CONTRAPLANO

BUSCA UN NUEVO MODELO

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Recuerdo que un importante productor dijo hace poco que la crisis fulminaría la producción de cine español, y que este festival tendría problemas para presentar películas nuevas en su sección oficial. También escuchamos que las descargas acabarían con la industria, destrozarían nuestro estilo de vida y terminarían prácticamente con la cultura. Aún sigue siendo habitual que a las declaraciones de los productores y distribuidores les falte la banda sonora del llanto de las plañideras o la escenificación de un crimen de fondo, tipo photocall, para que la tragedia pueda ser ilustrada con la pompa dramática que merece.

Sin embargo, parece que la industria empieza a darse cuenta de la realidad y adaptarse, poco a poco, a la marea del cambio de modelo que señala la tecnología. De estas cuestiones trataba 'La pantalla herida' (qué gran título), un documental parido bajo el estímulo de la desgracia de no haber podido producir una película. La historia parte de la secuencia de un espectador comprando dos entradas por 18 euros y, aunque recae en lugares comunes como comparar el precio de las entradas con el de las copas, también abre por vez primera el debate del fraude que se cometió bajo el amparo de las subvenciones: la picaresca española aplicada a las ayudas que de buena fe dispuso Pilar Miró con su ley del cine. Desde películas que nunca se estrenaban pero que resultaban rentables, hasta la compra masiva de entradas de los propios productores para acceder a la controvertida ayuda por amortización, que da dinero a los largometrajes que alcanzaban cierto éxito en la taquilla. Pero también aludía a la farsa de que los del cine español son unos vagos subvencionados. De hecho, ahora el Estado recauda más por el cine de lo que invierte, algo inaudito en países culturalmente desarrollados. Algunas voces en el documental también aludían a la calidad del cine, algo que en los diagnósticos de la industria sólo se sugiere. También a la forma, a veces errantes, que tienen los productores españoles a la hora de localizar el talento, y la sugerencia de que dejen de considerar a los que descargan películas como enemigos, porque ellos son su público.

A la proyección le acompañó un formidable debate con Susana de la Sierra, directora del ICAA, el organismo más importante dedicado en exclusiva a cuestiones audiovisuales. Aportó una visión realista y sincera de la situación. Arrancó aplausos, y eso que no la tenía todas consigo. De hecho, un productor malagueño pidió su dimisión, y le preguntó que si la contradicción entre su discurso y la realidad de la política cultural le dejaba conciliar el sueño. Incluso la tachó de intrusa, pero ella respondió bien, aludiendo a su independencia y poniendo sobre la mesa las amenazas que recibía de productores bien conocidos. Quizás sean los mismos inadaptados que anuncian todos los días el fin del mundo.