La vieja que se levantaba tarde
Actualizado: GuardarDicen los que viven la enfermedad de cerca que uno de sus síntomas inequívocos es que el afectado ni quiere levantarse. No tiene fuerza. Ni física ni de la importante. Y la vieja debe de tener eso porque cada vez se despierta peor. Ni quiere salir a la calle, para qué. Los pocos días que arranca lo hace a las tantas, desganada, sale un rato y vuelve al silencio antes del almuerzo. De salir por la noche, ni hablamos. Se acuesta pronto y se despierta tarde, como si no quisiera.
Nunca tuvo pero ahora menos y lo peor es que cree que ya nunca tendrá nada. La desesperanza es una rata que muerde sin que se le vea. De vez en cuando, una vez al final del invierno, otra en verano, por primavera, algún fin de semana suelto, hace el paripé, un teatrillo. Recibe visita y repite cuatro chascarrillos. Se finge divertida, activa por tal de que no le pregunten, por no tener que mentir más ni quejarse, que siempre desacredita. Parece que quiere que le dejen morir en paz. Tiene hijos mayores, la vieja. Alimañas que, tras besarla y cantarle, se llevan lo poco que le queda. Miserables. Por ejemplo, uno trafica con la cartilla del médico. Vende caras medicinas y tratamientos mientras se hace pasar por dandy samaritano. Los demás, mediocres y viciosos también, dicen sufrir por ella pero, mientras, manosean lo que pillan y arrasan con lo que le queda: recuerdos de la fábrica del viejo, de fútbol, patrimonio gastado, hermosas fincas ajadas, joyas sin brillo, discos viejos, cacharros de playa, tres recetas o fotos de luz y alegría. Los nietos, cada uno a lo suyo. La mayor parte se fue lejos porque con los tristes nadie quiere convivir. Otros se han quedado, resignados, con la vista perdida en los visillos, también a verlas venir, rumiando el miedo a perder lo que no tienen.
Hay alguno bronquista, que quiere pegarle a todo el que no le dé la razón cuando busca la raíz de los males de la anciana. Ese dice que los culpables son todos menos él, aunque tampoco hace más que gritar y entrar en internet.
Los pocos vecinos que aún quedan, y que se hacen los intelectuales, pasan por la escalera y comentan cómo se consume pero eso tampoco sirve de ayuda. Lo cierto es que cada día se despierta más tarde, se acuesta antes y disimula menos.