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Economia

La UE y EE UU ratifican su apuesta por crear la mayor área comercial del mundo

La visita de Obama a Bruselas sortea polémicas como la del espionaje a Merkel y relanza un pacto que podría dejar en Europa 120.000 millones

ADOLFO LORENTE CORRESPONSAL
BRUSELAS.Actualizado:

Las cifras son tan colosales que el reto conlleva problemas no menos formidables, ya sean de índole técnica, política, diplomática e incluso hasta moral. Porque eso de derribar fronteras y darle un contrato público al vecino y no al de casa continúa siendo demasiado complejo de asumir. Y más, cuando la coyuntura está dictada por la peor crisis económica del último siglo. Pese a todo, la Unión Europa y Estados Unidos están dispuestos a asumir el desafío e impulsar el acuerdo de libre comercio más importante de la Historia.

Se denomina TIPP (siglas de Transatlantic Trade and Investment Partnership), comenzó a negociarse de forma oficial en junio de 2013, podría activarse a mediados de 2015 y su impacto en la economía europea, según coinciden varios servicios jurídicos independientes, llegaría hasta los 120.000 millones de euros, mientras que para los norteamericanos sería de 90.000. En total, un mercado potencial de 800 millones de usuarios que suman la mitad del PIB mundial y un tercio de sus flujos comerciales. En otras palabras, «se trata del mayor acuerdo de libre comercio jamás negociado».

En líneas generales, el TTIP tiene como objetivo eliminar las barreras comerciales entre ambas potencias a través de la supresión de aranceles, de normativa innecesaria o acabando con restricciones a la inversión. España, como cuarta potencia del euro, está involucrada de lleno en el proyecto ya que los teóricos beneficios son muchos: entre 36.000 y 143.000 empleos, en función de si se eliminen solo las barreras arancelarias o si desaparecen también las no arancelarias. En el primer escenario, el aumento de la renta per cápita a largo plazo sería del 0,31%, y del 6,55% en el segundo. En ambos casos, siempre estaría por encima de la media de la UE, según un informe de la Fundación Bertelsmann.

La música suena celestial. El problema, sin embargo, es la letra, el detalle, la realidad. Pese a los obstáculos, el compromiso por componer la sinfonía es firme, como quedó está semana patente en Bruselas. Y no fue una cita cualquiera. El miércoles, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, en su primera visita a las instituciones comunitarias desde que reside en la Casa Blanca, respaldó el proyecto junto a los presidentes de la Comisión, Jose Manuel Durao Barroso, y del Consejo, Herman van Rompuy. Cada uno va a defender a capa y espada sus intereses, pero la voluntad por seguir trabajando -las negociaciones avanzan a un sorprendente ritmo- resulta, a priori, inequívoca.

Tanto, que Europa, sabedora de lo mucho que se juega, rechazó deshacer el camino andado a finales del pasado año después de que estallara el escándalo del espionaje a importantes líderes comunitarios, entre ellos, la presidenta europea en la sombra, Angela Merkel. «Fueron momentos duros en los que la relación trasatlántica quedó dañada», reconoció el negociador jefe del bloque comunitario, el español Ignacio García Bercero, mano derecha de Karel de Gutch, comisario europeo de Comercio -cartera, por otra parte, para la que suena el sustituto español de Joaquín Almunia, para muchos el todavía ministro Miguel Arias Cañete-.

Infraestructuras y automoción

La tensión fue evidente, pero Obama prometió ser un chico bueno y no espiar más a través de la NSA, como recordó el miércoles a los máximos representantes de la UE, que le creyeron a pies juntillas. Todo sigue su curso, es decir, enfrascados en el llamado cuarto paquete negociador que entre otras materias aborda la agricultura, uno de los temas más sensibles. Entre los sectores con más margen para crecer destaca el de la automoción, ahora muy limitado por los diferentes estándares de fabricación a ambos lados del charco.

También se encuentra el de las grandes infraestructuras, un diamante en bruto condicionado en exceso por la falta de unidad regulatoria que ahora existe dentro de EE UU, donde cada Estado es un mundo y en todos prima el 'Buy America' (compra América), algo así como primero lo mío, defender los productos de casa. «Europa en el campo de las licitaciones y la obra pública es mucho más abierta», asegura García Bercero, que destaca el elevado proteccionismo como una de las barreras a superar. Una que ni se intentó sortear por imperativo de Francia fue la inclusión en el paquete de la industria cultural, del cine.

Además, las dudas de algunos estados miembros comunitarios siguen estando latentes. El jueves trascendió una carta enviada por el Gobierno alemán al comisario De Gutch en la que amenazaba con vetar el acuerdo si se sobrepasan ciertos estándares que podrían perjudicar a la industria de la locomotora europea. Tampoco hay que olvidar que cualquier pacto deberá ser refrendado por el Parlamento comunitario, lo que obliga al equipo negociador de Bercero a andar con pies de plomo y medir mucho sus movimientos.

Porque aunque son numerosas las ventajas destacadas, no menos cierto es que han surgido numerosas críticas desde sectores sociales y sindicales, que aseguran que solo beneficiará a las grandes multinacionales. Los defensores lo niegan y aseguran que las pymes serán las principales protagonistas. Una cosa está clara: si el abanico comercial se abre, también lo hará la competencia, lo que supondrá un esfuerzo adicional para las empresas al tener más competidores en igualdad de condiciones. Respecto a las críticas recibidas, el presidente estadounidense defendió en su visita a Bruselas las ventajas del pacto y recalcó que una vez que entre en vigor será más sencillo materializar otro de los grandes compromisos de la cumbre: impulsar las exportaciones a Europa de gas no convencional para evitar la dependencia de Rusia.