Barceló, que estudiaba Historia y vivía en una mísera pensión de Las Ramblas. Traía de Mallorca la sobrasada que tomábamos bebiendo ginebra, leyendo poemas y hablando de literatura. Era muy bonito.
-Fue de las pocas casadas que se matriculó en la Universidad.
-Éramos dos, yo en Filosofía en Barcelona y otra chica de Farmacia en Madrid. No era fácil. A mi marido no se lo dije hasta seis meses después. No podías hacer otra cosa. Él no era mala persona, pero estaba educado a la manera de aquel ambiente macabro, de una época en la que todo era un escándalo.
-¿Dónde está esa burguesía catalana que añora, la que apoyaba la cultura y hacía que la ciudad creciese?
-Se ha vuelto más capitalista que el capitalismo y solo le interesa en el dinero. Cada vez hay mas archimillonarios sin tradición de ayuda a la ciudad. No estoy a favor de la burguesía, todo lo contrario, pero sí de la que en XIX y el XX hizo todo lo que Barcelona ahora enseña al mundo. Sin ellos la ciudad sería un desierto. Desde que acabó la guerra los burgueses no han hecho nada. La Sagrada Familia viene del pasado. No es una obra de arte, es una copia una invención. Había 4 columnas y el resto se lo han inventado unos señores que han convencido a todo el mundo de que Gaudí lo decidió así. Y no es verdad. Aquella burguesía tenía una rara intuición, podía decir que no les gustaba algo, pero apostaban por ello para avanzar..
-Como le sucedió a Gaudí con Güell.
-Mi padre contaba como Gaudí llegó al despacho de su mecenas muy triste por los abucheos de los se reían de sus obras. «Tengo la impresión de que lo que hago solo nos gusta a usted y a mí», le dijo. «Oiga, Gaudí, que a mí tampoco me gusta», respondió Güell, que sabía que el tiempo le daría la razón y siempre le apoyó.