FUERZAS ARMADAS

Caballos de batalla

Son los herederos de 'Babieca'. Tienen un tesoro en los genes: corren, saltan y brillan en la doma, pero no irán a la guerra. Así es la cría de estos 'soldados' de 500 kilos

MADRID Actualizado: Guardar
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'Jarifa' es un purasangre inglés castaño que nació hace ahora dos años entre las flores y las hierbas altas de la primavera salvaje de Lore-Toki, entre Hernani y San Sebastián, en Guipúzcoa. Es todavía un niño, pero el corazón le late con el compás de los campeones y todo su desarrollo físico y temperamental lo manda una secuencia de ADN única. Suena como una melodía genética muy afinada. Es hijo de 'Limpid', el semental estrella de la yeguada que ha sembrado de gloria los hipódromos españoles en los últimos 19 años. Una leyenda. Pese a que todavía su preparador no le ha dado la opción de debutar, su hermana 'Qasbah' ganó en La Zarzuela la última Copa de Criadores que se llevó su cuadra. Y no es un animal altivo. En la manera en la que busca la caricia con el belfo caliente ante una mano desconocida, en la suavidad con la que la empuja con la cabeza, nadie vería que 'Jarifa' es un caballo soldado, uno de los herederos de los corceles de guerra, del caballo blanco de Santiago Matamoros o del legendario 'Babieca', sobre el que cabalgó El Cid. 'Jarifa' forma parte de una cuadra enorme, un batallón de 1.300 ejemplares que cría el Ministerio de Defensa y uno de los 24 elegidos que fue subastado este pasado sábado en Madrid.

En la grupa derecha, el purasangre inglés está herrado con las mismas siglas que sus compañeros: una Y y una M, de Yeguada Militar. Esas iniciales significan que el caballo ha sido criado por el Ejército. Su padre 'Limpid' y otros tres ejemplares copan las plazas de machos en Lore-Toki, así que 'Jarifa' se subastó. En adelante seguirá con la soldado Cristina Sánchez, que lo ha criado con mano castrense y a la vez con ojos de madre, porque nadie pagó sus 3.000 euros de salida, lo que da medida de la caída del mercado ecuestre en España por la crisis.

La del sábado fue la primera puja de estas características que se hizo en Madrid y puso en circulación los excedentes de la cría. La subasta dejó 51.000 euros para el Estado. En la lista había cuatro purasangres ingleses y 20 caballos de deporte español, una media raza relativamente nueva (data de 1998) creada para competir, al estilo del silla francés o el altísimo hannoveriano alemán. Se vendieron seis, el más caro fue 'Dinar' por 18.000 euros.

Por los pasillos de la cuadra, ubicada en un viejo acuartelamiento del Paseo de Extremadura, en Madrid, entra uno de los seis elegidos. Es 'Hoznayo' (5.000 euros en la subasta) retrotado, poderoso, encampanado, marcando el terreno como si fuera el 'Bucéfalo' de Alejandro Magno. En el pasillo, Jaime y Diego colocan vendas blancas a 'Galizano', entresacan las crines con pequeños cepillos de metal y lo peinan con trenzas en castañeta como si dos niños atusaran a una enorme muñeca de 500 kilos. Es hijo de 'Classido' y 'La Belle de Orion', nacido en 2008 y han pagado por él 11.000 euros. El año pasado, hizo cero puntos (la puntuación perfecta) en la primera ronda de la final del Campeonato de caballos de cinco años, y en la segunda solo tiró dos barras.

«El caballo es mi vida»

«Sí que da pena desprenderse de ellos, pero así es la vida». Lo confiesa el teniente coronel Luis Fernández Gil-Fournier, encargado de la sección de saltos y de la formación de jinetes del ejército. Su historia es una carambola enorme. El hombre que viste corbata verde de nudo perfecto, pantalones de montar y botas de cuero, esa figura absolutamente marcial a los que todos saludan con un «a sus órdenes, mi teniente coronel» se subió a un caballo casi por prescripción médica. Nació en Burgos en 1965 y vino al mundo con las rodillas «hacia dentro». Su padre, que «veía el deporte como una parte fundamental de la formación de la persona» eligió para él la hípica. El término medio entre las piernas de cowboy y las suyas fue el perfecto. La medicina le pondría las extremidades rectas, pero le haría otro regalo: su afición temprana daría pronto un espléndido jinete. Entre 1983 y 1985 fue campeón de España de Completo (doma, salto y prueba de campo). En 1986 entró en la academia militar, en 1992 estuvo en el plan ADO y en tres ocasiones entre 1991 y 1995 fue campeón del mundo militar. Sus hijos compiten a alto nivel. «El caballo ha sido mi vida entera», dice Gil-Fournier, que también instruye a la Guardia Real, la Guardia Civil y la Policía Nacional en una prestigiosa escuela que hunde sus raíces en el siglo XIX.

Al teniente coronel, los caballos le galopan la cabeza desde el amanecer hasta la noche, pero a ella la mira distinto. 'Deva' tiene un ojo de cada color, ganó el campeonato de España de caballos nacionales de salto sobre obstáculos de metro y medio de altura con Gil-Fournier encima. No se subasta. Ella y 'Espinosa' son sus favoritos, los más mimados, y podrían ser parte del futuro equipo nacional. Ambas yeguas se dedican a salvar barras sin tocarlas, pero otros participan en pruebas de doma, de concurso completo y de enganches. Próximamente también sudarán en raids o pruebas de resistencia. Es en esas disciplinas donde, a lo largo de los años, se han testado las aptitudes de los futuros sementales de los caballos de batalla, así como de sus madres. Señal de la influencia castrense en esta modalidad es que hasta la Segunda Guerra Mundial, los deportes ecuestres estaban controlados por oficiales de Caballería.

Los caballos no llevan una vida de sultán de harén. Los machos pasan un mes al año de descanso mientras les extraen semen para analizarlo. A las hembras como 'Deva' les quitan óvulos para usarlos en técnicas de transferencia de embriones. Más adelante se implantarán en otras hembras que parirán ejemplares con el genoma suyo, mientras ella se sigue luciendo en pista.

Los genes que brindan a 'Deva' y 'Espinosa', las niñas de los ojos de Gil-Fournier, esa capacidad suya de elevarse sobre las barras reposan en una herencia que se remonta a los Reyes Católicos y que se distribuye en varios centros de cría caballar del Estado. Las fuerzas de seguridad se nutren de todos esos animales. La Policía y la Guardia Civil -también la Guardia Real, por razones estéticas- aceptan solo machos, así que para darles 100 tienen que criar 200. Ningún potro nace en Madrid, sino en los centros de Jerez, Écija, Ávila, Zaragoza, Mazcuerras, en Cantabria, y el citado Lore-Toki. Allí vienen al mundo caballos de Pura Raza Española, de Pura Raza Árabe, angloárabes, hispanoárabes, razas de tiro como los hispanobretones y algunos burros en riesgo de desaparecer como la raza zamoranoleonesa o la catalana. Se crían hasta que se desbravan los potros y después se asignan a los diferentes cuerpos de seguridad. Unos acompañarán las paradas solemnes enjaezados con sus vistosos adornos de gala en las visitas de Estado en el Palacio de la Zarzuela; otros patrullarán los parques de las ciudades o custodiarán los campos de fútbol; y otros más servirán de caballos de formación para niños en los centros hípicos. Ninguno irá a la guerra, de momento.